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Reportaje:La lucha contra la delincuencia

"Vente a España, esto es el paraíso, la policía ni te toca"

La nueva delincuencia violenta se vale de las leyes garantistas españolas y de la facilidad para viajar por la Europa sin fronteras

Jorge A. Rodríguez

Los guardias civiles se quedaron de piedra. Estaban escuchando una cinta grabada durante una investigación a una banda de rumanos, especializada en robos en chalés y empresas:

"Hombre, vente para España, que esto es el paraíso... Que sí, que aquí la policía ni te toca".

La invitación de un delincuente asentado en España a un miembro de su banda todavía en Rumanía es tan real como la confesión que un delincuente albano-kosovar, detenido en Madrid tras una cadena de golpes empresas de varios polígonos industriales, le hizo a un veterano policía cuando le preguntó por qué tenían tanto desprecio por la vida de sus víctimas, a las que habían golpeado con dureza, y por la propia:

"Sabe", le dijo con una medio sonrisa y mirándole con fijeza a la cara, "yo era policía en Kosovo y viví la limpieza étnica".

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Los funcionarios relatan estas experiencias para explicar por qué España ejerce un singular atractivo para las mafias del Este, y también de otros países, y la razón por la que actúan con una violencia desconocida hasta hace poco por estos pagos. "Occidente para ellos es una tarta, un lugar donde la gente vive relativamente despreocupada, tiene una menor capacidad de sufrimiento y donde, además, las leyes son garantistas", asegura un alto mando de la Comisaría general de Policía Judicial.

La ola de asaltos perpetrados con gran violencia en chalés de Cataluña ha vuelto a poner de manifiesto la penetración en España de un nuevo tipo de delincuente. Viene fundamentalmente del Este de Europa, de los países de la ampliación, y se nutre, en gran medida, de los restos de la policía y las fuerzas militares de esos países. Esos delincuentes, una vez atravesadas las fronteras de Alemania o Austria, se distribuyen en la UE gracias a la libertad de circulación del espacio Schengen.

Ya se dio la voz de alarma cuando Pietro Arkan, un moldavo que asesinó la noche del 19 al 20 de junio de 2001 al abogado madrileño Arturo Castillo. Tras entrar de madrugada en el chalé que poseía Castillo en Pozuelo de Alarcón (Madrid), Arkan asesinó al letrado, intentó matar a su esposa y agredió a las dos hijas del matrimonio. El móvil fue el robo. El entonces delegado del Gobierno en Madrid, Ángel Ansuátegui, explicó a los ciudadanos que, si querían más seguridad, se la pagaran de su bolsillo. Algo similar a lo que acaba de decir la consejera de Interior de Cataluña, Montserrat Tura.

Los nuevos delincuentes tienen su propio estilo. Las bandas están interconectadas entre ellas, de forma que, según las necesidades, se van formando grupos diferentes para distintas actividades criminales. Casi siempre hay varios de sus miembros en barbecho. Son aquéllos que se dan por satisfechos con el botín obtenido y vuelven a sus lugares de origen, a disfrutar de la nueva riqueza. "Cuando regresan a sus países, sus antiguos compinches que no se han decidido a dar el salto ven cómo les ha ido y se deciden a venirse para acá", coinciden policías y guardias.

Este sistema de refresco ha sido utilizado especialmente por bandas de búlgaros, pero sobre todo por rumanos. El ejemplo es la banda detenida este mismo viernes en Tarragona, que tenía todo el producto de sus 100 robos ocultos en un zulo en el monte, donde vivían como antaño lo hacían los quinquis, la rama criminal autóctona y nómada que delinquió por toda España desde los años 50. "Lo que suelen hacer es cargar un camión o una furgoneta y salir disparados hacia su país para venderlo todo", aseguran los investigadores de delincuencia organizada de la policía y de la Guardia Civil.

Esta banda era de las consideradas silenciosas. Pero las que han creado la alarma son las que actúan con violencia. "Tampoco es que sea una novedad", recuerda el citado alto mando de la policía judicial. "La gente ya no se acuerda de los atracadores españoles de las recortadas y las locas [los Seat 1.400 Sport] que en los 70 atracaban bancos a tiro limpio, o cuando los yonkis asaltaban en los años 80 a ancianas o farmacias, sin importarles un pimiento si había heridos o no; o cuando en Madrid, hace menos tiempo, los sicarios colombianos se mataban por deudas".

