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Reportaje:La lucha por la sucesión en el PP

La amenaza es Esperanza

El desparpajo y la ambición recorren la vida política de Aguirre

Antonio Jiménez Barca

Esperanza Aguirre y Mariano Rajoy se subieron juntos a un helicóptero en Móstoles (Madrid). "Teníamos pensado dar una vuelta a la ciudad. Mariano iba mirando por la ventana y yo, hablando con el alcalde, que es del partido", recuerda ella. El aparato despegó en la plaza de toros, superó el tendido, pero luego pegó un giró extraño y se precipitó al suelo. "Yo, la verdad, no me di cuenta de mucho al principio. Sólo me fijé en que el ruido del motor cambiaba", añade. El helicóptero se cayó frente a la puerta enfermería. "Tras el golpe, ahí metidos, el alcalde de Móstoles exclamaba, muy nervioso, 'horror, horror', y yo le dije: 'Vale, hombre, vale, que no ha pasado nada". Los guardaespaldas y ayudantes de los políticos, que se habían quedado en tierra, corrieron en su auxilio. Rajoy salió el primero: lívido, sin habla y sin gafas. Aguirre, al verse a salvo, se dirigió a la nube de periodistas que había presenciado el percance y exclamó con una sonrisita: "Para habernos matado".

Leguina dijo de ella: "Todo hombre tiene su cruz, y Esperanza es la mía"
Sus colaboradores la definen como segura de sí misma, discutidora y terca
Ha construido ocho hospitales, pero se gestionan con empresas privadas
Otra crítica generalizada es la de la manipulación de Telemadrid
Las jornadas de despacho no le van, ni la lectura de informes técnicos
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Le gusta salir a pie a la Puerta del Sol y ponerse a hablar con la gente
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El por entonces líder indiscutible del Partido Popular se hirió un dedo, necesitó pasar por el hospital y horas después confesó haber tenido, al montarse en el helicóptero, una funesta premonición del accidente. Esperanza Aguirre, por su parte, acudió esa misma tarde, con el tacón de una bota roto por la caída como único contratiempo, al pleno de la Asamblea de Madrid. Por esas fechas, diciembre de 2005, se encontraba en la primera legislatura como presidenta de la Comunidad, empezaba a contar como dirigente nacional con proyección y a nadie se le escapó la extraña habilidad de esta mujer para caer de pie, para sobreponerse a situaciones imprevistas y peligrosas y salir de ellas sacudiéndose tranquilamente el polvo de la hombrera.

Hoy, más de tres años después, Esperanza Aguirre, tras noquear varias veces a su eterno e íntimo enemigo madrileño el hoy alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, se ha convertido en el referente de un sector del PP y en la principal aspirante para optar a la tambaleante silla de Rajoy como líder de la derecha española.

"El sector del PP que se impone ahora está inspirado en el pensamiento débil. Consiste en no llevar mucho la contraria a Zapatero, en ser más progre... y mucha gente del partido ve que esto no funciona y busca un líder con más tirón. Y ahí está Esperanza, a quien la deriva que está tomando el partido pues tampoco le gusta", manifiesta un dirigente del PP próximo a la presidenta de la Comunidad de Madrid.

El lunes, Esperanza Aguirre leyó una preparadísima conferencia en el foro de Abc en Madrid que retumbó por todo el país y en la que pedía un cambio de rumbo ideológico para su partido. La leyó, además, delante de un Rajoy con cara de póker que al día siguiente debía representar a su grupo en el debate de investidura de José Luis Rodríguez Zapatero. Y la leyó consciente de lo que se estaba jugando. "Yo sabía que iba a tener la repercusión que tuvo. Claro que lo sabía. Porque, entre otras cosas, después de haber perdido las elecciones, aquí, en el PP, nadie había dicho nada", asegura la presidenta de la Comunidad de Madrid.

Cuando terminó de leer, respondió, con la misma tranquilidad con la que sale de los helicópteros destrozados, que no descartaba presentar su candidatura a la presidencia del PP en el congreso extraordinario de junio. Daba un paso adelante. O más exactamente: no retrocedía en un momento decisivo de su larga carrera política que empezó a principios de los ochenta en las bancadas de la oposición del Ayuntamiento de Madrid. El mismo lugar en el que se estrenó otro político joven, brillante y ambicioso, también con todo por demostrar y con quien Aguirre se iba a cruzar y a pelear repetidamente a lo largo de los años: Alberto Ruiz-Gallardón.

