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Un aterrizaje de libro

El piloto del avión que tomó tierra en Ginebra sin el tren delantero dice que se limitó a seguir el manual de emergencias

Carlos E. Cué

Una entre un millón. Ésa es la probabilidad de que el tren de aterrizaje delantero de un avión MD-87 (McDonnell Douglas) se niegue a salir. Pero existe. El sábado pasado le ocurrió en Ginebra (Suiza) a uno de Iberia que viajaba desde Barcelona con 101 pasajeros, uno de ellos un bebé.Lo único que hizo el comandante, Jaime Marcos, con 12.500 horas de vuelo a sus espaldas, fue seguir punto a punto el manual de emergencias, que, según él, cubre el 100% de las situaciones posibles en vuelo.

Cerca de las 11.50 del sábado, hora de llegada prevista, Marcos inició la aproximación al aeropuerto helvético. Pero algo iba mal. Cuando vieron que el piloto indicador del tren de aterrizaje delantero estaba en rojo, explica, probaron un "procedimiento alternativo" que desbloquea sus puertas para hacerlo caer "por su propio peso". Pero tampoco eso funcionó. Aproximación frustrada.

Siguiente paso: llamar al servicio de mantenimiento de Iberia a ver si se les ocurría algún truco de última hora. Nada.

Pero tenían tiempo para dar con la mejor opción. ¿Por qué? Cuestiones económicas. Los aviones suelen viajar con el combustible justo, pero, según el copiloto, Javier del Olmo, en Suiza es mucho más caro que en España, por lo que en Barcelona habían puesto suficiente para el viaje de vuelta: una hora y cuarto para pensar.

Pero, al final, había que tomar una decisión. Estaba en el manual: aterrizar sin tren delantero tras haber pedido a los bomberos que llenasen la pista de nieve carbónica (espuma), para evitar que la fricción del morro y el asfalto provocaran un incendio, pero sólo después de los primeros mil metros a fin de que las ruedas traseras no resbalasen y perdieran frenada.

También había que informar a los pasajeros y "ordenarles, que no recomendarles", según el sobrecargo, Víctor Málaga, que siguieran las medidas de seguridad. Había que procurar que no cundiese el pánico. "Ellos pasan mucho más miedo que nosotros", puntualiza el comandante, "porque nosotros estamos concentrados en que no se nos escape ni un detalle mientras que ellos no pueden hacer nada más que esperar".

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Entre el copiloto y él sujetaron el morro mientras fue posible -"no es fácil, son 52 toneladas"- para luego soltarlo suavemente. Aterrizaje perfecto.

Y evacuación de récord. "En menos de un minuto estaban todos fuera", recuerda el sobrecargo. Incluido el bebé: "No vea cómo lo agarraba su padre".

El comandante matiza que hacen cursillos cada seis meses para preparar estas emergencias y que sacan ejemplos de cada accidente.

Todo está en el manual. Pero, al final, puede depender de lo fuerte que se tire de la palanca. Y de ella tira una persona. Esta vez lo hizo bien.

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