La diferencia, además de la violencia, es que estos nuevos delincuentes, con ex policías en sus filas, saben cómo trabaja las fuerzas de seguridad. Dos ejemplos. Cuando en los primeros años 2000 hubo una ola de asaltos a polígonos industriales, los investigadores descubrieron que los atracadores siempre escondían el botín en un lugar seguro de las proximidades, para poder huir tranquilamente. Y si les pillaban, nada llevaban encima. Ahora, las nuevas bandas someten a vigilancia a los guardas jurados de las urbanizaciones y a las fuerzas de seguridad. Cuando los ladrones salen de las casas con el botín, los entregan a un compinche, que en caso de ser detenido sólo puede ser acusados de receptación de objetos robados.

La diferencia también es que estos grupos proceden casi siempre de las mismas localidades, son vecinos y amigos. Incluso traen a sus hijos, a los que entrenan en el delito. "En Madrid hemos visto cómo chavales de ocho o nueve años se entrenan robando carteras y móviles en bares, de forma limpia y rápida, o se dedican a la mendicidad casi profesionalmente. Es que aquí el negocio es más rentable".

La llegada de estas mafias está creando problemas similares en Portugal, pero también en Francia. La diferencia en el vecino del norte es que las mafias marsellesas ya educaron a la población en la violencia. "Es cierto, pero también surgió en la costa mediterránea de Francia, que era un feudo de izquierdas. La ultraderecha se nutrió de votos por la presencia de extranjeros en esas bandas", admiten analistas policiales.

La única forma de combatir el fenómeno, admiten las fuentes consultadas, es "endurecer las leyes, coordinar las fuerzas y más gente para investigar". "Lo que la gente debe saber, aunque no sea políticamente correcto, es que si quiere vivir cada vez más lejos y más aislados, no puede pretender tener un policía en cada chalé, y que tiene que colaborar, llamar a la policía si ve algo sospechoso, como es habitual en Francia o Estados Unidos", aseguran el citado alto cargo. Además, hace una advertencia: "Los planes especiales de refuerzo están bien, son necesarios. Pero cuando presionamos en la Costa del Sol se fueron a la Comunidad Valenciana; cuando apretamos allí, se fueron a Baleares, y ahora, apretando, han llegado a Cataluña". Es la gira del delito. El plan de Cataluña tendrá, están convencidos guardias y policías, el mismo efecto. La duda es adónde irán.

Último cartel de la Guardia Civil emitido para pedir información sobre El Solitario.
Último cartel de la Guardia Civil emitido para pedir información sobre El Solitario.

El más violento de los autóctonos

Los investigadores sólo conocen su disfraz. Pero a fuerza de investigarlo, de intentar desentrañar sus costumbres, se han familiarizado con este hombre que ya ha matado a un policía y a dos guardias civiles, y hace menos de un mes disparó en una pierna a un empleado del banco porque no tenían el dinero que se esperaba.

Le llaman El Solitario. Es, además de los terroristas, uno de los exclusivos delincuentes españoles que tiene un cartel de "se busca". Se trata de un hombre que, según los investigadores, lleva una vida normal, posiblemente con familia e hijos. Comete sus asaltos de higos a brevas, cuando se le acaba el botín de su robo anterior. "Creemos que lleva una vida normal, pero que cuando tiene un apuro económico, no sabemos exactamente por qué aunque no creemos que se trata de deudas de juego ni nada similar, da un golpe y desaparece", aseguran fuentes de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil.

Tiene en su haber al menos 23 robos a bancos, casi 600.000 euros de botín, una fijación por los Suzuki Santana (posiblemente para escapar a campo traviesa) y por las armas del calibre 45, con probabilidad un pistolón militar o una ametralladora. Tras asesinar el 9 de junio de 2004 a dos guardias civiles en Castejón (Navarra) y a un policía local en La Vall d'Uixó (Castellón) en mayo de 2000, está reputado como el más violento de los atracadores españoles que sigue en libertad, una vez que ha caído Ángel de Amor Pastor Mesquida, Sabonis. Su último acto violento, cometido en Sarria (Lugo), en abril pasado, fue pegarle un tiro a un empleado del banco porque sólo tenía 835 euros en la caja. "Está claro: volverá a actuar, y pronto", sentencian los investigadores.

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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