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Reportaje:

Trillo dispara de nuevo al pianista

Dirige la estrategia judicial del PP desde hace 20 años, con ataques a jueces que investigan al partido

Federico Trillo-Figueroa recuerda siempre que, cuando él era vicepresidente del Congreso y le solía hacer la vida imposible a Félix Pons, ambos institucionalizaron la hora del té. Entre sorbo y sorbo, en un ambiente muy británico, el entonces presidente de la Cámara le repetía: "Federico, los argumentos son siempre de ida y vuelta". Por eso, mientras en 1995 Trillo defendía al juez Baltasar Garzón de las acometidas del PSOE por su investigación sobre los GAL, ahora es él quien encabeza la ofensiva del PP contra el magistrado para hacer frente al sumario sobre la trama corrupta formada en torno a Francisco Correa. Y, por eso, él fue el ariete contra la corrupción del PSOE en la última legislatura de Felipe González y ahora actúa como abogado defensor del PP.

El 'caso Naseiro' fue al final 'caso Manglano' y ahora busca el 'caso Garzón'

Trillo es la línea de continuidad del PP desde que era Alianza Popular hasta ahora. Desde Manuel Fraga a Mariano Rajoy, pasando por José María Aznar y Antonio Hernández Mancha. Es el único dirigente de aquella época que mantiene poder en el partido, capacidad de influencia y peso para decidir la estrategia. Le sigue de cerca Javier Arenas.

Para demostrarlo basta relatar que Trillo viajó el 26 de agosto de 1989 a Perbes (A Coruña), junto a Francisco Álvarez-Cascos, Juan José Lucas y Rodrigo Rato, a visitar a Manuel Fraga para pedirle que designara a Aznar líder del partido y desistiera de proponer a Isabel Tocino. O que ese año redactó los estatutos del PP refundado de Aznar y que en el último congreso del partido, celebrado en Valencia en junio pasado, también ha hecho los estatutos. Con el paréntesis de los ocho años de gobierno de Aznar en los que fue presidente del Congreso y ministro de Defensa, toda la estrategia judicial y cualquier informe legal del partido lo ha hecho siempre Trillo. No ha dejado de ser nunca el nexo entre el PP y los tribunales.

Todo empezó a mediados de los 80, en un despacho del número 21 de la calle de Zorrilla, junto al Congreso, en la asesoría legal de lo que era Coalición Popular, de la que formaba parte AP. Junto a él trabajaban Manuel Pizarro, Miguel Herrero de Miñón, Cristóbal Montoro, Francisco Álvarez-Cascos y, en ocasiones, Mariano Rajoy. De entonces, algunos recuerdan cómo Trillo le hacía la vida imposible a Hernández Mancha, a la sazón presidente del partido. Circulaba una malvada y apócrifa frase sobre Trillo: "Si le dejas solo en una habitación es capaz de apuñalarse a sí mismo". Se atribuye a Aznar, pero podría ser de Cascos, porque en la sede de la calle de Génova aún resuenan los ecos de los enfrentamientos entre los dos compañeros irreconciliables de partido.

La mano de Trillo está en recursos de AP ante el Constitucional en los años 80, tan sonados como el del aborto -con José María Ruiz Gallardón, padre del actual alcalde de Madrid-, el del decreto de expropiación de Rumasa y el que tumbó parte de la ley Corcuera. También en recursos como el que limitó el abuso de las leyes de acompañamiento de los Presupuestos o el que posibilitó decidir entre declaraciones conjuntas o separadas para el IRPF.

