"Si hubiera escapado en su yegua, que corría más que el viento..."
Luis Raya se plantó el traje de los domingos. Se afeitó. Se despidió de su mujer embarazada y de sus ocho hijos y se fue al cuartel de la Guardia Civil. "Si no hubiera ido... Si hubiera escapado en su yegua, que corría más que el viento...". Su hijo Luis, de 83 años, decía ayer que su padre había acudido al cuartel porque creía que no tenía que temer. Pero era 1936 y los militares sublevados detuvieron a este agricultor de 43 años en Fernán Núñez (Córdoba). Lo fusilaron. Sus restos están desde entonces en una fosa común del cementerio de La Salud de Córdoba. Dos de los hijos de Raya, Luis y María Inés, se acercaron ayer al cementerio en donde comenzaron las prospecciones geofísicas en la fosa.
La Sociedad de Ciencias Aranzadi estudiará el terreno durante los próximos 15 días. Luego elaborará un proyecto de excavación y exhumación de los restos. Este proceso se ha iniciado gracias al empeño de Antonio Gutiérrez Dorado, nieto del diputado socialista Luis Dorado Luque, asesinado en julio de 1936.
Las historias se agolparon ayer en este cementerio. Como la que contó Isabel Amil. En 1941, Gonzalo Delgado contó por carta a su familia que estaban envenenando a los presos republicanos con las habas crudas que les daban para comer. Cuando llegaron al penal, ya había fallecido.