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Columna
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Verano en negro

Antonio Elorza

Las cosas no empezaron bien. Por vez primera en mi larga vida universitaria, un proyecto de investigación me era rechazado. Se trataba de analizar en nuestro país las nuevas formas de engarce entre poder político y medios de información, un tema planteado desde nuevas bases a partir de la experiencia Berlusconi en Italia, y cuyos efectos se han sentido aquí a lo largo de los últimos cuatro años en toda la amplitud del espectro político, desde la convergencia entre la Cope y El Mundo o Libertad digital a la relación privilegiada de Mediapro con el Gobierno. El análisis del discurso iba a ser el instrumento analítico fundamental, pero, dicen, es sólo "una propuesta relativa al debate político" y además sesgada. Antológico. Puro Ollendorf. No me importa demasiado. Lo que me preocupa es que el procedimiento recuerda la censura de libros en la etapa final del absolutismo, sólo que sin acceso a los informes. Bien merecido lo tengo por indagar sobre tales asuntos.

A los 40 años de la invasión de Praga, Putin ve cumplido su sueño gracias Bush

Claro que existió la posibilidad de olvidarlo todo y gozar con el espectáculo de las olimpiadas. Sólo que antes o después los informativos perdieron la oportunidad de contar a los españoles qué había detrás del escenario, con los cientos de millones de campesinos en la pobreza, la corrupción de Estado y una política exterior mucho menos inofensiva de lo que nos cuentan los sinólogos oficiales. Hay allí un olvido total de los derechos humanos -algo más que falta de "respeto a la identidad tibetana", incluso para los propios chinos-, agresividad larvada (Taiwán) y una protección de dictaduras espantosas como la birmana. Con insistir de mil maneras en que todo-debe-ser-pero-aún-no-es-y-quién-sabe-si-algún-día-lo-será, se agotan las sesudas reflexiones. Montaje de cortinas de humo al gusto de Moratinos.

Georgia marcó el momento decisivo del verano. Menos mal que con todo Sarkozy y Kouchner limitaron el alcance de la ocupación. Un insensato nacionalista provocó una guerra que casi destruye su propio país. Primer responsable: Bush, desconocedor de quién es Putin, verdugo implacable ya en Chechenia, e incapaz de frenar desde Beijing a un protegido al que no puede proteger, en nombre de una "integridad territorial" desde hace tiempo perdida. ¿Hasta cuándo seguirá Bush provocando desastres? Resultado: vuelve Rusia como gran potencia desalmada, en la estela de Stalin, dispuesta a todo para recuperar su cinturón imperial, con una siembra de bombardeos contra la población civil de Georgia. A los cuarenta años de la invasión de Praga, Putin ve cumplido su sueño gracias a Bush. Mal presagio.

En el orden personal, el desenlace del verano tuvo acentos trágicos, con el incidente que amenaza la vida de Jesús Neira. Mi trato con él fue transitorio, pero muy intenso. Dirigí en Ciencias Políticas su tesis sobre los orígenes del totalitarismo español, un trabajo donde trataba de valorar el enlace entre el maurismo y el fascismo de los años 30. La pionera técnica empleada, que Neira aplicó con la ayuda del ordenador a costa de infinitas horas, era el análisis del discurso. En la defensa de la tesis se registraron desde el tribunal objeciones rayanas con el surrealismo, pero Jesús replicó con la convicción que le caracterizaba y obtuvo el premio extraordinario de doctorado. Luego, siguió otro camino académico. Del Neira que conocí en sus años jóvenes, amén de aquella extraordinaria dedicación, destacaba la firmeza en la defensa de las propias convicciones, ejercida con seguridad y elegancia. No me extrañó nada su comportamiento altruista. Sirvan estas líneas de sentido homenaje.

El episodio sugiere un comentario adicional, sin olvidar el valor de su acción, la brutalidad del agresor y la en principio incomprensible defensa de éste por la agredida. Por desgracia, esto último es lo normal, y no sólo entre la gente del bronce. De poco servirán las merecidas Cruces al Mérito si no cala en la sociedad una educación cívica: la ministra de Educación conoce muy bien hasta qué punto personas por encima de toda sospecha tienden a inclinarse ante el agresor. Recuerdo el caso de una universitaria que amonestó a su protector espontáneo: "¡No debiste defenderme! Yo me las hubiera arreglado sola". Así que mientras no cambie la mentalidad: defensa de los agredidos, pero también cautela.

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Y no todo ha sido amargura en torno al color negro. Cabe también el error, al adjudicar siempre tal calificativo al candidato Barack Obama, cuando Obama no es negro, sino mulato. Negro es el porvenir para todos si vence el ticket formado por el heroico MacCain y su feroz cazadora de renos, modelo de typical American girl from a typical American town, que diría Pete Seeger. Acompañada además de una guardería ambulante. Un hallazgo, con su oportuno antiabortismo, para nuestra derecha. Para mí, una pesadilla.

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