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Reportaje:

El Valle de los Caídos quiere librarse de los 'ultras'

El abad de la basílica se opone a las exaltaciones franquistas del 20-N

Pablo Ximénez de Sandoval

La indignación era patente en el rostro de un hombre de mediana edad vestido de falangista que, el pasado sábado, asistió en el Valle de los Caídos a una misa funeral en memoria del dictador Francisco Franco y del fundador de La Falange, José Antonio Primo de Rivera. A gritos, recriminaba a los miembros de la Fundación Francisco Franco: "¡Esto es un homenaje a Franco! ¡El cura no lo ha mencionado ni una vez! ¿A ése le pagáis la misa?". No le faltaba razón. El padre abad Anselmo Álvarez Navarrete, oficiante del funeral, no hizo la más mínima mención a los iconos de la ultraderecha española. Quizá no sabía el falangista que era intencionado y que, a partir de ahora, va a seguir siendo así.

"Si alguien nos pide una misa por un enemigo de Franco, se la aceptamos", dice el abad

La Fundación Francisco Franco, organizadora del funeral, había pedido la ausencia de símbolos políticos en todo el recinto del Valle. La improbable petición fue acallada por una marea de banderas preconstitucionales y uniformes falangistas, interpretaciones a pleno pulmón del Cara al sol y sentidos recuerdos a las madres de Santiago Carrillo y José Luis Rodríguez Zapatero.

En la entrada, representantes de la organización pedían a los asistentes que dejaran las banderas en el suelo: "Órdenes directas del Gobierno. Si hay una sola bandera nos cierran el Valle y no volvemos más", explicaba un veterano militante. La reacción era muy diferente si se trataba de una familia con niños o de un grupo de adolescentes disfrazados de los años 30.

El proyecto de Ley de la Memoria Histórica, actualmente en tramitación y muy criticado desde la izquierda, establece que "en ningún lugar del recinto podrán llevarse a cabo actos de naturaleza política ni exaltadores de la Guerra Civil, de sus protagonistas, o del franquismo". Así las cosas, y con propuestas desde la izquierda para que el Valle pase a ser un "centro de interpretación" del franquismo, liberarse de toda connotación política parece una cuestión de supervivencia para el templo.

"Creemos que la propuesta del Gobierno va en el sentido más práctico para el Valle", afirma Álvarez. "Cualquier otra cosa sería de un sentido o de otro". Por parte de los monjes, hay una "voluntad de deslindar [el Valle de] la dimensión política de determinadas personas". Desligarse de lo político "es una preocupación permanente", añade. "Somos monjes, pertenecemos únicamente a la Iglesia y estamos prestando un servicio a la sociedad, a nadie más".

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A las cinco de la tarde, el padre abad, cabeza de los 25 monjes benedictinos de clausura que gestionan la Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, se dirigía a más de 4.000 personas dispuestas a honrar a Franco y a José Antonio en el aniversario de su muerte. Frente a él, la hija del dictador.

La homilía fue dirigida a presentar el templo como un lugar de reconciliación. "Los muertos por los que hoy oramos no son ya de unos ni de otros, Todos pertenecen a Dios. Ante Dios no hay vencedores ni vencidos". El abad explicó que el Valle fue construido por "trabajadores que, en su totalidad, eligieron libremente participar en las obras" (el templo fue construido por prisioneros republicanos). En referencia a la memoria histórica dijo que "la reconciliación no puede ser el desarme de unos para hacer posible el proyecto de otros". "Nadie puede, en nombre de nada, abolir lo que las generaciones anteriores han creído, amado y vivido como lo más preciado de su existencia".

El discurso puede parecer hecho a la medida del auditorio; sin embargo, "aunque el mensaje podía tener una aceptación en sus líneas generales, si no hay una invocación directa a Franco se considera un agravio", indica Álvarez. "Se cuenta con ello".

En un momento dado, lanzó: "Dejad en paz este lugar. Permitid que siga siendo un lugar de paz y espiritualidad". Al hilo de lo que venía siendo el discurso, la audiencia interpretó que se refería a los planes del Gobierno. "No me refería al Gobierno, sino a las manifestaciones del día anterior", aclaró a este periódico, en referencia a la petición de IU para que el Gobierno prohibiera la misa.

A mitad del funeral, cinco hombres vestidos de falangistas, liderados por el ultraderechista Ricardo Sáenz de Ynestrillas, apartaron a empujones a los abuelos de la Fundación Franco, que a punto estuvieron de acabar en el suelo. Metieron en la Basílica una bandera preconstitucional que presidió el resto de la misa. "Se había hecho un esfuerzo colosal", se lamenta Álvarez Navarrete. "El único incidente fue este, y fue un acto de fuerza mayor. No nos podíamos poner a discutir" en medio de la misa.

El incidente de Ynestrillas fue lo más comentado del funeral del sábado. Un anciano daba su opinión sobre la baja catadura del grupo: "A mí lo que me ha molestado es que uno de ellos llevaba calada la boina y no se la ha quitado en la misa".

El intento de hacer un 20-N sin símbolos fascistas era poco realista. "Sin duda", admite el padre abad. "Pero, en todo caso, como nuestra convicción es esta, como la Fundación Francisco Franco está de acuerdo y como, por otra parte, está previsto en la ley que así suceda, aunque sabemos la dificultad que eso implica queremos dar los primeros pasos. Nosotros sabemos hasta qué punto esa dimensión política perjudica al Valle". En la mañana del domingo se enfrentó a otro grupo de falangistas que pretendía realizar un nuevo homenaje a José Antonio. La tensión llegó al borde de la violencia física contra los religiosos, según relató un monje.

Álvarez Navarrete se propone combatir prejuicios e insiste en que el monumento no es patrimonio de los ultras. "Si alguien nos encarga una misa por un enemigo de Franco, se la aceptamos", afirma. "La integración del Valle en la sociedad española estaba ya lograda y estabilizada antes de que surgiera esta tormenta", opina el abad. "Desde el día que se abrió el Valle el número de visitantes se aproxima a los 50 millones [unos 500.000 al año]. No puede ser que todos tengan una motivación política".

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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