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De Obama a Zapatero

Josep Ramoneda

Un furor obamista recorre los medios de comunicación de todo el mundo y empieza a resultar abrumador. Nadie quiere quedar fuera de este momento de unidad en la esperanza, para decirlo al modo cursi, del que no está exento el discurso del nuevo presidente norteamericano. Pero independientemente de la alergia que uno pueda sentir al espectáculo de las unanimidades, si esto ocurre no es por una obnubilación mental transitoria de las masas. Es porque la urgencia de un cambio que ponga fin a la era de la falsa inocencia, a esta feria de las irresponsabilidades, en que todo estaba permitido, incluso la tortura (George Bush), es sentida como una necesidad.

Todo gobernante, Zapatero, por ejemplo, debe sentirse interpelado por esta oleada de ilusión. Si Obama llega con la carga de un caudal de expectativas tan enorme que podría ahogarle pronto en un temporal de frustraciones es porque los gobernantes -no sólo Bush- no han sabido poner coto a estos tiempos irresponsables, defender los intereses de la mayoría. A Obama le estamos pidiendo que recupere la política, que devuelva el interés general al primer plano, que nos salve, si estamos a tiempo, de la caída en los Estados corporativistas y en el totalitarismo de la indiferencia. Y si lo pedimos a Obama es porque no osamos pedirlo a nuestros gobernantes. Desconfiamos de ellos, porque les hemos visto incapaces de contener el empuje de un poder económico globalizado, regido por el principio de que todo es posible; porque les hemos visto surfear para mantenerse en el poder, sin capacidad de marcar un rumbo en un mar muy agitado.

Es en la relación entre Estados Unidos y Europa donde España debería ser capaz de crecer

Zapatero tiene razones para pensar que la elección de Obama es un factor positivo para él. El nuevo presidente, al marcar su línea -un reformismo restaurador de los principios fundacionales de la democracia americana- ha dejado en fuera de juego la revolución conservadora, que la derecha española, de la mano de Aznar, asumió como propia y que se estrelló en Irak y en la crisis. De pronto, el PP parece más antiguo todavía. Además, Obama llega en el momento en que Zapatero ha empezado a aparecer en la escena internacional, cumpliendo una ley de nuestra democracia que dice que a los presidentes, en su segundo mandato, les entra un furor de estadista y se obsesionan en la política exterior. Zapatero se estrenó como presidente con la retirada de las tropas de Irak. La arrogancia imperial no le perdonó. Bush optó por el ninguneo. Y el presidente quedó paralizado, por el temor de Dios. El balance de la política internacional del primer mandato de Zapatero fue más bien pobre. Demasiadas veces, ha demostrado un ansia de reconocimiento impropia de su función.

Hay una proximidad generacional entre Obama y Zapatero que no es irrelevante. La llegada de Obama permitirá una normalización rápida de las relaciones entre los dos Gobiernos. Por tanto, es probable que el presidente tenga pronto la tan deseada foto en la Casa Blanca. Sin duda, será bueno para su autoestima. Pero más allá de la empatía, la política internacional de un país depende de la capacidad de ser útil. España tendrá la oportunidad de optimizar sus bazas: Latinoamérica y el mundo árabe son terrenos en los que está mejor posicionada que otros. Pero es en la relación entre Estados Unidos y Europa donde España debería ser capaz de crecer.

Sin embargo, para Zapatero la elección de Obama también es un factor de exigencia. No sólo en política internacional, donde ya no podrá vivir de la retirada de las tropas de Irak, también en política interior. Obama ha marcado retos para todos: "Sin un ojo atento, el mercado puede descontrolarse", "un país no puede prosperar mucho tiempo cuando sólo favorece a los que ya son prósperos". Y no es precisamente el control y la igualdad lo que ha caracterizado el primer mandato de Zapatero. "El periodo del inmovilismo ha terminado", y todos sabemos lo que le cuesta a Zapatero reaccionar ante las crisis. Y "ha llegado la hora de dejar a un lado las cosas infantiles", tan abundantes en la política española. Si éstos son los compromisos de Obama, ¿por qué no podemos exigirlos a Zapatero?

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"Lo que los cínicos no entienden es que los tiempos han cambiado", ha dicho Obama. Los cínicos están ya anunciando en voz baja el fracaso de Obama. Siempre han querido cortar de raíz los sueños de la gente. No fuera que se hiciesen realidad.

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