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Análisis:ANÁLISIS | Conflicto hispano-marroquí
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Renovadora del independentismo saharaui

Una mujer frágil y con escasa formación ha logrado, con su protesta en Lanzarote iniciada ahora hace un mes, poner en aprietos a los gobiernos de dos países -Marruecos y España- y, sobre todo, ha conseguido sacar del olvido un conflicto estancando desde hace 34 años, el del Sáhara Occidental.

Marruecos, en opinión de varios diplomáticos europeos, ha hecho un pésimo negocio expulsando a la activista saharaui de El Aaiún a Lanzarote el 14 de noviembre. En el mejor de los casos tardará meses en recomponer su buena imagen en Europa. En el peor verá como se abre camino uno de sus peores temores: la ampliación del mandato de la Minurso, el contingente de la ONU en el Sáhara, para que incluya la supervisión de los derechos humanos.

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Haidar, de 42 años, no sólo ha colocado en primera línea de la actualidad el contencioso de la última colonia africana de España -hasta los grandes medios estadounidenses han mencionado su protesta-, sino que le ha dado un toque "moderno", hasta "romántico", aseguran algunos de sus simpatizantes españoles.

Aunque José María Aznar se llevaba mal con Marruecos, su ministra de Asuntos Exteriores, Ana Palacio, tenía una funesta opinión del Frente Polisario. Tachaba a su líder, Mohamed Abdelaziz, de "diplodocus surgido de la noche de los tiempos". Lleva más de 30 años en el cargo. Ahora la principal figura mediática de la lucha por la independencia saharaui es sustituida en un santiamén por una mujer joven, madre, no violenta y en absoluto integrista. Es un salto hacia la modernidad en un mundo musulmán en el que pertenecer a ese sexo significa, con frecuencia, estar relegada. Haidar no milita formalmente en el Polisario, pero se identifica plenamente con él. Repite hasta la saciedad que el movimiento independentista es el único representante del pueblo saharaui.

Aunque intenta mantenerse en un segundo plano, el Polisario aplaude entusiasmado la protesta de Haidar. Para tratar de sacar el mayor rédito político de su huelga de hambre ha enviado a Madrid a Emhamed Khadad, uno de sus más brillantes dirigentes. Khadad la apoya, pero asegura también "no querer que se convierta en mártir". Para las autoridades de Rabat, en cambio, el éxito mediático y la movilización diplomática que ha suscitado la iniciativa de Haidar es un auténtico quebradero de cabeza. Prueba de ello es que su prensa oficialista, encabezada por la agencia estatal MAP, dedica grandes espacios a recoger declaraciones de partidos, asociaciones saharauis pro marroquíes, etcétera, arremetiendo contra la "traidora".

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La diplomacia marroquí consagra también esfuerzos, sin demasiado éxito, a explicar en España su postura enviando a ministros y a los presidentes de las dos cámaras de su Parlamento. Se enzarza, por último, en agrias polémicas con instituciones, como el Parlamento portugués, que aprobó una resolución de apoyo a Haidar. Nunca, sin ella, la cámara baja lusa hubiese descubierto la causa del independentismo.

La reivindicación que Haidar impulsa desde un cuartucho sin ventanas del aeropuerto de Lanzarote está dando que hablar, pero no será decisiva para resolver el conflicto que estalló tras la entrega por España, del Sáhara, a Marruecos y a Mauritania en 1975. Éste último país renunció a su parte en 1981 y Rabat se adueñó de ella.

El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, nombró a un nuevo representante personal para el Sáhara, el estadounidense Christopher Ross, y éste convocó una primera reunión informal de las delegaciones marroquí y saharaui, en Austria, a principios de agosto. Su intención era reanudar la negociación formal, interrumpida desde la primavera de 2008, a finales de este año, pero la tirantez creada por el "caso Haidar" lo dificulta.

El conflicto del Sáhara mantiene al Magreb dividido -la tensión es permanente entre Argelia y Marruecos cuya frontera está cerrada desde hace 15 años-, pero no lo desestabiliza. De ahí que las grandes potencias, que ocupan puestos permanentes en el Consejo de Seguridad, se conformen con dar orientaciones sobre la solución a uno u otro de los beligerantes. Mientras la región no esté al borde del abismo no les impondrán un compromiso.

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