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Columna
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La gran jugada

Antonio Elorza

Conocidas ya sobradamente sus deficiencias en la gestión política, José Luis Rodríguez Zapatero ha mostrado una vez más su excelencia como jugador en la preparación y en el contenido del cambio de ministros. Ni siquiera hacía falta mentir unos días antes limitando el relevo a Trabajo, mal presagio de que hasta el final seguirá contando con la ocultación de la verdad como uno de los recursos habituales de su estilo de gobernante. La culminación del pacto con el PNV, la reacción a la entrevista de John Carlin con Otegi y el acuerdo de intransigencia con el PP si los concejales batasunos se obstinan en no condenar a ETA, son piezas de un puzle que permite intuir el objetivo principal del nuevo Gobierno. Se trataría de proporcionar a ZP el momento triunfal del fin de ETA, la única baza que puede permitir el vuelco en las previsiones de voto, dadas las lúgubres perspectivas de recuperación económica para 2011.

"Si ETA acaba, Zapatero puede ganar las elecciones generales"

Sin olvidar por supuesto la exigencia de sustituir las carteras gastadas, así como de levantar los ánimos al PSOE y a quienes a pesar de todo desean (deseamos) votar a izquierda. Fracasada candidata municipal, por su experiencia, Trinidad Jiménez puede ofrecer una inteligente actuación en Exteriores, mejor aún que en Sanidad, sin el oportunismo pendular de Moratinos, que se despide con un Congreso de Feminismo Islámico en Madrid, ¡copatrocinado por la Embajada de Irán! El nuevo titular de Trabajo, tras el giro de la veleta, es garantía de diálogo efectivo con los sindicatos y Rosa Aguilar supone un toque de izquierda, si bien teñido de inconsecuencias pasadas en PCE e IU mucho más graves que su último cambio de rumbo. Eficaz, pero poco fiable. Ramón Jáuregui, un vasco razonante. De Rubalcaba se ha dicho todo.

Volvamos ahora al puzle, colocando sus piezas. En contra de las apariencias, la entrevista a Otegi, exhibida en lugar destacado, y el acuerdo inmediato con el PP, encajan a la perfección. De modo simultáneo es mostrada a la opinión pública la disposición del líder abertzale para el paso definitivo que aún no llega, en un clima de atención rigurosa y benévola a un tiempo del Gobierno, y éste encuentra el respaldo del PP para fijar la presión sobre la izquierda abertzale. La estrategia en pinza apunta al hasta ahora obstáculo insuperable, el rechazo del terrorismo de ETA, sin el cual todo sigue bloqueado. Si las palabras se encuentran, y tienen que ser inequívocas, el Gobierno autorizará la presencia electoral de la izquierda abertzale en 2011. Y convertido en socio de ZP, el PNV puede en adelante desempeñar su papel más apreciado, el de tutor de la política vasca, cuando, en la sombra más que en la luz, tenga lugar el diálogo decisivo por el fin de una ETA doblemente aislada. Es claro que, para tal recorrido, el Gobierno vasco y la alianza allí con el PP cuentan menos que John Carlin. Pero si ETA acaba, Zapatero puede ganar las elecciones generales.

Que el asunto no es fácil, pero que el objetivo es el citado, se prueba por el desmesurado peso del componente vasco -como preocupación- en el nuevo gabinete. Recordemos que Rubalcaba fue llamado a Interior para proporcionar toda la flexibilidad en los medios, digámoslo suavemente, que requería la negociación tras la tregua de ETA. Además ahí están los textos de las intervenciones públicas y las entrevistas de Zapatero hasta 2008 para probar cómo el presidente jugó siempre con un doble lenguaje, negando el carácter político de una negociación política, afirmando el fin de los tratos después de la T-4, cuando buscó insistentemente su prolongación, y evitando rendir cuentas con la excusa de sus buenas intenciones. Rubalcaba le acompañó siempre, con momentos estelares como la hospitalización privilegiada de De Juana Chaos. Es también un maestro en la doblez. Su triple función se ajusta al cometido: corresponsable del presidente en la política sobre Euskadi, puesto de mando sin intermediarios en el sector clave, Interior, y encargo de pronunciar con verbo seguro las explicaciones (o los desmentidos) que requiera la política adoptada. Como figura complementaria, Jáuregui, hombre leal, buen mediador. El mejor colaborador posible para una política vasca activa.

El objetivo proclamado es irreprochable: hacer política para lograr el fin de ETA sin concesión alguna a la banda. Tal era el camino recorrido con éxito desde el fin de la tregua, con la colaboración francesa, con firmeza, paciencia y ductilidad made in Rubalcaba, siempre dentro del Estado de derecho. Ahora Zapatero tiene prisa. Este es el problema.

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