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Entrevista:

"En realidad, el nacionalismo catalán no ha existido nunca"

El pasado 13 de diciembre, los organizadores de la Fiesta de las Letras Catalanas vetaron la presencia en el acto del ministro de Cultura, Jordi Solé Tura. Posteriormente, el 6 de enero, durante la entrega del Premio Nadal, el ministro quedó relegado protocolariamente tras el presidente del Parlament y el consejero de Cultura, un incidente que no, ha trascendido hasta ahora. Solé Tura, que repasa en esta entrevista los aspectos más polémicos de su biografía intelectual, cree que los incidentes tienen una causa más vasta: la creciente dificultad del Gobierno central de intervenir en Cataluña a partir de la consideración nacionalista de que en Cataluña sólo la Generalitat es Estado.

Pregunta. ¿Qué hará usted el próximo 13 de diciembre?Respuesta. Volveré a comunicar a Ómnium Cultural mi intención de asistir a la fiesta literaria de Santa Llúcia. Lo contrario sería aceptar una situación que no tiene pies ni cabeza.

P. El pasado 6 de enero, en la entrega del Premio Nadal, se dio también una situación, protocolaria anómala. En todo momento estuvo usted a la zaga del presidente del Parlament y del consejero de Cultura.

R. Sí, así es. Y me preocupa más lo del Nadal que lo de Omnium. Esa noche no abrí la boca porque no se puede entrar constantemente en cuestiones protocolarias. No creo que nadie dijera a los organizadores que debían hacerlo así, y eso demuestra que se acepta como natural lo siguiente: quien viene de Madrid siempre es un personaje secundario o indeseable. Mis compañeros de gobierno se inquietan cuando tienen que ir a Cataluña. Son vistos como enemigos, como adversarios. Los problemas de protocolo son símbolo de algo mucho más vasto: esa tesis según la cual el Estado no tiene nada que hacer en Cataluña porque la Generalitat es en Cataluña el único Estado. Y éste es el grave problema de fondo. Poco a poco, esa concepción está penetrando en muchos sectores de la sociedad catalana. Y eso no puede seguir así. La Generalitat cree que algunos ministerios, y en especial el de Cultura, no pueden intervenir en Cataluña sin pasar por su cedazo. Y eso no es Jordi Solé Tura. exactamente así. Hay asuntos que exigen colaboración y convenios y otros que no. Este contencioso no está bien resuelto.

Banca Catalana

P. ¿Cree usted que el Partit dels Socialistes de Catalunya tiene plena conciencia de ello?

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R. Es dificil hablar de eso. Durante mucho tiempo, cada vez que el PSC tenía que intervenir en política, levantaba la mano y decía: "Escuchen señores, que yo soy legítimo, que yo soy catalán". Fueron los años difíciles de Banca Catalana. Después, poco a poco, el PSC ha intentado recuperar una situación de normalidad y final mente lo ha conseguido. Por tanto, es comprensible que le dé una gran pereza entrar en ese terreno de debate. Lo que pasa es que, más allá de la pereza, llegará un día en que tendremos que entrar. Porque si no se hace puede crearse una situación de marginalidad, no ya provocada por un hecho tan espectacular como el de Banca Catalana, sino por pequeños accidentes como los protocolarios que comentamos y que van calando poco a poco sutilmente en Cataluña. El caso de Ómnium y el del Nadal son para mi señales de alerta. Quizá haya que reaccionar. Porque a mí los únicos que me vetaron fueron los franquistas.

P. Su biografía intelectual presenta desde 1967 diversos signos de enfrentamiento con el nacionalismo. Hace 25 años usted publicó un libro, Catalanismo y revolución burguesa, que creó una notable polémica.

R. Yo había desarrollado ya en los años cincuenta algunos de los temas de ese libro a partir de la lectura de Vicens Vives. Es decir, que la tesis de que en Cataluña hay un nacionalismo de origen burgués que se inscribe en la historia de España y que es la forma que el regeneracionismo adopta en Cataluña, es una tesis antigua.

Yo he dicho desde mi juventud que el nacionalismo no lleva a la solución de los problemas catalanes ni españoles, sino a su complicación, y que la única salida a los problemas del Estado es una solución federal. Esta idea es la base de ese libro, y la sigo suscribiendo 25 años después. Curiosamente, cuando se publicó, la principal y más violenta polémica la tuve con Jordi Pujol, que en una conversación personal me aseguró que me equivocaba y que ése no era el camino correcto para Cataluña.

P. En ese libro escribía usted que pasados 50 años desde Prat de la Riba el catalanismo seguía estancado. Han pasado 25 años más.

