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Reportaje:LA VUELTA A ESPAÑA EN 15 PROBLEMAS | LISTAS DE ESPERA EN LOS HOSPITALES | Elecciones 2004

Un hospital esquizofrénico

El ala norte del Clínico tiene cinco pacientes por habitación mientras la sur es puntera en cardiología

Reconocen los propios médicos que el Hospital Clínico de Madrid sufre de cierta esquizofrenia. El centro médico es un mastodonte construido sobre un monobloque de 175.000 metros cuadrados donde trabajan 5.328 empleados de la sanidad pública, repartidos geográficamente en dos zonas, la norte y la sur. Curiosamente, la zona norte (el 56% de su superficie) es vieja, el alicatado amarillea sin remedio y sus habitaciones tienen un aire arqueológico con sus cinco camas por habitación (que en tiempos llegaron a ser seis) y sus destartalados cuartos de baño en el pasillo para cada 12 pacientes. Esta zona carece de aire acondicionado, lo que obligó a numerosos pacientes a incorporar en su neceser un ventilador para combatir la ola de calor del pasado verano. La zona sur (44% de la superficie) está reluciente, con habitaciones de una o dos camas y sus cuartos de baño individuales. Los propios trabajadores del centro hablan de zona noble y zona cutre, de hospital privado y hospital público, del olimpo y del infierno, según sea su estado de humor. Estas contradicciones son frecuentes en un hospital cogido a medio camino entre inversiones de gobiernos de distinto signo.

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La llegada de la política del déficit cero dejó algunas cosas a medio hacer. La explicación es muy sencilla: la remodelación del hospital se hizo en varias fases. La fase 0 la hizo un Gobierno socialista, la fase 1 la empezó un Gobierno socialista y la terminó otro del PP. Y la fase 2 quedó en suspenso: desde 2001 no pisa un albañil el hospital salvo accidente laboral. Lo mismo sucedió con las urgencias: en 1995 se acabó una remodelación para una previsión de 350 entradas diarias. Pero cada día entran 500 pacientes y las escenas de colapso han ocupado ya amplio espacio en los medios de comunicación. La presión mediática debió obligar al nuevo consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Manuel Lamela, a visitar el hospital y prometer nuevas inversiones.

A la zona sur se le llama también Harvard. Por ejemplo, cuando los profesionales se refieren al Instituto Cardiovascular, donde se han reunido buena parte de los departamentos de cardiología del Clínico. Es ahora una de las joyas de este hospital. En materia de corazón, el Clínico es un hospital puntero. Hace unas semanas se aplicó por primera vez en España una terapia génica para curar enfermedades cardiovasculares. En noviembre se presentó el primer ecocardiógrafo tridimensional, sólo disponible en Europa en este hospital y en otro situado en Aquisgrán (Alemania). El Cardiovascular es uno de los destinos preferidos por los estudiantes que quieren hacer una especialidad en cardiología. No sucede lo mismo en cirugía general, donde en los dos últimos años quedan plazas libres. Zona norte. Zona sur. La esquizofrenia: el mismo día que unos periodistas visitan el centro para tratar de un avance científico, otros trabajan en el retrato de pacientes hacinados en los pasillos.

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El Hospital Clínico de Madrid atiende a un área de 512.000 habitantes, según su memoria del año 2003. Pero sus 1.000 camas quizás resultan insuficientes, así como sus 30 quirófanos y sus dos paritorios. Sus gestores reconocen que sirve a un perfil de población envejecida, una población por tanto complicada porque suele presentar varias patologías a la vez. Y eso es cierto. Sin embargo, uno de los departamentos que más presión sufre en urgencias es la de pediatría. Parece un contrasentido, pero no lo es, si se tiene en cuenta la población inmigrante, cuyos efectos no debieron de figurar en ningún cálculo. De sus 227,3 millones de euros de presupuesto gastado en 2003, sólo 1,7 correspondieron a inversiones en activos.

En esta cifra está la explicación de algunos fenómenos peculiares que suceden en este hospital. Así, en 1998 se reorganizó todo el departamento de radiodiagnóstico, cuya demanda de servicios crece implacablemente a un ritmo del 4% anual. A pesar de ello y de los adelantos técnicos que pesan sobre su aparataje no ha existido compra de tecnología en todo este tiempo, consecuencia de que las listas de espera diagnósticas fueran el segundo motivo de queja de los pacientes en este hospital.

"Posiblemente estamos pagando todo lo que no se ha hecho en ocho años", dice Carlos Macaya, director del Instituto Cardiovascular. "¿Cuántos hospitales se han construido en Madrid? No me parece que haya existido un gran interés en potenciar la sanidad pública. ¿Qué ha sido de las área de gestión que prometió el PP?". Macaya hace una descripción pesimista de la situación. "Tenemos los sueldos más bajos de Europa y un colectivo cada vez más desincentivado y sometido a más presión".

Efectivamente, los 785 facultativos del Clínico soportan una gran tensión diaria, sobre todo si se tiene en cuenta que el 32,8% de estos profesionales son interinos, algunos de ellos con edades próximas a los 50 años. La renovación generacional en el hospital es también un problema, fruto de la falta de inversiones en medios técnicos y humanos: el 26,37% de los médicos tienen entre 60 y 69 años, el 4,33% tiene 70 años y el 31,5% tiene entre 50 y 59 años. "No ha existido un plan de futuro, ha faltado inversión durante demasiado tiempo, no existe un plan ágil de sustitución de bajas. En muchas áreas se trabaja en situación límite y eso produce mucha insatisfacción y va en detrimento de la calidad", dice un jefe de departamento.

El hospital trabajó un plan de choque durante el pasado año para reducir las listas de espera quirúrgicas y diagnósticas, las causas más frecuentes de quejas en los pacientes que se acercaban al Servicio de Atención al Paciente. "Hemos logrado una reducción significativa", asegura Pedro Tarquis, portavoz del hospital. Las quejas han disminuido, efectivamente, y ahora las primeras causa de protesta son otras: las urgencias y, sobre todo, la habitabilidad de la zona norte, la de las cinco camas y el cuarto de baño en el pasillo.

Hace una semana, cardiólogos de todo el mundo se dieron cita en el Hospital Clínico para estudiar una nueva técnica contra la insuficiencia cardiaca, la resincronización, que consiste en implantar en el paciente un dispositivo que es capaz de estimular diferentes regiones del corazón de forma programada. Ese mismo día, unas plantas más abajo, en la zona de urgencias, el jefe de departamento, Pedro Villarroel, echaba cuentas de las camas disponibles en otros hospitales concertados donde poder enviar a pacientes que llevan horas esperando. A las doce de la mañana de un día tranquilo le comunican que dispone de seis camas. Quizás ese día no tuvieron que luchar con uno de esos pacientes que, conocedores de la idiosincrasia del hospital, prefieren esperar unas horas en urgencias antes que ser enviados a la zona norte, la del alicatado infame y el cuarto de baño en el pasillo.

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