Esperanza Aguirre Gil de Biedma nació en Madrid en 1952 en el seno de una familia de la alta burguesía, estudió en el Instituto Británico y se licenció en Derecho en la Universidad Complutense en 1974, el mismo año en el que se casaba con Fernando Ramírez de Haro, conde de Murillo, Grande de España y ganadero de profesión. Desde 1981 trabajó como jefa del gabinete técnico de la Dirección General del Libro y Cinematografía.

Sus colaboradores la definen como una persona campechana hasta el paroxismo, segura de sí misma, discutidora y terca. Habla con tacos, le gusta el golf, adora lo inglés y se profesa liberal en lo político.

Fue concejal de Medio Ambiente en 1989. En 1990 aseguró que deseaba convertirse en la primera mujer ministra de Defensa y en 1993 amenazó con encadenarse a una encina para evitar la tala de 200 árboles en la Casa de Campo a raíz de unas obras de ampliación del metro previstas por la Comunidad de Madrid, gobernada entonces por el socialista Joaquín Leguina. A éste se le atribuye una frase sintomática: "Como dijo Churchill, todo hombre tiene su cruz; y la mía es Esperanza Aguirre".

José María Aznar, por entonces líder del PP, en la oposición, se fijó en ella precisamente a raíz del episodio de la cadena y la encina. En 1996 la nombró ministra; no de Defensa, sino de Educación y Cultura. Durante unos años su popularidad creció tan rápidamente como caía su prestigio. Metía la pata en entrevistas en las que confundía películas, libros y autores. A todas partes la perseguía el grupo de reporteros del programa Caiga quien caiga, que la caricaturizaba como una ignorante atolondrada que soltaba lo primero que se le pasaba por la cabeza.

Pero a Esperanza Aguirre no conviene menospreciarla: "Venían a por mí y yo lo utilicé. Me daba popularidad y lo aproveché", asegura con la misma sonrisita de siempre. Otro cualquiera habría sucumbido ante una publicidad envenenada como ésta. Incluso hubo quien pronosticó que su carrera entraba en vía muerta. Pero lo que a otros devora, a ella parece que le alimenta.

En 1999 se convierte en la primera mujer que preside el Senado y, en 2003, José María Aznar la reclama para formar parte del equipo que disputará las elecciones en el bastión popular por excelencia: Madrid. El líder del Partido Popular decide la alineación: Aguirre optará a la Comunidad de Madrid y el hasta entonces presidente, Alberto Ruiz-Gallardón, a la alcaldía.

El destino acerca de nuevo a estos dos caracteres contrapuestos que no se soportan. A estas alturas, con dos mayorías absolutas a sus espaldas, Ruiz-Gallardón se ha convertido en un gobernante solvente, hábil y exitoso, en el político de Madrid con más proyección y futuro. A Aguirre le corresponde el papel de segundona.

Pierde las elecciones de junio. Pero la espantada de dos diputados socialistas, Eduardo Tamayo y Maite Sáez, inutiliza la victoria socialista en lo que se dio en llamar el Tamayazo. Se repiten las elecciones y en septiembre Esperanza Aguirre obtiene la mayoría absoluta para gobernar la Comunidad de Madrid. Desde el primer momento imprime un estilo propio y personalísimo, con cierta tendencia al populismo y a llenar la agenda de actos callejeros y de cámaras. No es raro verla discutir en la televisión con los vecinos:

¿Que no se cree que hayamos hecho esta biblioteca en el barrio? Pues ahora se viene conmigo a verla, señora. Faltaría más.

Una colaboradora asegura que varias veces al día sale andando por la puerta principal de la sede de la Comunidad de Madrid, la que da a la siempre abarrotada Puerta del Sol. "Le gusta ponerse a hablar con la gente", explica.

Por el contrario, no le van las jornadas de despacho ni las lecturas exhaustivas de los informes técnicos. "Yo he estado en reuniones donde la presidenta hacía preguntas que a cualquier otro le daría vergüenza. A ella no. Otro hubiera intentado estudiarse las cuestiones o, por lo menos, disimular. Ella ni se los estudiaba ni disimulaba", asegura un dirigente de la oposición que coincidió varios años con Aguirre en la Asamblea de Madrid.

La mayoría de los gobernantes eligen ministros, consejeros o concejales y dejan después que éstos formen su propio equipo según su criterio. Aguirre no: elige al consejero, el viceconsejero y, a veces, hasta los técnicos de grado superior y medio que les asesoran a todos.

