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Tecnologías que evolucionan y perduran

La vieja tecnología perdura frente a la nueva: la televisión no acabó con la radio, y los superordenadores son el último ejemplo

En 1991, Stewart Alsop, director de InfoWorld y atento observador de las tendencias industriales, predijo que los últimos superordenadores se desconectarían en 1996. En febrero, IBM introducía la versión más reciente de su superordenador, el anciano pero extraordinariamente resistente caballo de batalla de la informática.

Actualmente, las ventas de superordenadores representan una fracción diminuta del mercado de ordenadores personales. Cuando estos potentes sistemas informáticos se enfrentaban a la extinción, IBM remodeló la tecnología, redujo precios y renovó su estrategia.

Una de las consecuencias es que la tecnología del superordenador sigue siendo una actividad importante para IBM, y que este tipo de sistemas sigue siendo el motor administrativo de los mercados financieros internacionales y de buena parte del comercio mundial.

El superordenador se presenta como un caso revelador en la historia más amplia de tecnologías y mercados supervivientes.

La desaparición de viejas tecnologías se vaticina con convicción, y de hecho puede que pierda terreno ante lo nuevo, como pasó con los superordenadores cuando aparecieron los ordenadores de mesa.

Pero la vieja tecnología y los viejos negocios suelen encontrar una vida sostenible y rentable. Se suponía, por ejemplo, que la televisión mataría a la radio, y ya puestos, al cine. Los coches, los camiones y los aviones presagiaban la muerte del ferrocarril. El toque de difuntos dice ahora que Internet matará a los medios impresos.

Tecnologías que perviven

¿Qué rasgos tienen en común las tecnologías supervivientes? Por lo visto, en primer lugar, existe un requisito tecnológico esencial: en la antigua tecnología debe haber cierta ventaja permanente que la nueva tecnología no acaba de suplantar. Pero aparte de eso, lo más importante son las decisiones empresariales: invertir para renovar la tecnología tradicional, adoptar un nuevo modelo empresarial y alimentar una red de atención a los clientes leales, a los socios industriales y a los trabajadores cualificados.

Los expertos sostienen que las predicciones de fallecimiento incumplidas tienden a sobrestimar la importancia de la innovación técnica y a subestimar el papel del juicio empresarial.

"El auge y caída de las tecnologías se debe principalmente a una cuestión empresarial, y no al determinismo tecnológico", comenta Richard S. Tedlow, historiador de la empresa en la Harvard Business School.

Para sobrevivir, las tecnologías deben evolucionar, como hacen las especies animales en la naturaleza. John Steele Gordon, historiador de la empresa y escritor, observa que hay asombrosas similitudes en el proceso evolutivo de los mercados y de los ecosistemas biológicos. Señala que aunque los dinosaurios desaparecieron hace tiempo, víctimas de un cambio climático que favoreció a los mamíferos, los reptiles de menor tamaño evolucionaron y sobrevivieron, y hoy hay más de 8.000 especies de reptiles, principalmente lagartos y serpientes, frente a las 5.400 especies de mamíferos.

Como tecnología mediática, la radio es un superviviente evolutivo. Su momento como centro de diversión de los hogares estadounidenses en las décadas de 1930 y 1940 cedió ante el avance del televisor. El televisor sustituyó a la radio en el papel de caja alrededor de la cual se reunían las familias en la sala de estar. La radio, por su parte, adoptó formatos de programación más cortos y se convirtió en la música y la charla de fondo mientras las personas conducen o hacen otras cosas en casa.

Aunque la televisión sí supuso una amenaza para el cine, también sirvió de acicate para la innovación, incluidos fracasos como la visión olfativa pero también tecnologías de pantalla grande y ricas en color como el Cinerama y el CinemaScope. La idea - y muy buena - era dar a los espectadores una experiencia más vívida y absorbente de la que podían obtener con la televisión.

Un cambio en el entorno económico puede a veces dar pie al renacimiento de una tecnología más antigua. Los ferrocarriles, por ejemplo, disfrutan últimamente de una recuperación de la inversión porque el aumento del precio de los combustibles y de la congestión del tráfico han hecho que los transportistas se pasen de los camiones a los trenes.

El superordenador es la clásica tecnología superviviente, y debe su longevidad a unas decisiones empresariales sensatas. IBM renovó sus entrañas usando microprocesadores de bajo coste como motor informático.

La empresa invirtió y actualizó el soporte lógico, de modo que bancos, empresas y organismos públicos pudieran seguir dependiendo de los grandes sistemas para efectuar transacciones y almacenar datos, y al mismo tiempo les permitieran asumir tareas nuevas como gestionar programas basados en Internet. El modelo más reciente de IBM, el z10, representa una inversión de 1.000 millones de euros y el trabajo de 5.000 profesionales técnicos.

"El superordenador sobrevivió a su experiencia cercana a la muerte y sigue prosperando porque a los clientes no les interesa la tecnología subyacente", comenta Irving Wladawsky-Berger, que lideró la transformación técnica del superordenador a principios de la década de 1990 y ahora es profesor en el Massachussets Institute of Technology. "Los clientes sólo querían que el ordenador central hiciera su trabajo con un coste menor, e IBM realizó las inversiones necesarias para que fuera así".

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