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ELECCIONES CATALANAS
Columna
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Las barbas del vecino

El ámbito institucional de las elecciones celebradas el pasado domingo en Cataluña concede preferencia interpretativa a sus dimensiones propiamente autonómicas; cabe también preguntarse, sin embargo, si sus resultados pueden extrapolarse a las municipales de mayo de 2011 y a las legislativas de 2012. Por debajo de la participación usual en las legislativas, la concurrencia a las urnas del 60% se situó muy cerca de la media de este tipo de comicios catalanes, aunque con un significativo 3% de voto en blanco. La asignación de los votos a las diferentes formaciones políticas no permite determinar con exactitud si se han producido cambios significativos en la composición identitaria del nuevo Parlamento: las fronteras entre catalanismo, nacionalismo, soberanismo e independentismo -unas categorías en sí mismas imprecisas- no coinciden necesariamente con las líneas divisorias partidistas.

¿Cabe extrapolar el severo retroceso de los socialistas en las autonómicas a las municipales y legislativas?
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El desahogado triunfo por mayoría relativa de Convèrgencia y Unió (CiU), con el 38,5% de los votos, se sitúa a medio camino entre las insuficientes victorias para gobernar logradas por Artur Mas en 2003 (30,9%) y 2006 (31,5%) y las mayorías absolutas de Pujol en 1984 (46,80%), 1988 (45,7%) y 1992 (46,20%). No es probable que pueda volver a repetirse la antigua oferta de CiU de un sobre-sorpresa para conservadores, democristianos, liberales y socialdemócratas moderados (en el eje derecha-izquierda) y para nacionalistas, soberanistas e independentistas (en el eje identitario). Sólo una inimaginable coalición de compañeros de cama independentistas y españolistas tan insomnes como libidinosos podría derribar de aquí a 2014 al presidente de la Generalitat, que podrá escoger socios o promover abstenciones a su voluntad -desde el PP hasta Solidaridad Catalana- según cuales sean los puntos de la agenda concernidos en cada caso.

La caída en picado de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), el hundimiento del Partit des Socialistes de Catalunya (PSC) y el retroceso de Iniciativa per Catalunya Verds (ICV-EUiA) tienen como factor común el fracaso del Gobierno de coalición presidido en 2003 por Pasqual Maragall y en 2006 por José Montilla. El peso relativo de las causas de ese fiasco (la ineficaz gestión económica, las desavenencias y rencillas internas, las desmesuradas expectativas del nuevo Estatuto) sólo podrá ser aclarado por los análisis de los sondeos post electorales. El PSC ha perdido casi un tercio de los escaños obtenidos en 2006, ERC más de la mitad e ICV una sexta parte. La nueva legislatura les servirá para lamerse las heridas de la derrota pero les dejará fuera de juego para hacer política autónoma; la doble renuncia de Montilla al acta de diputado y a la renovación de su mandato como primer secretario del PSC muestra la gravedad de la crisis.

Con siete formaciones políticas representadas en el Parlamento, el sistema de partidos catalán se aleja todavía más del modelo de tendencia bipartidista implantado en la mayoría de las circunscripciones españolas. Cerrando los extremos del arco, Ciutadans (C's) recibió el domingo 105.000 votos y revalidó sus tres diputados, a costa seguramente del PP, mientras que la recién fundada Solidaritat Catalana per la Independència (SI) obtuvo 102.000 sufragios y 4 diputados, probablemente desgajados de ERC.

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Pese a los riesgos inherentes a las extrapolaciones entre elecciones de ámbito territorial diferente, cabe preguntarse si de los resultados de las autonómicas pueden quizá extraerse lecciones aplicables a las municipales del próximo mayo y a las legislativas de 2012 en Cataluña. El PSC registró el domingo sus peores cifras autonómicas, a 20 puntos y 600.000 votos de CiU, que dobla sobradamente los resultados de su principal rival en las urnas, un dato muy significativo si se recuerda que algunos importantes ayuntamientos con alcalde socialista tendrán que renovar dentro de seis meses su mandato.

La ventaja del PSC sobre el PP quedó reducida el domingo a seis puntos y a 186.000 votos, frente a los 16 puntos y 480.000 votos de las autonómicas de 2006. Es cierto que las legislativas siempre proporcionan a los socialistas resultados mucho mejores que las autonómicas; ahora bien, esa disparidad del llamado voto dual también favorece a los populares. En las legislativas de 2008, el PSC (que obtuvo en Cataluña 1.690.000 votos) sacó al PP (que logró 610.000 sufragios) una ventaja de 29 puntos y casi 1.100.000 de votos de ventaja, decisivos para el triunfo de Zapatero. Si esa distancia se redujera sensiblemente en 2012, los socialistas perderían buena parte de sus posibilidades de investir a su candidato presidente y se abriría de esta forma el camino para Rajoy.

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