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Ya con Aznar al frente del PP, Trillo tuvo una intervención destacada en la estrategia para desactivar el caso Naseiro. En plena semana santa de 1990, el partido, entonces en la oposición y en plena transición de líderes, se enfrentó a la detención de su tesorero, Rosendo Naseiro, por orden de un juez de Valencia llamado Luis Manglano. Había pruebas, cintas grabadas y testimonios de financiación del partido e implicación de dirigentes como Eduardo Zaplana. Pero todo quedó en nada porque las pruebas fueron anuladas. Venció la intensa estrategia del PP para desacreditar al juez y a algunos de los testigos. Por ejemplo, llevaron a uno de los implicados, Salvador Palop, concejal del PP de Valencia, ante el psiquiatra López-Ibor para presentar al juez como un desalmado que presiona a un testigo hasta un extremo intolerable. El equipo en el que estaba Trillo no paró hasta convertir el caso Naseiro en el caso Manglano. Algo así como el vaquero que entra en la cantina y no dispara al forajido, sino al pianista. Si se cambia Naseiro por Correa, Manglano por Garzón y Zaplana por Camps se completa la ecuación de la estrategia de manual que ejecuta estos días Trillo. Lo mismo que hizo hace 18 años. En esa época le tocó hacer la vida imposible a Manglano y ahora a Garzón. Cumpliendo la máxima de que los argumentos son de ida y vuelta, para hacer frente a la trama de corrupción, nada mejor que presentar al juez como un corrupto. El pianista era Manglano y ahora es Garzón.

Y como los argumentos van y vienen, tras enterrar el caso Naseiro, Trillo cogió la bandera de la lucha contra la corrupción en la etapa de Felipe González. Él firmó la querella contra la cúpula de Interior por el uso ilegal de los fondos reservados. Él, con argumentos que entonces iban y ahora vuelven, hizo de ariete contra la corrupción del PSOE por el caso Filesa y en defensa del juez Marino Barbero, atacado por los socialistas. Y él dirigió la actuación de su partido por el caso Juan Guerra, por el caso Roldán y por los papeles falsos de Laos. Entre 1996 y 2004 hizo un paréntesis en su carrera como abogado del PP para ser presidente del Congreso y ministro de Defensa. Con él en Defensa, España participó en la guerra de Irak y se produjeron el accidente del Yakolev y los errores en la identificación de los cadáveres de las víctimas. El lunes empieza el juicio a militares por este caso. Él siempre ha sostenido que no debía asumir responsabilidad política alguna.

Tras la catástrofe electoral del PP en 2004, se convirtió en diputado de a pie pero sin abandonar su capacidad de influencia sobre Rajoy. Tuvo papel estelar en la redacción del recurso contra el Estatuto de Cataluña ante el Constitucional y contra leyes como la de Igualdad, la de matrimonios homosexuales y la de violencia de género. Y en la redacción de estatutos de autonomía como el de Andalucía, con argumentos de ida y vuelta calcados de artículos del catalán que él mismo recurrió.

En esa etapa de judicialización de leyes, Trillo también disparó contra el pianista. Con recusaciones en cadena, disparó contra los magistrados del Constitucional que aporreaban las teclas. "Intento de abuso de derecho o fraude procesal, con fundadas sospechas de que las recusaciones se formularon para alterar la composición del Pleno", sentenció con severidad el Constitucional en diciembre de 2007 para rechazar su intento de apartar a tres magistrados de la deliberación sobre los recursos al Estatuto catalán. Utilizó una información sobre una supuesta conversación en el seno del tribunal cuya publicación forzó el propio PP. Ese disparo no alcanzó al pianista. Tampoco el que hizo contra la presidenta, María Emilia Casas, por un informe que hizo su marido. Sí dio de lleno el misil que lanzó contra el magistrado Pérez Tremps, al que apartó de esa deliberación.

En esta legislatura ha ascendido a responsable de Justicia e Interior del PP y su poder crece como negociador de los dos únicos pactos de Estado formalizados: el de justicia y el de terrorismo. Entre argumentos que van y vienen, exige responsabilidades políticas a Bermejo, denuncia a Garzón y arremete contra el jefe de la Policía Judicial, mientras mantiene contacto fluido con el ministro Rubalcaba sobre lucha contra ETA. Y al sastre de Camps le aplica la misma medicina que a Palop para desacreditar su testimonio. Hoy, como cada domingo, Trillo se subirá a la bicicleta para hacer un puñado de kilómetros.

Trillo, en marzo de 1995, cuando denunció el uso de los fondos reservados.
Trillo, en marzo de 1995, cuando denunció el uso de los fondos reservados.EFE
Trillo, con Soraya Sáenz de Santamaría, presenta un escrito contra Garzón.
Trillo, con Soraya Sáenz de Santamaría, presenta un escrito contra Garzón.CRISTÓBAL MANUEL

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