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El Rey llama a "hacer un frente común y trabajar" para superar la crisis

Don Juan Carlos expresa públicamente su preocupación por la situación económica

El Rey atravesó el atestado salón del Palacio Real y se dirigió directamente hacia Mariano Rajoy, quien parecía querer pasar inadvertido en un rincón. Tras abrirse paso entre sus invitados, don Juan Carlos le saludó efusivamente y bromeó sobre su involuntario protagonismo. No fue el único gesto de la familia real hacia el líder de la oposición.

Tanto el Rey como el Príncipe de Asturias coincidieron en quitar hierro al comentario del presidente del PP -"Mañana tengo el coñazo del desfile", dijo el sábado en A Coruña-, a quien un micrófono indiscreto colocó en una embarazosa situación.

Pero don Juan Carlos tenía ayer inquietudes de más calado. Y quería que se supiera. En contra de lo habitual, la Casa del Rey autorizó a que se difundiera parte de su conversación.

El monarca y don Felipe quitan hierro al comentario del líder del PP

Tras asegurar que seguía "con preocupación y gran interés" la crisis financiera internacional, ofreció su opinión. "Es necesaria la unidad de todos para salir adelante", dijo. "Es muy importante que los países de la UE se pongan de acuerdo para hacer un frente común y adoptar las medidas necesarias. Hay que ponerse a trabajar".

Aunque aludía a la necesaria colaboración entre los Gobiernos, el llamamiento del Rey apelaba también a los principales responsables políticos españolas, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, quienes tienen pendiente desde hace semanas una entrevista para abordar este grave problema.

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Fuentes de La Moncloa reconocieron que aún no hay una fecha para el encuentro, mientras que Rajoy eludió cualquier responsabilidad. "Estoy dispuesto a acudir en cuanto me llame el presidente, aunque no sé bien para qué", afirmó.

La recepción de ayer hubiera debido servir para que el jefe del Gobierno y el líder de la oposición intercambiaran al menos un saludo, pero Zapatero excusó su presencia alegando que debía acudir a la cumbre de los países del euro convocada en París por el presidente Nicolás Sarkozy.

También Zapatero encontró la comprensión del Rey. "El presidente no está aquí porque está haciendo lo que hay que hacer, que es trabajar", afirmó.

Fue la Reina, pletórica en vísperas de su 70 cumpleaños, la que acudió al rescate de don Juan Carlos, "solo ante el peligro", según sus palabras, en medio de un corrillo de periodistas.

Pero ayer, con Zapatero ausente y Rajoy refugiado en el off the record, los periodistas no estaban en el Palacio Real en calidad de periodistas sino como invitados.

Al contrario que en años anteriores, no fueron los medios de comunicación los que decidieron a quién acreditaban, sino que fue la Casa del Rey la que decidió a quién invitaba.

Fuentes de la Zarzuela alegaron que, de las 1.000 invitaciones cursadas, unas 200 tuvieron como destinatarios a periodistas. Es decir, más que nunca. Y añadieron que otras casas reales, como la británica, emplean tradicionalmente esta fórmula.

Aunque tal vez sin relación con lo anterior, fuentes de Zarzuela no ocultaban su malestar por la forma en que algunos medios han tratado en los últimos meses las noticias relacionadas con la familia real. Por ejemplo, la separación entre la infanta Elena y don Jaime de Marichalar, que estuvo por primera vez ausente en este acto.

Más que nunca, don Juan Carlos ejerció ayer como anfitrión. Y su familia fue el centro indiscutible de la recepción de la Fiesta Nacional.

El Rey, durante el desfile de la Fiesta Nacional. A su lado, Carme Chacón, Javier Rojo y José Luis Rodríguez Zapatero.
El Rey, durante el desfile de la Fiesta Nacional. A su lado, Carme Chacón, Javier Rojo y José Luis Rodríguez Zapatero.ULY MARTÍN

Un desfile más pesado de lo previsto

A las 10.15, un cuarto de hora antes de comenzar el acto, Mariano Rajoy llegó caminando por la calle de Génova hasta la tribuna de altos cargos en la plaza de Colón, a la derecha de la que ocupaban las altas autoridades del Estado. Estrechó unas pocas manos e intercambió algunos saludos, antes de sentarse en la primera fila junto a su mujer, Elvira Fernández. Allí permaneció con el semblante serio durante el desfile, escrutado por las cámaras de los fotógrafos. Ni aplaudió al paso de la Legión o la Guardia Civil ni comentó sus impresiones con nadie, más que con su propia esposa. No parecía entusiasmado, pero tampoco aburrido, aunque el mal tiempo -tras una noche de aguacero, las nubes amenazaron con descargar toda la mañana- obligó a suspender la parte más vistosa de la parada militar: la exhibición aérea y el salto de paracaidistas.

El desfile, con más de 4.000 militares, se limitó así a su parte terrestre, protagonizada por las unidades pesadas: los carros de combate Leopard, Pizarro o Centauro y los nuevos Lince, los vehículos especiales contraminas que acaban de ser desplegados en Afganistán. En la madrugada del sábado, una patrulla de militares españoles repelió a tiros el enésimo ataque en Afganistán, con el resultado de dos insurgentes muertos y ninguna baja española. "Ojalá sigamos teniendo la misma suerte y el año que viene no tengamos que homenajear a ningún nuevo caído", afirmaba un militar.

El momento más emotivo del acto de ayer fue, precisamente, el homenaje a los militares españoles muertos en acto de servicio desde octubre del año pasado. Lo protagonizaron varios de sus familiares. Entre ellos, la viuda y el hijo del brigada Luis Conde, asesinado en septiembre por ETA.

Si alguien esperaba que el comentario de Rajoy iba a costarle abucheos se equivocaba. Quien sí se los llevó, como ya es tradicional, fue el presidente José Luis Rodríguez Zapatero. Cuando el relator anunció por megafonía su presencia en el acto, parte del público, aunque menos que otros años, lo acogió con pitidos y gritos de dimisión.

Ya en el Palacio Real, Rajoy se refugió en el silencio para no alimentar la polémica. Ni siquiera quiso decir si le había gustado el desfile. A la insistencia de los periodistas respondió con un gesto. En boca cerrada no entran moscas.

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