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Columna
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Tres hipótesis sobre Euskadi

En el curso político que ahora se inicia puede suceder que el PNV pase a la oposición tras casi tres décadas en el poder y que los socialistas gobiernen en Euskadi. En las elecciones de marzo, el PSE obtuvo el 38,1% de los votos, 11 puntos más que el PNV y dos más que el conjunto del tripartito. Ese porcentaje es muy similar al 38,4% que alcanzó Ibarretxe al frente de la coalición PNV-EA en las últimas autonómicas. En teoría, por tanto, si la tendencia de las generales se mantuviera, sería posible la alternancia: mediante un pacto del PSE con los socios menores del PNV, como recomienda el alcalde de San Sebastián a su partido; o mediante un acuerdo con el PP, como proponía Nicolás Redondo hace siete años.

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Eso en teoría: en la práctica, los nacionalistas siempre obtienen mejores resultados en las autonómicas; además, es casi seguro (lo decide estos días el Supremo) que la ilegalización de EHAK impida participar a cualquier pantalla de Batasuna; y cuando eso ocurre, sus seguidores se dividen entre abstencionistas y votantes ocasionales del PNV. Una razón para esto último es que el clientelismo nacionalista se extiende a sectores del mundo radical; por mucho que se metan con Ibarretxe, le votan si temen perder las subvenciones.

El 9-M, el PNV perdió 114.000 votos (más de seis puntos porcentuales). La encuesta poselectoral del CIS indica que la mitad de los votos de ese partido que cambiaron de destino beneficiaron al PSE. Seguramente ese efecto no se habría producido sin la oferta de transversalidad de Patxi López: por la vuelta a Gobiernos PNV-PSE, como en tiempos de Ardanza. Pero esa oferta fue formulada cuando en el PNV mandaba Imaz. Sus sucesores se han plegado a Ibarretxe porque, aunque desconfíen, le consideran el único candidato capaz de aglutinar los votos necesarios (incluyendo los del mundo de Batasuna) para intentar repetir una coalición de corte soberanista. Para ello tendrían que sumar la mitad más uno de los escaños (38 de 75) porque, una vez fuera de juego los de EHAK, sólo quedan PSE y PP; de manera que si Ibarretxe no tiene mayoría absoluta es que la han alcanzado esos dos partidos.

¿Sería posible una alternativa de ese tipo? Patxi López ha advertido: "No estamos dispuestos a reeditar una política de bloques", y Odón Elorza ha propuesto incluso que su partido se comprometa desde ahora a no pactar en ningún caso con el PP. Pero el PNV de Urkullu dejó sentado hace meses que sólo gobernaría en coalición si el suyo era el partido más votado; lo dijo en respuesta a López, que había manifestado que el PSE no sería nunca más la muleta que permitiera seguir gobernando al PNV. Con esos condicionantes, las principales hipótesis que se abren son tres. Primera: los partidos que defienden la consulta de Ibarretxe (PNV, EA, EB, Aralar) suman 38 escaños: se forma un cuatripartito presidido por Ibarretxe. Segunda: el PNV es la primera fuerza pero no suma 38 escaños con sus aliados soberanistas; Urkullu propone al PSE una coalición, con Ibarretxe de lehendakari; Patxi López rechaza esa fórmula. Resultado: hay un Gobierno cuatripartito en minoría. Tercera hipótesis: el PSE es la primera fuerza, sin mayoría absoluta; ofrece un pacto al PNV, con López de lehendakari; el PNV exige (y no obtiene) que el lehendakari sea nacionalista. Resultado: gobierna el PSE, en coalición con el PP (o con su apoyo externo).

Puede que haya otras hipótesis, pero todas las posibilidades de alternancia pasan por que el lehendakari no sume 38 escaños y el PSE sea la primera fuerza. Y para que ocurran esas dos cosas, no sólo tendría el PSE que trasladar a las autonómicas su ascenso del 9-M; también el PP tendría que ser capaz de neutralizar el posible flujo de votos radicales hacia el PNV captando parte del voto de centro derecha emigrado hace años al nacionalismo (entonces) moderado. En Cataluña, el PP ha recibido el 4,2 % de los votos anteriores de CiU. La encuesta poselectoral del CIS no detecta ningún trasvase del PNV al PP.

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¿Podría cambiar esto último? Podría, si el giro esbozado por Rajoy (y en Euskadi por Basagoiti) se orienta no tanto (o no sólo) hacia la posibilidad de pactar con el PNV como a ofrecerse como receptor de ese voto nacionalista ahuyentado por Ibarretxe. Según Francisco Llera (Cuadernos de Alzate nº 38. Sept. 2008), la permeabilidad entre el bloque nacionalista y el no nacionalista fue el 9-M superior a la registrada en cualquier otra elección vasca desde fines de los años 70.

Pero si la derrota del lehendakari y su tripartito fuera consecuencia del ascenso simultáneo de PSOE y PP (algo que rara vez ha ocurrido), tal vez fuera posible lo que no lo fue hace siete años: un Gobierno sin nacionalistas, de coalición PSE-PP o con pacto de legislatura. Se habría llegado así al objetivo propuesto por Redondo a través de la estrategia de Patxi López. A no ser que la mera posibilidad de que tal cosa ocurra se convierta en estímulo para que en el último momento el PNV vuelva a los planteamientos autonomistas, lo que permitiría pactos transversales. En cuyo caso se habría llegado al objetivo de López por la vía propugnada por Redondo.

En la vida, como en el fútbol, "la pelota nunca viene por donde la esperas", escribió Camus recordando sus años de portero en el equipo de la Universidad de Argel.

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