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ANÁLISIS
Columna
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Refundar el PSOE

Antonio Elorza

Pronunciada el 28 de diciembre, la frase de Zapatero sobre su retirada hubiera podido tener cierta gracia. En las circunstancias actuales, sirve únicamente para echar leña al fuego de la pésima situación que atraviesa la política socialista y para ofrecer una muestra más de su ensimismamiento. Por lo menos, su alarde permanente de firmeza servía para dejar al descubierto el vacío político de Rajoy, obsesionado con pedir una y otra vez nuevas elecciones generales. La esperanza tantas veces evocada de una recuperación impulsada desde Europa se convirtió en un mantra inútil, pero quedaba la posibilidad de salvar la cara aún en la derrota de mayo, asumiendo el coste de los dictados europeos, con un tajo a las prestaciones sociales inferior al que impondría el PP. Ahora parecemos entrar en la incertidumbre, creada por un hombre que solo piensa en sí y para sí. Broma o no, Zapatero decidirá solo, con acertijo incluido, y sobre todo con plena independencia de lo que suceda. En plena tormenta, el capitán elegirá el momento de abandonar el barco.

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El PP encuentra así un nuevo argumento para incrementar su pressing, con total indiferencia ante lo que pueden costar hoy su mensaje de inseguridad y su permanente insolidaridad en temas de Estado de cara a la valoración de la economía española en Europa. Logremos con nuestras declaraciones y nuestros medios un vuelco en la imagen pública de los controladores para mostrar que el caos lo provocó el Gobierno, ya que así aumenta su desprestigio y los trabajadores del aire podrán por fin hacer una huelga legal; opongámonos a aplazar la jubilación a los 67, acusando a ZP de "los recortes sociales" (progresistas que somos); protejamos a los piratas de películas; apuntemos por si acaso que un eventual fin de ETA no sería suficiente y que mientras eso sucede el Gobierno probablemente negocia, y si tal cosa no hace, es obligado pensarlo. En suma, cuando menos merece el PP llegar al poder, más cerca está de lograrlo.

Lo cierto es que al Gobierno y al PSOE no les queda otro recurso que asumir de antemano las derrotas por venir, evitando los discursos triunfalistas del pasado e intentando minimizar aquellas con una gestión eficaz y transparente hasta las elecciones, si es que Zapatero resucita y logra componer el tándem con Rubalcaba que pareció dar un nuevo impulso con el cambio de Gobierno. Y sobre todo conviene preparar el cambio en la mentalidad y en el funcionamiento del partido, percibiendo el enorme coste que tuvo aceptar una disciplina de hierro, impuesta por un líder cuya limitada capacidad estuvo encubierta por su palabra y su control de la organización. No hacen falta liebres mecánicas, sino gestores eficaces y apertura del partido, al modo de las primarias de Madrid. Siempre sin nervios. Algún refuerzo de veteranos desplazados tampoco vendría mal de cara al futuro. Zapatero sin duda no escuchó la vieja advertencia de Georges Brassens contra el culto ciego a la juventud: "Quand on est con, on est con", la estupidez no tiene edad.

A pesar de todos los errores y del repliegue social reciente, el PSOE representa concepciones de la política y la sociedad españolas centradas en la modernidad y en la defensa del Estado social de derecho, mientras las rémoras del pasado en el fondo y en la forma, los usos de la gente de bien de la oligarquía tradicional, con toda su dureza ahora envuelta en neoliberalismo, siguen siendo el patrimonio del PP. El cambio apuntado en 1996-2000 quedó truncado. Vale la pena evitar que establezca un prolongado monopolio del poder en España.

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