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XVI Congreso del Partido Popular
Columna
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"Qué estoy haciendo y por qué"

Soledad Gallego-Díaz

Mariano Rajoy explicó ayer ante el congreso de su partido qué está haciendo y por qué. Por fin, en un largo y elaborado discurso en defensa de su candidatura, Rajoy respondió a las críticas de los últimos meses y a las desabridas advertencias formuladas por la mañana por José María Aznar: no se trata de cambiar principios ni de senda ni los objetivos del PP, "como me acusan", dijo. Se trata de cambiar de procedimientos, de maneras de comportarse y de relacionarse con la realidad española para evitar lo que, según él, sucedió en las elecciones y que resumió en una frase: "No quiero que nadie vote al PSOE para que no gane el PP". Rajoy defendió que para ganar las elecciones hace falta ser más amable, más moderado, ofrecer una imagen de diálogo y convivencia. Y para ello, lo primero que hacía falta era acabar con el aznarismo y, sobre todo, con el equipo de personas que lo representó. Salvo una, claro está, el propio Rajoy, que formó parte muy principal de aquel grupo y que ahora quiere simbolizar la nueva etapa.

El "apoyo responsable" de Aznar molestó lo indecible a los seguidores de Rajoy
Los problemas de Rajoy no han desaparecido, sino que están, por el momento, agazapados
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Ésa ha sido la tarea de este XVI Congreso del Partido Popular, un cónclave que inicialmente se convocó como un puro trámite y que debido, probablemente, a las luchas internas, ha acabado por convertirse en un congreso de fuerte impacto y quizás importantes consecuencias políticas.

Por el momento, el Congreso le ha dado a Mariano Rajoy lo que más necesita: tiempo, como poco hasta las elecciones autonómicas gallegas (junio 2009), para intentar consolidar sus posiciones, el equipo y esta nueva fórmula. Eso era lo fundamental y en ese sentido puede sentirse satisfecho. Pero el congreso deja también claro que los problemas de Rajoy no han desaparecido, sino que están, por el momento, agazapados. La mejor muestra la dio el discurso de José María Aznar, que quizás no fue tan incendiario como algunos de los seguidores de Rajoy temían, pero que planteó advertencias directas, muy preocupantes para el presidente del Partido Popular.

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La desairada posición de Esperanza Aguirre, que ve como su principal oponente, Alberto Ruiz Gallardón, escala posiciones, significa que ese frente queda completamente abierto. Los congresos de partidos políticos suelen terminar con gente lastimada, pero en este caso la nómina de damnificados por Rajoy es especialmente grande y eso es siempre un riesgo añadido, por mucho que el presidente del Partido Popular haya demostrado en esta ocasión un control férreo de la maquinaria del partido y un conocimiento bastante astuto de las debilidades de sus oponentes.

La sesión de ayer sirvió para dejar claro dos cosas. Una, que José María Aznar sigue creyendo que puede ejercer una función de tutela "ideológica" en el Partido Popular (por lo menos, mientras que Mariano Rajoy no gane unas elecciones). Y dos, que Rajoy no está en absoluto de acuerdo. Más aún, que, por primera vez, quiere dejar explícita esa nueva situación. El presidente del PP intentó transmitir al congreso el mensaje más importante para cualquier partido, el único que realmente cuenta: puedo ganar las próximas elecciones porque sé lo que hay que hacer.

Frente a José María Aznar que tronaba por la mañana que no hacía falta ir al centro porque el PP siempre había estado allí, el mensaje realista de Mariano Rajoy que, por la tarde, explicaba que la única manera de aumentar el caudal de votos es subrayar la condición centrista y reformista del PP. Un partido, y ése era un mensaje especialmente importante, capaz de hablar y negociar con los nacionalistas.

La posición de José María Aznar dentro del Partido Popular es extraña. Fue él quien decidió, por su libre voluntad, que Mariano Rajoy fuera su sucesor. Su apoyo a la estrategia del PP en estos cuatro años ha sido patente. Y, sin embargo, es también patente el creciente desagrado que siente hacia su heredero. En su discurso de ayer le nombró una única vez y fue para expresarle su "apoyo responsable", una fórmula que molestó lo indecible a los seguidores de Rajoy. Aznar no apoya a ninguna alternativa, ni tiene la menor intención de volver personalmente a la política activa, pero se considera, de alguna forma, el protector de las esencias del partido. Lo novedoso es que, por primera vez, en este congreso se ha visto que, aunque sigue provocando grandes ovaciones, su figura ya no es indiscutible y que Mariano Rajoy ya es capaz de organizar un cónclave con todos los trucos necesarios para quedar "por encima" de José María Aznar en apoyos y en aplausos.

El presidente del partido saldrá del congreso reforzado y con nuevo equipo, en el que ocupan puestos muy destacados tres mujeres: Soraya Sáenz de Santamaría, su mano derecha; Maria Dolores de Cospedal, la nueva secretaria general, y Ana Mato, vicesecretaria de Organización. Parece claro que los responsables del Partido Popular piensan que necesitan una mayor aproximación al voto de las mujeres y de los jóvenes profesionales. Parece claro también que la gestión de estos cambios está fundamentalmente en manos del incombustible Javier Arenas, a quien Mariano Rajoy ha recurrido como nuevo factótum del partido y que sale de Valencia casi manejando casi todos los hilos.

Mañana, sin embargo, cuando acabe el congreso aún seguirán quedando dos grandes preguntas en el aire: si Rajoy pensaba todo lo que dijo ayer, ¿por qué no hizo nada para cambiar la estrategia de su partido durante los cuatro años en los que ha estado a su frente? Y ¿puede un político rehacer, cambiar su imagen a esa velocidad sin desconcertar a sus votantes?

Aznar saluda a Rajoy ayer en la segunda jornada del congreso del PP.
Aznar saluda a Rajoy ayer en la segunda jornada del congreso del PP.GORKA LEJARCEGI

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