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La Iglesia se enfrenta al Gobierno

Rouco pide, Benedicto XVI autoriza y los movimientos aportan las masas

Fueron el cardenal Rouco y su animosa corte de colaboradores en el Arzobispado de Madrid quienes idearon la masiva concentración del domingo. Objetivo oficial: reivindicar a la familia cristiana -suele haber jornadas como esta en muchos otros países-. Motivo real: demostrar la fuerza de la Iglesia de Madrid y lanzar la candidatura del cardenal a la presidencia de la Conferencia Episcopal Española (CEE) en unas elecciones convocadas ya para el próximo tres de marzo.

Rouco presidió la CEE entre 1999 y 2005 (dos mandatos de tres años), pero no pudo repetir un tercero por un voto. Los estatutos le exigían los dos tercios emitidos. Sólo el cardenal Tarancón había logrado esa hazaña. Apeado de la competición, las siguientes votaciones favorecieron al obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, frente al candidato del propio Rouco, Antonio Cañizares (entonces arzobispo de Toledo, hoy cardenal). En marzo próximo, Rouco sólo necesitará la mayoría simple de votos, si Blázquez no obtiene la absoluta antes. No es descartable su regreso al liderazgo episcopal. Se sabe que le gusta.

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El apoyo de los 'kikos'

Rouco por sí sólo no hubiera podido llenar de fieles la plaza de Colón. Se fue a Roma, consiguió el beneplácito de Benedicto XVI -y su compromiso de que hablaría a los concentrados por televisión- y convenció a Kiko Argüello para que se implicase en el empeño. Era más de la mitad del éxito.

El carismático fundador del Camino Neocatecumenal, el movimiento más movilizador de todos los que proliferan en las últimas décadas en Roma, debía un favor a Rouco: el encargo de pintar, novísimo Miguel Ángel, los techos de la catedral de la Almudena. Aceptó. Más: movilizó al resto de los nuevos movimientos. Suelen competir, pero esta vez se unieron: focolares, legionarios de Cristo, comunidad de San Egidio, Renovación Carismática...

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Rouco se encargó del resto. Convenció a la Conferencia Episcopal, incluso a su presidente Blázquez, muy reacio a asistir a este tipo de manifestaciones (hubo 42 obispos en la plaza de Colón, sobre 74). Convenció al resto de los cardenales en activo, aunque finalmente dos no acudieron (Martínez Sistach, el de Barcelona, dicen que por enfermedad; y el de Sevilla, Carlos Amigo, que mandó un mensaje grabado). Se reunió en secreto con los católicos del PP (el diputado Jorge Fernández, el ex consejero con Gallardón Carlos Mayor Oreja...). Y no le costó conseguir el apoyo del Foro de la Familia, presidido por Benigno Blanco, ex alto cargo en el Gobierno de Aznar y convocante de las manifestaciones contra el matrimonio entre homosexuales. Sólo fracasó ante el nuncio de Roma, el arzobispo portugués Monteiro. Le invitó a unirse, pero no se presentó.

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