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Elecciones 1-M | País Vasco

A menos 'caña', más abstención

El perfil bajo de los discursos enfría el ambiente electoral - El Obispado de Bilbao ve desencanto político y anima a evitar una "guerra de identidades"

Sin Mayor Oreja (2001) ni plan Ibarretxe (2005) de por medio, las elecciones vascas de 2009 son un bostezo. El perfil bajo de discursos en paralelo, la distensión política hábilmente propiciada por Juan José Ibarretxe y la ausencia del único debate que podría interesar al ciudadano (PNV-PSE) alimentan de momento un significativo porcentaje de indecisos, nunca inferior al 35% de la población.

¿A quién beneficia la abstención? Desde el PNV, la respuesta es inmediata: "Al PSE-EE, por supuesto". ¿Por qué? "Porque tienen un voto en alza, movilizado desde las elecciones locales y generales y creen que ahora pueden ganar sin la izquierda abertzale", sostienen los peneuvistas. ¿Cómo lo hacen? "Evitan en todo momento hablar de pactos porque saben que esa es su tumba", argumentan las mismas fuentes.

El PNV confía en que los indecisos "se vayan decantando al final por Ibarretxe"
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Sin embargo, la abstención preocupa porque siempre distorsiona la foto democrática de las urnas. Al Obispado de Bilbao, también le inquieta. Al menos así se desprende de su documento sobre el 1-M, presentado ayer, y en el que incluye varios pasajes del documento de los obispos vascos en 2002, entre ellos el relativo a que "la pacificación de este país entraña la desaparición de ETA". Su delegación de Pastoral Social se muestra muy sensible "a las tensiones debidas a la existencia de pertenencia nacional a las diferentes concepciones del marco político de futuro", a las que añade "un creciente desencanto ante lo 'político".

¿Y qué dice el PSE-EE? Poco, que es mejor. Transitan sobre dos sensaciones: les encanta escuchar cómo todos sus rivales quieran saber con quién va a pactar Patxi López, porque, entienden, es "la mejor señal" de que le ven con opciones reales de gobernar; en cambio, les incomoda la evidente recuperación del PNV en los últimos días, sustentada en la frenética actividad de un lehendakari sin levantar la vista del manillar de la bicicleta.

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Los socialistas delimitaron hace muchos meses su campo de juego: "un cambio político basado en la integración y la convivencia, en un país donde caben todos". Entonces sintonizaron fácilmente con un espacio social "harto" de la consulta y el derecho a decidir planteado por Ibarretxe y el tripartito como única salida a todos los males de Euskadi. Fueron los momentos álgidos de la esperanza PSE, que pusieron de los nervios a Urkullu y a Ajuria Enea. Pero ya no es lo mismo.

El discurso socialista sobre "las verdaderas intenciones políticas que esconde Ibarretxe" todavía no aparece con la rotundidad que podría intuirse a la vista del giro copernicano que ha dado el candidato peneuvista a sus mensajes. Los asesores socialistas mantienen la creencia de que "mucha gente no se va a olvidar de que ese mismo Ibarretxe nos ha tenido cuatro años hablando sólo de la consulta" y de que "una vez pasen las elecciones lo seguirá haciendo". Pero la realidad juega en su contra. Patxi López se ve "pillado" por las recetas monotemáticas que Ibarretxe viene repitiendo para atajar "el principal problema" que reconocen sufrir "el 70% de los vascos", según la última encuesta del CIS.

En la otra orilla, el PNV alienta, estratégicamente, la teoría de que existe todavía un "alto índice" de indecisos que van a ir "decidiendo su voto" en los próximos días. Ahí creen tener un "seguro granero" de votos porque se van a dejar llevar, "sobre todo en Guipúzcoa, por la idea de que Ibarretxe es quien mejor puede gestionar esta situación de crisis". Pero hoy, la ministra Cristina Garmendia le puede dejar en evidencia.

Patxi López (centro), en el monte Besaide, punto de encuentro de las tres provincias vascas.
Patxi López (centro), en el monte Besaide, punto de encuentro de las tres provincias vascas.SANTOS CIRILO

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