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Reportaje:

Vuelos de la CIA: ni ver, ni oír, ni preguntar

El servicio secreto español fue el primero en ponerse a disposición de EE UU el 11-S, pero éste no le informó de sus actividades

Miguel González

"Todos los mecanismos de cooperación en operaciones de inteligencia están puestos en marcha", proclamó el entonces jefe del Gobierno, José María Aznar, tras reunirse en la Casa Blanca con el presidente de EE UU, George W. Bush, el 28 de noviembre de 2001, apenas tres meses después de los ataques del 11-S contra Washington y Nueva York.

Aznar no hablaba sin fundamento. Pocas semanas antes le había precedido en su visita a EE UU el director general del servicio secreto español, denominado entonces Cesid (Centro Superior de Información de la Defensa), Jorge Dezcallar.

El jefe de los espías españoles acudió a las sedes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), en Langley (Virginia), y de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), en Meade (Maryland), para reunirse con sus máximos responsables, George J. Tenet y el teniente general Michael V. Hayden, quien al cabo de cinco años ha sustituido al primero.

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Dezcallar fue recibido con gran cordialidad. No en vano, el Cesid había sido, el mismo 11 de septiembre, el primer servicio extranjero que contactó con la CIA para ponerse a su disposición. En los meses siguientes, España se convirtió en objetivo prioritario de la investigación, tras conocerse que Mohamed Atta, jefe de los pilotos suicidas de Al Qaeda, se había reunido en Tarragona con Ramzi Binalshib, enviado personal de Bin Laden, dos meses antes de los ataques.

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La solidaridad con EE UU no estaba exenta de interés: Aznar vio en el 11-S la oportunidad de convertir el terrorismo, que España llevaba tres décadas sufriendo en solitario, en el tema prioritario de la agenda internacional.

Un responsable del servicio español de inteligencia en aquella época sostiene, sin embargo, que "en ninguna reunión, formal o informal, se planteó nada ilegal. Toda la cooperación que pidieron, y se les prestó, se adecuaba escrupulosamente a los principios del Estado de derecho".

No obstante, la decisión de Washington de convertir la lucha contra el terrorismo en una guerra global y tratar a los detenidos como prisioneros despojados de cualquier derecho, lo que se plasmaría en el campo de concentración de Guantánamo, dificultó la cooperación, según el mismo ex responsable, quien asegura que España "nunca compartió esa visión, ni siquiera en los momentos de mayor sintonía política".

Públicamente, los gobernantes españoles evitaban cualquier crítica a los métodos de sus aliados americanos. Preguntado por unas declaraciones del vicepresidente de EE UU, Dick Cheney, quien defendió la guerra sucia y sugirió que la CIA debería contratar "a unos cuantos indeseables", el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Josep Piqué, contestó a EL PAÍS: "No creo que debamos perdernos ahora en detalles semánticos".

"Nunca supimos que trasladaran presos por nuestros aeropuertos. Pero, si lo hubiéramos sabido, con el ambiente que existía en aquellos momentos, tampoco habríamos podido oponernos", opina un militar que ocupaba en aquella época un alto cargo en los servicios de información.

Según el registro de la organización europea de control aéreo Eurocontrol, la primera escala de un avión fletado por la CIA en suelo español se produce el 11 de diciembre de 2001. Un L-100 Hércules procedente de Bermudas (EE UU) aterriza en Tenerife y al día siguiente sale hacia Antalya (Turquía). En 2002 se producen seis escalas y, al año siguiente, 16. Palma de Mallorca y Tenerife son los aeropuertos más frecuentados, y Libia y Marruecos los destinos que más se repiten.

Todas las fuentes consultadas coinciden en que la CIA nunca informó a las autoridades españolas de las escalas de sus aviones, aunque algunas se prolongaron varios días. Un ex agente asegura que una norma no escrita obliga a informar al servicio homólogo cuando se viaja a un país extranjero, especialmente si se trata de un país amigo. Pero esta norma no parece de aplicación para EE UU.

Precisamente, el único elemento que enturbió en aquellos años la colaboración entre el servicio de inteligencia español y la CIA fue su falta de reciprocidad. "Nosotros les proporcionábamos toda la información que nos requerían y ellos ni siquiera nos contaban luego qué hacían con ella", recuerda el militar ya citado.

¿Debió enterarse el Cesid de lo que pasaba por los aeropuertos españoles aunque los americanos no se lo dijeran?

