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Reportaje:

Sábado, alcohol, seis jóvenes y dos muertes

Historia de dos chicas que perdieron la vida en un coche con seis pasajeros que regresaban de una noche de fiesta

"Sábado a la noche, alcohol, potencia, juventud... Mezcla perfecta para ser tragedia. Esta vez nos duele, lo estamos viviendo de cerca... pero desgraciadamente esto ocurre a diario". Son palabras de un alumno de 2º de Bachillerato del instituto Xograr Afonso Gómez en el que estudiaban Lucía y Mabel, las dos niñas de 15 años que perdieron la vida hace ocho días, en una carretera que da acceso al núcleo urbano del municipio lucense de Sarria.

Era la madrugada del domingo 30 de septiembre. Un turismo Seat Ibiza, repleto de juventud, se salió de la vía por el margen izquierdo y chocó contra varios postes de cemento. Dos de sus ocupantes, Lucía y Mabel, resultaron muertas; los otros cuatro, heridos. Las chicas muertas fueron sólo dos de los adolescentes cuyas vidas se rompieron en los accidentes de tráfico ocurridos en España durante ese fin de semana.

Mabel era "muy buena estudiante, con muy buen carácter y muy guapa"

El dramatismo es casi insoportable en el instituto donde estudiaban. Pero sus compañeros quisieron expresar lo que sentían: "Les ha tocado a ellas, pero podía haber sido cualquiera, quizá por eso nos toca reflexionar", dijo un estudiante de 2º de Bachillerato. Lucía residía, junto con sus padres, los abuelos paternos y otra hermana en el municipio de Samos, un lugar enclavado en pleno Camino Francés a Compostela. Sus padres, Enrique y Marta -él, propietario de un taller de reparación; ella, con contratos eventuales en el ayuntamiento-, no sólo tienen que sobreponerse a la pérdida de su hija menor, sino continuar atentos al día a día de su primogénita Andrea, que ahora lucha por salir adelante en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Xeral de Lugo. En el mismo accidente, esta muchacha sufrió una conmoción cerebral y fracturas de pelvis y fémur.

Quienes conocían a Lucía hablan de una chica "alegre" que llenaba de "dinamismo" las despejadas calles de Samos. Una de sus compañeras de estudios escribió de ella: "Era un gran apoyo con el que nosotros contábamos. Tenía sueños que llegó a cumplir y otros los cumplirá allí donde esté".

La familia, herméticamente aislada de cualquier protagonismo ajeno a su propio dolor, lo está sobrellevando "mal", aunque con la esperanza puesta en que lleguen buenas noticias de la hija que sobrevivió, tal y como apunta el alcalde de la localidad, Julio Gallego.

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La otra chica fallecida, Mabel, cursaba 4º de ESO y compartía vivienda con su abuela y sus padres, Manolo y Elba, en el pequeño núcleo rural de Vilaesteva (apenas 70 habitantes), donde poseen una explotación agraria. Todos intentan asimilar el vacío de la muchacha, retratada por una de sus primas como "muy buena estudiante, muy sociable, con muy buen carácter, muy guapa" y "demasiado joven". "Le gustaba salir, pero dentro de la normalidad, porque era muy responsable".

Con todo, quien peor lo lleva es su hermano Marcos, que el próximo mes cumplirá 19 años. Poco después del accidente llamó a su hermana para regresar a casa y no obtuvo respuesta. Instantes más tarde se presentaba en el lugar del accidente y allí mismo constató la tragedia. También fue allí mismo, en un campo de maíz recién segado, donde quedó ahogada la alegría de lo que estaba celebrando aquella noche: su primer contrato de trabajo.

El padre de Lucía esboza el deseo de que, cuando menos, lo que le sucedió a su pequeña sirva "para algo". "Si algo podemos aprender de esto", escribió uno de los compañeros de Mabel y Lucía, "es que a pesar de nuestras ganas de pasarlo bien debemos ser conscientes de todos los riesgos a los que nos exponemos". "Ojalá que esta sea la última vez en la que tenemos que leer algo así".

La tragedia también alcanza a Roberto, el joven de 19 años que conducía el coche que se estrelló. "Aunque de otra forma, él también es una víctima", apunta un vecino y amigo de su familia. Cursó estudios en el mismo centro educativo que las alumnas fallecidas, donde se le recuerda como un alumno "más bien tímido y para nada conflictivo". La especulación sobre la velocidad a la que circulaba, el hecho de regresar de un botellón y el haber dado positivo en el control de alcoholemia le han colocado en el disparadero.

En su declaración ante la jueza se derrumbó y rompió a llorar cuando explicaba como perdió el control del vehículo al accionar el aire acondicionado con el que pretendía desempañar el parabrisas. Ahora, con collarín y sin permiso de conducir, maldice las 3.30 horas de la madrugada del domingo 30 de septiembre.

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