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La marcha de un ministro polémico

Un izquierdista sin mano izquierda

El PSOE festejó el fichaje de Bermejo y terminó hartándose de sus broncas

Los socialistas buscaron en el ministro de Justicia Mariano Fernández Bermejo (Arenas de San Pedro, Ávila, 1948) un valladar contra las despiadadas embestidas que llegaban en 2007 desde las filas del PP. Pero su retórica atizadora y a menudo cargada de provocación, pese a que en un principio fue motivo de aplauso entre los suyos, a la postre se convirtió en una rémora para el Gobierno, que se ha visto obligado a desautorizarle en más de una ocasión. Bermejo quedará inscrito en los anales como el primer ministro de la historia bajo cuyo mandato la judicatura española fue a la huelga. Y eufemísticamente se le recordará como un cazador cazado.

Nieto de un represaliado del franquismo e hijo de un empresario de gasolineras, Bermejo desarrolló parte de su carrera como fiscal jefe del Tribunal Superior de Madrid. Desde ese cargo ordenó la detención del ex gobernador del Banco de España Mariano Rubio porque supuestamente guardaba dinero opaco al fisco en una cuenta privada de su amigo Manuel de la Concha. El juez que llevó ese caso se enfadó con el proceder de la fiscalía y sólo unos días después del ingreso de Rubio en prisión le dejó en libertad bajo fianza. Los choques de Bermejo con el ex fiscal general Jesús Cardenal y con el ex ministro de Justicia José María Michavila, ambos del PP, fueron sonados. Tanto que Michavila reformó el Estatuto del Ministerio Fiscal para purgar a Bermejo, al que llegó a acusar, sin pruebas, de haber "boicoteado" la implantación de los juicios rápidos en Madrid y le tildó de ser "un fiscal en rebeldía".

Se va del ministerio sin ningún proyecto materializado y con muchos descartados
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Expedientado por el PP y encerrado en un cuarto oscuro de la fiscalía, la llegada del PSOE al poder fue providencial. El nuevo fiscal general, Cándido Conde-Pumpido, le nombró fiscal jefe de la Sala de lo Contencioso del Tribunal Supremo. Y desde ahí, el 12 de febrero de 2007, fue aupado a la cartera de Justicia. Su nombramiento para sustituir a Juan Fernando López Aguilar se atribuye al ámbito de influencia de la vicepresidenta Fernández de la Vega.

Gran aficionado a la música, al Real Madrid y empedernido amante de la caza, Bermejo llegó al ministerio con proyectos de gran calado: una nueva oficina judicial, quitar a los jueces la agenda de señalamientos y dejarles en un segundo plano en la instrucción de los casos en favor de los fiscales... Y se va con algunos de estos planes en marcha, ninguno materializado y otros muchos, descartados. Lo que sí hizo al poco de acceder al ministerio fue modificar el Estatuto del Ministerio Fiscal para crear nuevas figuras jurídicas dentro de la carrera y extender la limitación de mandatos a altos cargos de la fiscalía. Y ha logrado, eso sí, colocar a hombres suyos en puestos clave de la carrera fiscal.

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La etapa de Bermejo al frente de Justicia ha sido muy convulsa. Ni en la carrera fiscal, a la que pertenece, y, menos aún, entre los jueces, que le tachan de persona soberbia y con escasa capacidad de diálogo, cuenta con demasiados simpatizantes. Las dos asociaciones que han convocado la huelga de jueces le reprochan que utilizase la primera hora de la última reunión que mantuvieron con él para espetarles que carecían de legitimidad. El PP nunca le ha querido como interlocutor. De hecho, Zapatero, para franquear obstáculos, le dejó en un segundo plano para la renovación del anterior Poder Judicial.

La cacería que hace tres fines de semana compartió Bermejo con el juez Garzón, en pleno fragor de la operación Gürtel, una trama de sobornos que afectan a varias administraciones del PP, ha terminado de ponerle en el disparadero, y ha forzado, finalmente, su dimisión. Bermejo Seguirá como diputado por Murcia, donde logró movilizar a la derecha en las últimas elecciones.

SCIAMMARELLA

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