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El capo de la mafia rusa autorizaba o negaba asesinatos y pagaba fianzas

Petrov abonó 600.000 euros para liberar a un secuaz que estafó 28 millones

El auto del juez Baltasar Garzón de la Audiencia Nacional por el que ordenó el pasado lunes prisión para 15 de los 20 detenidos por integración en la mafia rusa Tambóvskaya radiografía las entrañas de la red. De entrada, da un perfil muy preciso de su jefe, Gennadi Petrov, cuya trama se asentó en España en 1996.

No sólo cuenta con antecedentes policiales sino que compartió prisión en Rusia con otro destacado capo, Sergei Kuzmin. Y, sobre todo, mantuvo relación con Vladimir Kumarin, "cofundador y asimismo líder del citado grupo criminal Tambóvskaya, quien se encuentra en prisión en Rusia desde el 28 de agosto de 2007".

Petrov defraudaba al fisco mientras se compraba un yate de 3,5 millones

Kumarin ha sido todo un personaje en Rusia. Presidió de 1998 a 1999 la petrolera PTK, a la que Vladimir Putin brindó en 1995 el monopolio del suministro local de los vehículos públicos cuando era vicealcalde de San Petersburgo. Y las autoridades alemanas investigaron en 2003 por presunto blanqueo de capitales una firma suya, SPAG, que tuvo desde 1992 como asesor durante siete años a Putin. Dimitió tres años después de compatibilizar su cargo con el de presidente de Rusia. Putin aseguró que era un cargo honorífico y que nunca visitó la empresa SPAG.

Petrov, sucesor de Kumarin, ha hecho gala de su poder en España. Intervino decisivamente en la puesta en libertad en febrero pasado de uno de sus secuaces, ahora encarcelado por esta causa, Jurij Salikov. Éste fue detenido en 2007 por un fraude al fisco de más de 28 millones de euros. La fiscalía se opuso a su libertad por una fianza que juzgó ridícula de 600.000 euros, establecida por la Sala de lo Penal.

Lo llamativo es que el sumario que ha tejido la Fiscalía Anticorrupción contra la Tambóvskaya demuestra que la mafia que dirigía Petrov estaba detrás de todas las fases de esta macroestafa fiscal: se benefició del botín del fraude y pagó la fianza. Salikov se ha descubierto como personaje clave de esta trama. Constituyó empresas para Petrov y la red. Y ha confesado que la Tambóvskaya se lucró de su macroestafa fiscal, basada en indebidas devoluciones del IVA, y le financió generosamente tras salir de prisión.

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Petrov intervino personalmente en las gestiones para obtener su libertad. No en vano, es "el líder, el caudillo, el boss", según la terminología con la que le saludan sus lacayos criminales. Lo mismo paraliza que autoriza asesinatos o palizas, según el auto. Las investigaciones acreditan que ordena sin rubor el pago de cohechos, perpetra tráfico de influencias y, si esto no sirve, recurre a la violencia como persuasión.

A través de sus empresas blanqueadoras ha forjado un patrimonio en España que supera los 30 millones de euros. Sólo su casa del número 10 de la vía Malgrats en Santa Ponsa en Calvia, le costó siete millones, que sufragó con fondos procedentes de cinco sociedades de las Islas Vírgenes. Sólo en cuentas bancarias superaba los diez millones de euros a nombre de unas sociedades que no justifican tales saldos por carecer de actividad mercantil. Su ostentación, inversamente proporcional a lo que tributaba a Hacienda -año tras año minimizaba y ocultaba ingresos-, se reflejaba en la posesión de un yate que le costó 3,5 millones de euros.

Alexander Malyshev, otro capo detenido, tiene nula formación académica. Pero tal déficit lo subsana su novia, Olga Solovieva, economista. La pareja ha "purificado" diez millones de euros desde 2001. El dinero les llega desde Hungría, Suiza, Letonia, Estonia y Rusia. Posteriormente, lo reenvía a Chipre, de donde lo repatria. El sumario desvela que la mafia tiene miembros especializados en gestionar la "aproximación a determinadas autoridades estatales y locales rusas del más alto nivel, logrando para la comunidad criminal cualquier información relevante dirigida a la obtención de adjudicaciones y suministros públicos".

Después del brazo, romper la pierna

El ingreso en prisión supone un sacrificio que la mafia Tembovskaya retribuye. Vitaly Izgilov, tras ser encarcelado por la operación contra la anterior redada en 2005 contra la mafia rusa, Operación Avispa, ha subido en jerarquía. No sólo se ha dedicado a blanquear como un poseso dinero del holding mafioso tras su salida de la cárcel. Sus antiguos iguales, como Victor Gavrilenkov, que eludió su captura al estar fuera de España, le hablan desde entonces con un novedoso respeto. Han cambiado las tornas. Ahora Izgilov es su jefe. Ya es un ladrón en ley, en su argot mafioso. Su tono al teléfono cuando habla de negocios es digno de la obra de Mario Puzzo. Sabe cómo tratar a los morosos. Y hacer ofertas que no se pueden rechazar. Cuando su subordinado se queja de que un cliente deudor le ha anunciado que les ha transferido una suma, pero que ésta no acaba de aparecer en las cuentas bancarias suyas, la respuesta de Izgilov es digna de Vito Corleone: "Quisiera saber cómo le gustaría que le dieran una buena hostia. ¿Éste merece la pena de seguir con vida o no?".

Al día siguiente, Izgilov ordena a su sicario que vaya a ver a un tal Stalnoi en el hospital para romperle un segundo brazo. El sicario le advierte de que tal actuación no llevará a ninguna parte. Pero Izgilov, maestro en el arte de la persuasión, le explica a su sicario que no ceje. Que después del brazo, le rompa una pierna, y luego la otra. "Es más cómodo romperle el brazo a Stalnoi ahora que está en el hospital. Lo atenderán in situ", ironiza un afable Izgilov. Otro día, otro carnicero de su séquito, le informa de que se encontró "un trozo de carne, envuelto en un bosque". La mala noticia es que junto al muerto había un mantel del restaurante del que es propietario Izgilov, y eso puede acarrear problemas de cara al cierre del caso, si bien todo dependerá del fiscal encargado del caso.

El auto evidencia la complicidad de los asesores españoles, Juan Antonio Untoria, Julián Jesús Pérez Angulo, Ignacio Pedro Urquijo, cuya labor rebasó la frontera de lo legal. Lo acreditan sus charlas: saben el origen de los fondos y el fin que se persigue. Y son receptores de más de 20 millones de euros de distintos países.

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