Un final con talante

Zapatero ha mantenido la coherencia de su visión de la política hasta el final. Con independencia ahora de si este anuncio debería haberse hecho con mayor anticipación, la realidad es que su discurso de ayer encaja como un guante con los principios que proclamara al ser elegido secretario general. Llevados a esta coyuntura, se concretarían así: el interés general del país como primera prioridad, asociada a la pretensión de "dejarse la piel" para emprender el rumbo correcto en la gestión de la crisis. En segundo lugar, reivindicar los principios de la autonomía decisoria del partido, de su pluralismo interno y del respeto a los procedimientos estatutarios; o sea, el recurso a las primarias para designar al candidato a las generales. Y, por último, no perderle la cara a las elecciones autonómicas y municipales de mayo. Aplazar, por tanto, hasta después de esa fecha el debate sucesorio. La lealtad a los propios principios no basta, sin embargo, para garantizar el triunfo electoral.
El futuro del PSOE sigue en las manos de Zapatero, ya que los resultados de su gestión final condicionarán las expectativas de su sucesor/a. Una vez resuelta la primera incertidumbre, que él no fuera candidato, queda esta duda respecto a su labor hasta 2012. La tercera incertidumbre, y esto será la prueba de fuego a partir de ahora, es si el partido mantendrá su cohesión interna una vez destapada la caja de las primarias. Con todo, el resultado del proceso dependerá al final de si dan o no las generales por perdidas. El candidato con mayores posibilidades de victoria es también el menos zapaterista de los que están en liza, aunque sea su vicepresidente. Uno de los rasgos fundamentales del zapaterismo no han sido solo los principios y el talante de los que ayer hizo gala el presidente; sus señas de identidad se han construido también, sobre todo en el interior del partido, a partir del cambio generacional. Esta es la gran disyuntiva a la que ahora se enfrenta.
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