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El debate sobre el estado de la nación

Una gran oportunidad perdida

El PP se queda con mal sabor de boca porque Rajoy no aprovechó para rematar

Carlos E. Cué

Una de las frases que más se escuchan en los foros políticos es que en este extraño negocio, en el que sólo cada cuatro años se sabe con precisión quién gana y quién pierde, lo más importante son las expectativas. No pasa en la empresa, ni en el deporte, ni en el espectáculo. En política, salvo en elecciones, el éxito o la derrota siempre es opinable. Por eso, por las expectativas, porque todo estaba preparado para dar la puntilla dialéctica a un Gobierno en horas bajas, con cuatro millones de parados y la peor valoración en cinco años, el PP se llevó el miércoles un gran chasco que ayer comenzaba a digerir, y se quedó con mal sabor de boca porque Mariano Rajoy, aseguran, no logró rematar a un presidente del Gobierno que llegaba muy debilitado al choque.

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Prácticamente ninguno de los dirigentes consultados cree que Rajoy perdió el debate. Y, sin embargo, la amargura y la preocupación eran difíciles de disimular. Porque el líder, según coincidencia generalizada, tampoco ganó. "Una gran ocasión perdida", era la frase más repetida entre los veteranos, e incluso entre algunos cercanos al líder. Se esperaba una victoria clara, y el debate supo a muy poco.

Rajoy descolocó incluso a algunos de los más cercanos. El miércoles pasado hubo una última reunión de estrategia con el grupo parlamentario. Y aunque es el líder quien tiene la última palabra, se esperaba en el PP un discurso más positivo, más de propuesta, de construir una alternativa.

Se había trabajado más en esa línea, pero durante el fin de semana Rajoy le dio el toque final en su casa. Y ahí todos los consultados ven la mano de Pedro Arriola, su principal asesor. Antes de buscar propuestas, Rajoy quiso concentrarse en la crítica para recordar a los ciudadanos que Zapatero es el responsable de los cuatro millones de parados.

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Pero el discurso de la mañana del presidente descolocó al PP. "Nadie se esperaba que diera tantos toques a izquierda y derecha, eso confundió mucho. Estaba mucho más preparado el discurso de una posible oferta de pacto, o de una medida de ayuda a los parados", explicó.

Los más veteranos critican especialmente la poca cintura del líder y su equipo, que no supieron preparar, dicen, un contrataque frente al aluvión de medidas de Zapatero. Nada más terminar el presidente, Rajoy quiso evitar el acoso de sus fieles y se fue a su despacho en la calle Génova con María Dolores de Cospedal, Jorge Moragas y Carmen Martínez Castro. Mientras, en el Congreso, Soraya Sáenz de Santamaría reunió a su equipo y desde allí mandaron sugerencias. Rajoy dictó algunos cambios, pero el corazón del discurso se mantuvo.

Todos los consultados coinciden en que el discurso, que no gustó a casi nadie, "es absolutamente arrioliano". De hecho, hay incluso teorías conspirativas entre los dirigentes que señalan que él prefiere una estrategia de no arrasar, de no ganar por goleada, porque eso animaría a los votantes socialistas desencantados que ahora no tienen ninguna intención de acudir a las europeas.

"¿Por qué no salió a analizar con detalle cada una de las medidas y a explicar sus alternativas? ¿Por qué eso se lee hoy en los periódicos pero no se lo escuchamos a Rajoy?", se enfada un veterano diputado.

"Tampoco es que la gente piense que Rajoy estuvo mal. El problema no es ése. El drama es que con cuatro millones de parados y un Gobierno quemado, Zapatero aguanta, asaeteado como San Sebastián, pero aguanta", se queja otro.

Todos coinciden en que Rajoy sólo se creció en la dúplica. "Es cierto, pero como decimos los taurinos, te pueden salir unos naturales buenos, pero si no estás bien en todos los tercios, la corrida no es buena y la oreja no te la llevas", sentencia otro.

"Sobre todo se equivocó en la puesta en escena. Los del PSOE iban esta vez muy preparados. Empezaron a provocarle desde el primer minuto, algo parecido a lo que pasó en ese famoso debate de Borrell y el devengo de caja. Y, como él, entró al trapo. Zapatero no quiso hacer sangre con el 'si ustedes no saben leer' que soltó Rajoy, pero dicho por el líder del centro derecha a los diputados de la izquierda eso sonó fatal. Quería decir otra cosa, pero sonó clasista", señala un diputado habitualmente muy poco crítico.

Otros veteranos echaron de menos en Rajoy un discurso más de fondo, sobre la nueva economía del siglo XXI de la que habló Zapatero, en vez de insistir en las medidas que funcionaron en 1996, en un mundo muy distinto.

Los marianistas más fieles contratacan. Sostienen que lo más importante es la soledad de Zapatero, que quedó en evidencia. El propio Rajoy compareció ayer en rueda de prensa, algo muy poco habitual, para insistir en esa soledad. Pocos minutos antes, en una conversación informal con periodistas, Rajoy se daba "vencedor por goleada" aunque después, ante las cámaras, moderó su entusiasmo. "Creo que fue bien, pero eso no me importa ahora".

En cualquier caso, y después de la victoria en las gallegas, el ruido de pasillos del PP ya apenas pone en cuestión el liderazgo de Rajoy. Aunque sí mete el miedo en el cuerpo. "No hay alternativa a Rajoy, ni nadie trabajando en ella, pero por primera vez hay gente preguntándose ¿Y si perdemos las europeas?", concluye un dirigente.

El PP, con la enorme capacidad de recuperación que caracteriza a los políticos, ya está pensando en la campaña y se consuela con la idea de que la crisis económica sigue ahí, "y cada día hace más daño a Zapatero que 100 debates juntos", sentencia otro diputado. De momento, hay que ganar como sea las europeas, repiten todos. Una derrota, que nadie ve hoy, abriría una crisis de consecuencias imprevisibles.

Sáenz de Santamaría y Rajoy, en el Congreso.
Sáenz de Santamaría y Rajoy, en el Congreso.ÁLVARO GARCÍA

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