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Un comunicado hacia el final de ETA
Columna
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Objetivo: acabar con la violencia

Josep Ramoneda

El día después del anuncio de alto al fuego de ETA podría sintetizarse así: Batasuna tiene un problema. Quiere estar en las elecciones municipales y ETA no le ha dado el comunicado que necesitaba para que esto sea posible. De modo que Batasuna tiene dos opciones: conseguir que ETA dé un paso más o romper con ETA sin equívocos ni ambigüedades. De lo contrario, se quedará sin elecciones. Rubalcaba no pierde nunca el tiempo. Respuesta al comunicado de ETA: dos detenciones en Francia. Es una manera de negociar con transparencia y mando a distancia. El mensaje a ETA es claro: o da el paso que tiene que dar o aquí no ha cambiado nada.

Pero hay más. Por primera vez, Batasuna ha tenido que aceptar que el mensaje es insuficiente. Lo ha hecho Txelui Moreno tratando de corregir el comunicado, haciéndole decir lo que no dice: que la decisión de tregua es unilateral y, por tanto, incondicional. Y anunciando que habrá otros mensajes, que ETA no ha dicho todavía su última palabra. Batasuna está pues reconociendo que no se dan las condiciones para su legalización. Pero, al mismo tiempo, sigue esperando a ETA. ¿Hasta cuándo?

Nunca tanta gente de posiciones políticas tan distintas ha dado a ETA por acabada

Nunca tanta gente de posiciones políticas tan distintas ha dado a ETA por acabada. Es decir, hay una convicción extendida de que a ETA ya no le queda ninguna vía para la supervivencia. Sin embargo, en el proceso del último comunicado han aparecido señales de un nuevo peligro: la escisión en ETA. Por más que un sector mayoritario se hubiese decantado por acabar con la violencia, puede existir un grupo de gente joven dispuesta a todo. No se trata de hacer un paralelismo con el inicio de la transición y la escisión de los poli-milis. Es totalmente impensable ahora que, si ETA se dividiera, el grupo que siguiera en la lucha armada pudiera reflotar la organización. Pero haría pervivir la amenaza aunque tuviera escasa capacidad de acción.

La respuesta a la tregua de ETA ha repetido esquemas ya conocidos. El Gobierno -parece que con el apoyo de la dirección del PP- se ha afirmado en el "No basta". Y, por tanto, nada ha cambiado cara a la legalización de Batasuna. A un lado y otro, los dos discursos de siempre: los que ven negras y traidoras maniobras gubernamentales, e insisten en la firmeza y en la exigencia de rendición incondicional; los que reclaman atención a los aspectos positivos del comunicado y a los movimientos de la izquierda abertzale y piden que no se desaproveche ninguna oportunidad.

Decía Hannah Arendt que todo proceso político tiene un objetivo, un fin y un sentido. A mi entender, en este caso, el objetivo es acabar con la violencia; el fin es una normal convivencia en plena libertad en el País Vasco, donde todas las opciones políticas tengan sitio de forma pacífica, sin extorsiones ni exclusiones, y los vascos puedan decir libremente su futuro; y el sentido es la asunción por parte de la nación vasca de la condición de sociedad abierta. No todo el mundo lo ve así. Para algunos, acabar con la violencia es insuficiente como objetivo inmediato. Y, a menudo, son los mismos que pretenden que el fin de ETA suponga cerrar el paso a las opciones independentistas en el País Vasco. Para Batasuna, el objetivo es presentarse a las elecciones, dando por supuesto que lo demás se dará por añadidura. Y comparten con otros la independencia como fin. Todo ello debe encajarse en un proceso que somete a los gobernantes a la prueba de una virtud clásica: la prudencia (o el sentido justo del riesgo).

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Es tarea de quien gobierna aprovechar las oportunidades de solución de los conflictos. El Gobierno ha de hacer cuanto pueda para alcanzar un final de la violencia asumible por la sociedad. Y no sirve de mucho sobreactuar con grandes soflamas y exigencias, salvo que se quiera frenar el proceso. Creo que el cese total de la violencia es en sí un objetivo razonable y compartible. Y que corresponderá a la sociedad vasca fijar después sus fines. Mariano Rajoy, tras su irresponsable actuación en la anterior tregua, parece haber entendido que no cabe el oportunismo en materia terrorista. Al Gobierno -con la complicidad del PP- le corresponde acertar en los ritmos y los tiempos: saber aprovechar las oportunidades sin regalo político alguno a los terroristas. Sería lamentable que se salieran con la suya los que siguen pensando que una cuota de violencia asumible en el País Vasco es necesaria para bloquear cualquier tentación independentista.

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