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Reportaje:(PRE)PARADOS / 7

"Sin la ayuda de mis padres, no llego a fin de mes"

Más de la mitad de los jóvenes de menos de 29 años no son económicamente independientes

"Estoy desilusionada. Llevo muchos años trabajando y creo que lo justo es poder independizarme, pero ahora tengo que dejar la que ha sido mi casa durante más de un año", lamenta al teléfono Elena Palacios, madrileña de 29 años, que esa mañana empaquetaba sus cosas -ropa, libros...- para dejar el estudio en el que vive desde hace un año y tres meses y volver a casa de su madre. Adiós a su espacio, ese en el que le encantaba escribir y escuchar música; adiós a su vida de adulta. Pero los 900 euros que gana como auxiliar de biblioteca no le dan para llegar a fin de mes en una ciudad como Madrid, donde solo en el alquiler se le iban 700. Sin la ayuda económica de su madre, este año hubiera sido "imposible", afirma.

"No ver a mi padre tranquilo me revienta", dice Gorka
"Mis padres nunca imaginaron algo tan descorazonador", se lamenta Alicia

Elena reconoce que echó mal las cuentas. Trabaja desde los 23 años y desde hace cuatro tiene un contrato indefinido (siete horas diarias, de lunes a viernes). Cuando decidió irse de casa, solicitó la ayuda al alquiler del Ministerio de Vivienda, 210 euros al mes, y se la concedieron. Pero no llegaba mensualmente -"me reconocieron el derecho en julio de 2009 y en enero de 2010 cobré todos esos meses; desde entonces no he vuelto a recibirla"- así que, entre la espada y la pared, echó mano de su madre: "Estaba tan ahogada que ella me ayudaba con la comida y los gastos puntuales". Y es que más de la mitad de los jóvenes de entre 20 y 29 años no son económicamente independientes, según datos del Instituto de la Juventud (Injuve) del último trimestre de 2009.

Carmen Cobos, la madre de Elena, es funcionaria y tiene un sueldo medio. "Elena ha gastado sus ahorros y yo los míos, por ayudarla", dice con impotencia. Carmen tiene otras dos hijas -ambas con estudios universitarios y buenas notas- a las que educó en la idea de que el trabajo duro se recompensa. Ahora, viendo a Elena volver a casa, no oculta su frustración: "Estoy muy decepcionada. Siento que todo lo que les inculqué no sirve, que me he equivocado".

"La precariedad laboral de los hijos se traduce en precariedad para las familias, en lo económico y en lo emocional", explica Alessandro Gentile, investigador del Instituto de Políticas y Bienes Públicos del CSIC, que ha analizado la cuestión en su tesis Inestabilidad laboral y transición a la vida adulta. Jóvenes adultos mileuristas en España e Italia. Y es que las expectativas frustradas de los hijos lo son también, y con mayor crudeza, de los padres, que han invertido en educación para ver ahora cómo sus vástagos no logran ser independientes.

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Lo que peor lleva Gorka Martín-Curto (periodista madrileño de 28 años) es seguir siendo una preocupación para su padre: "Me revienta no verle tranquilo y, mientras yo necesite ayuda, sé que no lo estará". A Gorka su padre, médico, le "echa un cable" con el alquiler. Es propietario del piso que su hijo comparte con otros tres compañeros y los 300 euros de alquiler se reducen a veces. "Algunos meses me lo ha rebajado y otros, directamente me lo ha perdonado", explica. Y es consciente de su suerte.

Gorka trabaja a media jornada por 600 euros al mes como auxiliar de producción en programas de call tv -esos que se emiten de madrugada y en los que un presentador exhorta a los espectadores a resolver una sopa de letras-. Antes de eso pasó medio año en paro, cuando la web de en la que trabajaba empezó a despedir gente. El problema es que lo que era una solución temporal se alarga: "Cogí el trabajo porque eran 600 euros o nada; pero ya llevo así un año".

Ahora compagina el call tv con los proyectos personales. Ha grabado el piloto de un programa deportivo de entretenimiento que quiere vender a empresas de TDT e irá al Festival de Sitges con un corto de género fantástico, Insaciable y discreta, premiado en el Festival de Shots. Pero sí cuenta con un balón de oxígeno del que tirar, si llegara a hacer falta. "Un colchón", lo llama, que tiene la forma de una herencia y un finiquito anterior.

Gentile señala que esta es "una generación de herederos", en la que cada uno vive el riesgo "según la familia que tenga detrás". Y va más allá: "En esta generación están poniendo las bases de las desigualdades futuras".

Para Alicia Canes (28 años, Barcelona) su situación de dependencia se está volviendo, "moral y económicamente, insostenible". Licenciada en Historia del Arte y con un currículo brillante (DEA, beca en la Real Academia de España de Roma, seis idiomas...), siempre ha trabajado a la vez que estudiaba. A finales de 2009 cambió Barcelona por Londres ante la falta de perspectivas laborales - "en España solo existía el paro", dice- y se fue a vivir con su novio danés. Hoy hace prácticas como voluntaria en el centro Barbican. Sin cobrar, porque espera que esa sea la llave para encontrar trabajo en alguna institución. Con el sueldo de su novio pagan el alquiler y las facturas; pero comen gracias a los padres de ella, que les pasan entre 400 y 500 euros mensuales. "Sin mis padres no llegaríamos a fin de mes", afirma Alicia. Pero ella ha puesto una fecha límite a esta ayuda: finales de año.

Aunque asegura que sus padres no le dicen nada, está convencida de que lo llevan fatal. "Jamás hubieran imaginado que para nuestra generación pasar a la vida adulta -encontrar trabajo, comprar piso, etcétera- sería una situación tan descorazonadora. Ellos -y el Estado- han invertido mucho dinero en mi formación. ¿Dónde ha ido a parar toda esta inversión? Es una injusticia", concluye.

Hay algo cultural tras la ayuda paterna. Para Gentile, buscar soluciones de puertas para adentro "retrasa la actuación política": "En Francia u Holanda no se habla de problemas de jóvenes, sino de ciudadanos; así, estos problemas los asumen las instituciones. Pero aquí, nuestra mejor seguridad social es la familia".

Elena Palacios, de 29 años, y su madre, Carmen Cobos.
Elena Palacios, de 29 años, y su madre, Carmen Cobos.ÁLVARO GARCÍA

En cifras

- El 53,9% de los jóvenes de entre 25 y 29 años no viven exclusivamente de sus ingresos, porcentaje que alcanza al 80,8% en los que tienen entre 20 y 24 años.

- El 14,6% de los jóvenes de entre 25 y 29 años se mantienen de los ingresos de otras personas, situación que afecta al 38,5% de los de 20 a 24 años.

- El salario medio de una persona de entre 18 y 34 años es de 15.263 euros, según el Consejo de la Juventud de España (CJE).

- La Renta Básica de Emancipación es de 210 euros mensuales durante cuatro años y se concede a jóvenes de entre 22 y 30 años con ingresos inferiores a los 22.000 euros brutos al año.

- Uno de cada cuatro jóvenes de entre 30 y 34 años no estaba emancipado a finales de 2009, según datos del OBJOVI; la proporción ascendía a 2 de cada 4 para los que tienen entre 25 y 29 años.

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