R. Y estamos en lo mismo. El catalanismo no ha producido en este tiempo ninguna renovación teórica. Si quiere que le sea sincero, yo creo que el nacionalismo catalán no ha existido nunca.. Prat no era mas que un regionalista. El nacionalismo, si es nacionalismo de verdad, lleva al independentismo. Y como ésa es una vía cerrada, nefasta para Cataluña, sólo queda un nacionalismo enloquecido que es separatista en el fondo y un regionalismo que toca las teclas que en cada momento puede tocar sin mayor perspectiva política. Cuando a Cambó, que es quien interpreta correctamente el pensamiento de Prat, le dicen que no puede ser el Bismarck de España ni el Bolívar de Catalunya, se tratará de una simplificación, pero de una simplificación debajo de la cual hay una verdad profunda. Uno no puede pretender gobernar en España sin perspectiva de Estado. Esa es la contradicción que atraviesa todo el pensamiento nacionalista y lo que explica, modernamente, el fracaso de la operación Roca. Pujol es un hombre de Estado podría serlo, más bien cuando acude a Madrid. Pero cuando vuelve a Barcelona ya es otra cosa. Esa contradicción la revela Cambó en una de sus frases tan fantásticas, como aquella en la que reclama una autonomía protegida por la Guardia Civil.

P. ¿Dónde dice eso?

R. En sus propias memorias. De esa contradición no escapan ni él ni todo el nacionalismo posterior. Ni siquiera en los años de la 'República, cuando Maciá proclama el Estado catálán dentro de la Federación Ibérica. Y cuando le advierten que eso no es posible, entonces Maciá se pregunta qué podríamos recuperar. Echa mano al cajón del pasado y resuelve la contradicción entre la autonomía de Cataluña y la España republicana inventándose la Generalitat, aquella institución remota que tuvimos un día.. En el pensamiento posterior no hay novedad. El nacionalismo, eso sí, sigue fiel a una de sus características: la necesidad de tener enemigos.. Reales, como en el caso de la dictadura o inventados.

"No soy antipujolista"

Pregunta. Su nombramiento como ministro fue considerado en ciertos sectores nacionalistas como una provocación. El enemigo interior número uno al frente del ministerio más prescindible. Hay fama de que usted aceptó muy rápidamente el cargo. ¿No le hizo dudar su propio currículo?Respuesta. No podía estar pendiente de eso. Nunca me lo planteé. Ya nos entendería mos, y si no, no sería por eso. Nunca van a poder decir que mi actuación como ministro está hipotecada por mi actitud anterior. Yo no he sido nunca antipujolista ni antinada. Lo que pasa es que me han moles tado muchas. de las cosas que han pasado últimamente en Cataluña y además estoy muy en contra de la línea política nacionalista. El problema principal que tienen los nacionalistas conmigo es que soy catalán. El nacionalismo se ha pasado la vida exigiendo poder catalán en Madrid,, pero resulta que cuando los catalanes mandan en Madrid automáticamente dejan de ser catalanes. El nacionalismo ha planteado una estrategia de negociación per manente entre algo que llaman Cataluña y el Gobierno central. ¿Cuál es entonces su, pro blema? Pues que vienen aquí y se encuentran a Borrell, a Serra o a mí. Catalanes con igual re presentatividad que ellos.

P. En su biografía hay otra caracteristica: usted no pertenece a ninguna de las familias,de la muy endogámica sociedad política catalana. Usted es hijo de un panadero.

R. De un panadero y de pueblo. Muy de pueblo.Mi formación fue completamente atípica. Ni jesuitas, ni Virtélia, ese vivero de las élites, catalanas, ni nada por el estilo. He pensado muchas veces en ello. Y no descarto que eso contribuya a que me consideren un extraño.

P. Otra característica puede completar ese cierto malditismo: su disidencia.

R. No me gusta esa palabra.

P. Preferirá la de antidogmático.

R. Ah, sí, eso sí, antidogmático lo he sido siempre. El otro día reflexionaba con Vázquez Montalbán y Raimon sobre el problema de la generación que se incorporó al PSUC en los años cincuenta o sesenta. A nosotros jamás nos interesó el modelo del Este y éramos menos comunistas que antifranquistas. Siempre he procurado estar más atento a la realidad que a los principios inmutables. Uno se vuelve dogmático . o viejo cuando pierde la curiosidad, cuando habla con un lenguaje pautado, con jerga de grupo .

P. O de ministro...

R. O de ministro.

El enemigo interior

Pregunta. En 1984 usted publicó en este diario un artículo sobre el caso Banca Catalana. En él defendía, prácticamente en solitario, una interpretación estrictamente jurídica del asunto.Respuesta. Ese artículo nació de la indignación y la soledad. Yo ya no era diputado y prácticamente estaba fuera del PSUC. O sea, que podía decir lo que quisiera. Eso supuso que algunos descubrieran en Cataluña su enemigo interior. Pero también hubo gente que me dijo que por fin alguien había plantado cara cuando buena parte de la izquierda se escondía.

P. ¿Alguna vez ha evocado ese artículo con Pujol?

R. No explícitamente. Pero yo estoy seguro de que él cree que mi actitud fue un golpe bajo. Y no era nada más que un intento de racionalidad en una época de desconcierto. De todos modos, todavía están vivos los efectos del síndrome Catalana. El otro día, en La Vanguardia, Pujol aún repetía ante cierto escepticismo del entrevistador que el momento de máxima agresión para Cataluña se había producido entre 1982 y 1986. La personalización continúa. Y eso es peligroso.

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