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El falso enigma del Elefante Blanco

El general Luis Torres Rojas debía encabezar las tropas con las que contaba Tejero

El interrogante sobre la identidad del Elefante Blanco ha alimentado morbosamente el pretendido misterio del 23F, hasta erigirse en el símbolo del enigma. Y, sin embargo, es probable que el misterio creado en torno a esa figura, que Antonio Tejero descubrió al juez instructor un mes y medio después del golpe frustrado, haya servido, precisamente, para encubrir la falta de verdadero misterio. Algunas de las personas que se vieron implicadas en los hechos, y muchos de los que los han estudiado, tienden hoy a desmitíricar la aureola enigmática creada en torno al personaje.

En la jerga de los conspiradores, el Elefante era la caracterización de una estructura mastodóntica que necesita hacer un gran esfuerzo para salir de su letargo y ponerse en pie. Una pesada organización de movimientos iniciales muy lentos que, sin embargo, resulta imparable una vez puesta en marcha. Algo que cuadra con la apelación genérica a una fuerza militar, capaz de intervenir o condicionar la política.La confusión ha permitido identificar en la misma figura al jefe militar que, de acuerdo con el plan previsto, debía tomar posiciones con sus tropas en torno a las Cortes y a la persona que estaba al frente del plan golpista y que necesitaba maquillarse con un cierto barniz parlamentario. Sólo así podía ser digerida e incluso aplaudida por sectores políticos, sociales y empresariales, partidarios de derribar a Adolfo Suárez como presidente del Gobierno y rectificar el rumbo de España -el tan mentado golpe de timón, en frase que hizo célebre el ex presidente de la Generalitat de Cataluña, Josep Tarradellas- pero no de provocar un levantamiento sangriento, con detenciones masivas y la implantación de una férrea dictadura.¿Quién era el jefe militar esperado por Tejero en el Congreso? Mientras él no revele ese dato de forma convincente es imposible responder con seguridad a esa pregunta. Pero del desarrollo de los hechos, tal como los conocemos hoy, se desprende una primera respuesta: podía tratarse del general Luis Torres Rojas, cuya misión, el 23-F, consistía en lograr que unidades de la División Acorazada Brunete ocuparan posiciones en distintos puntos de Madrid.Torres Rojas ha dicho que él se encontraba en el cuartel general de la División Acorazada Brunete "esperando órdenes". Obviamente, no de su jefe natural, que era el capitán general de la VIII Región (Galicia), de la que se había ausentado por la mañana con un pretexto, sino de Jaime Milans del Bosch o de Alfonso Armada, con los que estaba comprometido para la operación.

Este mismo general explicó también que había comprendido el fracaso del golpe tan pronto como quedó claro que Armada no estaba en el palacio de la Zarzuela y que en este lugar no se le esperaba para nada. Y la impresión de que todo había fallado se confirmó cuando el capitán general de la I Región, Guillermo Quintana, logró aislar el cuartel general de la Brunete de los diferentes acuartelamiento s donde los carros de combate estaban preparándose para salir y las compañías eran armadas, municionadas y situadas sobre vehículos de diversos tipos para ocupar Madrid. El éxito del general Quintana consiste en que logró que los generales de brigada y coroneles que mandaban esas unidades dudaran de las órdenes recibidas y pidieran confirmación de las mismas al cuartel general de la Brunete.En estas condiciones, el jefe militar esperado en el Congreso no podía acudir. Tal vez Torres Rojas pudo forzar más la situación, detener a Juste y enviar fuerzas a la Capitanía General de la I Región, para aislar el puesto de mando desde el que se había parado la primera oleada del golpe; al menos, Quintana creyó que eso podía ocurrir, y por eso pidió a uno de sus fieles, el general Lago, que le protegiera con sus boinas verdes. Pero Torres Rojas no lo hizo. Al contrario: mientras se intentaba el desalojo de las fuerzas que habían ocupado RTVE -el propio jefe de la Casa del Rey, Nicolás Cotoner, tuvo que exigirle al jefe del regimiento Villaviciosa 14 que retirase esas tropas, después de haberlo intentado otras autoridades militares- Quintana dio instrucciones a Torres Rojas de que abandonara Madrid y volviera inmediatamente a La Coruña. Y éste lo hizo.Un tejerazo

Torres Rojas, o un jefe militar enviado por él, era la autoridad que tenía que hacerse cargo del Congreso y sustituir a Antonio Tejero; pero no el Elefante Blanco, si con esta expresión se quiere describir a la figura máxima de la operación. La única explicación verosímil es que esa persona fuera el general Alfonso Armada, tanto por su conocimiento y participación en las distintas operaciones que condujeron al 23-F como por su actuación concreta en la tarde de ese día y en la madrugada siguiente.

Pero Armada tuvo que acudir al Congreso sin el poderoso respaldo de los tanques en la calle, dispuesto a ofrecer, pese a todo, una salida que encubriera sus responsabilidades, que redujera la intentona a un tejerazo, obra de guardias civiles exaltados, y que le permitiese acceder a la presidencia de un particular Gobierno de concentración nacional. Las cosas habrían rodado de otro modo si Armada, al dirigirse al Congreso, hubiera sido recibido por el general Torres Rojas o los mandos de la Brunete. En lugar de eso, Armada tuvo que convencer de su solución al teniente coronel Antonio Tejero, cuyos esquemas mentales eran mucho más primarios, y que, seis horas después del asalto al Congreso, todavía no aceptaba que un Gobierno de concentración, presidido por Armada, fuera la única solución posible. Aún confiaba en la capacidad de Milans para mantenerse en Valencia, en la posibilidad de contar con otras tropas, ya que la Brunete había fallado. De ahí los intentos de sublevar al regimiento Pavía.

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Una persona que estuvo vinculada al Centro Superior de Información de la Defensa (Cesid) de aquella época afirma que, en los días previos al 23-F, la expresión elefante y frases cabalísticas sobre que viene el elefante fueron escuchadas en el seno del servicio. Antonio Tejero atribuyó al comandante José Luis Cortina los derechos de autor por la frase elefante blanco (el elemento que encabeza la manada en el momento del ataque), presentándola como una consigna para que se sumaran al golpe los políticos que, supuestamente, estaban al tanto de la conspiración militar. Cortina negó todo esto en el juicio y fue absuelto.

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