Mallorca no es un lugar cualquiera. Allí veranea la familia real y algún ministro alemán de la época pasaba más tiempo en las Baleares que en su propio país. La antena local del servicio secreto fue reforzada para controlar a un grupo islamista y, según algunas fuentes, existía una base de seguimiento de comunicaciones en el Mediterráneo y el norte de África.

Además, los aeropuertos son lugares de especial interés para los servicios secretos, y en los más importantes, como Barajas, hay enlaces permanentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), sustituto del Cesid.

Sin embargo, el ex responsable del Cesid ya mencionado asegura que "nadie dio la alarma, jamás se sospechó que hubiera nada irregular. De lo contrario, se habría investigado y se habrían pedido cuentas al jefe de la oficina de la CIA en Madrid".

"Probablemente", admite, "si en vez de estadounidenses hubieran sido rusos o cubanos, la cosa habría resultado distinta".

Si a alguien le llamaron la atención el pasaje o las rutas de aquellos aviones, el pasaporte diplomático de EE UU actuó como incontestable salvoconducto y nadie hizo más preguntas.

En realidad, no resulta tan sorprendente si se considera que el convenio militar con EE UU compromete a España a no preguntar si los buques de la Navy que atracan en puertos españoles llevan o no armas nucleares. O si se tiene en cuenta que el Ministerio de Defensa ignora la identidad de los miles de pasajeros que, en esa misma época, transportaron los Hércules españoles puestos a disposición de EE UU en Afganistán. ¿Cómo preguntar entonces por el pasaje que ellos llevaban en sus propios aviones?

Y sin embargo, había indicios más que suficientes para imaginar lo que estaba pasando. "Sabíamos que había países de Oriente Próximo que se ofrecían para interrogar a detenidos", recuerda el ex responsable del Cesid. "Te decían: 'nos lo dejas un par de meses y contará todo lo que te interesa'. Nosotros ni siquiera nos lo planteamos, nos repugnaba, pero éramos conscientes de que se hacían esas cosas".

En realidad, bastaba leer la prensa. El 25 de noviembre de 2001, tres días antes de la visita de Aznar a EE UU, EL PAÍS publicó un artículo de Bob Woodward, el periodista que destapó el Watergate, que terminaba con esta frase: "El servicio secreto egipcio ha sido particularmente activo y colaborador con la CIA. Egipto tiene uno de los mejores y más implacables servicios de espionaje de Oriente Próximo, y algunos de los arrestados en otros países como parte de las redadas relacionadas con el 11 de septiembre han sido enviados a Egipto para ser interrogados y juzgados".

Un mes después, el 18 de diciembre de 2001, dos árabes residentes en Suecia fueron detenidos, entregados a la CIA y trasladados a El Cairo (Egipto). La misma suerte sufrió, en febrero de 2003, el clérigo Abu Omar, secuestrado en Milán por la CIA y transportado a Egipto.

El 28 de febrero de 2005, el semanario estadounidense Newsweek reveló las rutas de los vuelos fletados por la CIA para trasladar extrajudicialmente a prisioneros a países donde podían ser sometidos a malos tratos. El 12 de marzo, Diario de Mallorca empezó a informar de las escalas de estos vuelos en el aeropuerto de Son Sant Joan.

Uno de los aviones mencionados en los informes policiales sobre los vuelos de la CIA despega del aeropuerto de Palma de Mallorca el 12 de marzo de 2004.
Uno de los aviones mencionados en los informes policiales sobre los vuelos de la CIA despega del aeropuerto de Palma de Mallorca el 12 de marzo de 2004.AP

La investigación del CNI

El CNI, igual que la Guardia Civil, investigó las escalas de aviones supuestamente fletados por la CIA en el aeropuerto de Son Sant Joan después de que Diario de Mallorca las destapase. Fuentes gubernamentales aseguran que no se hallaron indicios de la comisión de actos delictivos "en territorio español".

Esta precisión es importante. Si es cierto, como todo parece indicar, que el Boeing-737 que despegó de Mallorca el 23 de enero de 2004 fue el mismo al que subió en Skopje (Macedonia) el ciudadano alemán Khaled el Masri, secuestrado en la frontera de Serbia y sometido a malos tratos durante cinco meses en Afganistán, el delito se habría cometido fuera de territorio español.

Respecto a los cuatro vuelos que, entre marzo y septiembre de 2004, enlazaron los aeropuertos españoles de Tenerife, Palma y Barcelona con la base de Guantánamo (Cuba), la posibilidad de que trasladasen prisioneros no pasaría del terreno de la hipótesis. Ante los requerimientos oficiales, Estados Unidos ha asegurado que no ha vulnerado en ningún momento la legislación española. Y el Gobierno lo ha dado por bueno.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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