Un cargo del PP -afín a Alberto Ruiz-Gallardón- que trabajó con ella asegura que Esperanza Aguirre mantiene controlados a todos a base de puentear a uno con el otro y al otro con el uno. Así se pasea por el organigrama del Gobierno regional como Pedro por su casa, entrando y saliendo, de arriba abajo, armada con un teléfono móvil y llamando a cualquiera para pedir información o dar una orden incontestable.

Ha construido ocho hospitales, pero todos se gestionan con empresas privadas, y ha impulsado la enseñanza concertada en detrimento, según denuncian los sindicatos y la oposición, de la pública. Rafael Simancas, diputado socialista y durante muchos años su rival en la Asamblea de Madrid, asegura que la principal crítica a la presidenta es la de estar desmantelando a conciencia los servicios públicos esenciales: la Sanidad y la Enseñanza. "Eso va en contra de un principio fundamental: el de igualdad, en el que ella no cree", añade Rafael Simancas.

Otra crítica generalizada a su gestión es la de la manipulación de Telemadrid. Un ejemplo: en abril de 2004, el por entonces director general de esta cadena, Manuel Soriano (antiguo jefe de prensa de Aguirre en el Ministerio de Educación y en el Senado), remitió una nota al jefe de Gabinete de Aguirre, sobre un reportaje del 11-M: "Te mando la primera parte del documental que daremos el jueves y el viernes. Pásaselo a la presidenta. Creo que ha quedado muy bien cinematográficamente e ideológicamente. Un abrazo. Manolo".

Deja de ser segundona. Ruiz-Gallardón, que en un principio menospreció a esta mujer experta en caer de pie y salir bien librada de los líos, ve cómo le disputa el liderazgo en su terreno con terquedad e instinto. Y se lo arrebata: en octubre 2004 se convierte en presidenta del PP regional después de una noche negra para el alcalde, en la que comprueba con desconcierto que no cuenta con apoyos a su alrededor, que todos los dirigentes locales del PP están con Aguirre, quien se los ha sabido ganar uno a uno.

El político con más probabilidades de disputar la sucesión a Mariano Rajoy hasta ese momento ve que el combate por el liderazgo central del PP, que era entre dos, se convierte en una lucha entre tres porque es imposible zafarse de esa mujer que le sonríe siempre en los actos oficiales cuando se sienta a su lado. En mayo de 2007, ambos ganan por aplastante mayoría las elecciones a la Comunidad de Madrid y a la alcaldía de la capital. Queda claro que nadie está por encima del otro. Probablemente el alcalde haría suya esa frase atribuida a medias a Leguina y a Churchill: "Cada hombre tiene su cruz y la mía...".

El lunes, tres semanas después de que Mariano Rajoy perdiera las últimas elecciones generales, la presidenta abandona la sede del Gobierno regional de Madrid para dar una conferencia decisiva para su carrera política que se ha pensado mucho. Sale a pie, como siempre, por la salida principal, la que da a la Puerta del Sol. Le rodea una expectación inusitada. En la conferencia asegura que hay que dar la batalla ideológica. Y luego añade que no descarta presentarse al congreso de junio.

Alberto Ruiz-Gallardón se encuentra en Pekín en ese momento, en una visita oficial por la candidatura oficial de Madrid a los Juegos Olímpicos. Ha declarado su fidelidad a Mariano Rajoy y parece que se retira de la pelea. Ya no son tres los contendientes. Son sólo dos, los que se montaron juntos en ese helicóptero estropeado en Móstoles: la que da la conferencia y sonríe y el que la escucha a pocos metros con cara de póker.

Esperanza Aguirre, en una sala de reuniones de la sede de la Comunidad de Madrid.
Esperanza Aguirre, en una sala de reuniones de la sede de la Comunidad de Madrid.BERNARDO PÉREZ

Las caras de Esperanza

ENEMIGOS ÍNTIMOS. El enfrentamiento entre Aguirre y Gallardón llegó a su cénit con la lucha por la presidencia del PP de Madrid. Aguirre se impuso con contundencia.POLÉMICA CULTURA. En 1996 José María Aznar la puso al frente del ministerio. Su gestión estuvo lastrada por continuas meteduras de pata en los medios de comunicación.PRESIDENTA DEL SENADO. En 1999 se convirtió en la primera mujer al frente de la Cámara alta. Renunció al cargo en 2002 para presentarse a las autonómicas madrileñas.LA FORTALEZA DE MADRID. El carisma nacional de Aguirre se cimenta en sus dos victorias en las elecciones a la presidencia de Madrid, la última de forma aplastante.

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Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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