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Una juez pide analizar una muestra de semen de 1991 para aclarar una violación

El resultado podría demostrar la inocencia de Ahmed Tommouhi, que pasó 15 años preso injustamente como agresor sexual y aún lucha por limpiar su nombre

Mónica Ceberio Belaza

En la madrugada del 25 de noviembre de 1991 una pareja de novios se detuvo con su coche en una carretera oscura cerca de Blanes (Girona). Dos asaltantes rompieron una ventana, les amenazaron con un arma, les ataron las manos y violaron a la chica por turnos. Después se los llevaron en coche a otro lugar y volvieron a violarla. Los jóvenes lograron escapar y acudieron al hospital, donde se obtuvieron restos de semen de los agresores, y a la policía.

Como es habitual, los agentes les enseñaron fotos de posibles sospechosos de sus álbumes. Los dos identificaron a uno de los retratados, un marroquí, Abderrazak Mounib. Pero Mounib no podía ser el culpable. El día de la violación él ya estaba en la cárcel, y precisamente por una serie de violaciones muy parecidas a la de Blanes. Ese caso fue archivado porque nunca se halló a ningún sospechoso. Los restos biológicos descansan desde entonces en el Instituto Nacional de Toxicología. El Juzgado de Instrucción y Primera Instancia número 1 de Blanes acaba de reabrir el caso. Ahora, Toxicología tendrá que analizar las muestras halladas hace casi 20 años y cotejarlas con la base de datos de ADN del Ministerio del Interior.

El sospechoso es un español condenado por varias agresiones similares

El procedimiento podría resolver un delito impune desde entonces. Pero no solo eso. Podría servir también para limpiar la reputación de dos marroquíes inocentes que fueron encarcelados por una serie de violaciones que no habían cometido y en las cuales hay otro sospechoso: un español, Antonio García Carbonell. El mismo que podría haber cometido la agresión de Blanes.

El caso, y la relación de García Carbonell con el destino de Mounib y de otro marroquí que fue condenado con él, Ahmed Tommouhi, comienzan a finales de 1991. Varios pueblos de Barcelona, Tarragona y Girona sufrieron una ola de agresiones sexuales. Todas con el mismo modus operandi: dos hombres abordaban armados a parejas jóvenes en coche o a grupos de jóvenes en espacios apartados y, con extrema violencia, agredían sexualmente a las mujeres mientras amenazaban a los hombres. Dos marroquíes sin ninguna relación previa entre ellos, Ahmed Tommouhi y Abderrazak Mounib, fueron detenidos. Algunas víctimas los identificaron. Otras, dudaron. Fueron condenados por algunas de las agresiones sumando entre los dos seis procesos penales.

En 1995 se produjo otra ola de violaciones muy similar en Barcelona y Tarragona. Varias personas reconocieron a Tommouhi y Mounib en los álbumes policiales. Pero ellos llevaban ya cuatro años en prisión. Uno de los culpables finalmente apareció. Se llamaba Antonio García Carbonell.

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Reyes Benítez, un guardia civil que había participado en la investigación de 1991, sospechó que algo raro estaba pasando. Al ver que las víctimas de 1995 reconocían "sin ningún género de dudas" a Tommouhi y Mounib cuando en realidad el violador había sido Antonio García Carbonell se planteó la posibilidad de que los marroquíes hubieran sido condenados por error.

Tenía razón. En la única violación de 1991 en la que quedaba ADN que analizar se demostró que Tommouhi y Mounib eran inocentes. Los culpables habían sido García Carbonell y un pariente suyo. Se revisó esa condena en 1998 y se les concedió una indemnización. Pero como no se conservaban restos de las otras violaciones y el recurso de revisión en España exige que se demuestre de forma inequívoca la inocencia, los marroquíes siguieron en prisión. El fiscal jefe de Cataluña pidió el indulto en 1999 y también lo recomendó en 2000 el Tribunal Supremo tras reconocer las dudas "muy fundadas" sobre su culpabilidad. El Gobierno tardó nueve años en responder. Se denegó en 2008.

Abderrazak Mounib murió en la cárcel en 2000 de un ataque al corazón. Ahmed Tommouhi pasó 15 años encarcelado. Ahora lleva cuatro años y medio en libertad y se niega a volver a su país hasta que no se haya reconocido públicamente su inocencia.

Cuando Toxicología ofrezca sus datos al juzgado de Blanes, si resulta que el culpable fue García Carbonell, la resolución del caso podría beneficiar a Tommouhi. Pero de manera indirecta, porque él no fue condenado por esa agresión. Sin embargo, tres de las violaciones por las que cumplió condena tenían varios elementos en común con la de Blanes: había dos agresores; los delitos se llevaron a cabo de forma muy parecida; todas se perpetraron entre el 7 y el 24 de noviembre de 1991; y en las cuatro se usó el mismo coche. Tommouhi podría intentar de nuevo que el Tribunal Supremo revisara su caso y, quizá, lograr que de una vez por todas se reconozca su inocencia.

Ahmed Tommouhi, junto al palacio de Justicia de Barcelona, en 2007.
Ahmed Tommouhi, junto al palacio de Justicia de Barcelona, en 2007.MARCEL·LÍ SÀENZ

El empeño de un ciudadano

Si la violación de Blanes (Girona), de noviembre de 1991, llega a resolverse, será por el empeño de un ciudadano anónimo, un ingeniero llamado Manuel Borraz que lleva años investigando las irregularidades que llevaron a los marroquíes Ahmed Tommouhi y Abderrazak Mounib a prisión. No tenía ninguna relación con ellos. Comenzó a leer sobre el caso en la prensa y abrió un blog (http://tommouhi.com) en el que analizaba los fallos policiales y judiciales que permitieron que se condenara como violadores en serie a dos personas que no se conocían entre sí y que no habían cometido agresión sexual alguna.

Un periodista, Braulio García Jaén, en su libro de investigación sobre el caso, Justicia Poética, publicado en 2010, reveló que el Instituto Nacional de Toxicología aún conservaba restos biológicos de la violación de Blanes, una agresión por la que no habían sido condenados los marroquíes pero que formaba parte de la misma ola de violaciones de noviembre de 1991 en Barcelona, Girona y Tarragona y en la que se había usado el mismo coche que en las demás.

La Guardia Civil pidió entonces que se reabriera el caso y que se analizaran los restos por si uno de los violadores podía ser Antonio García Carbonell, un español que, al menos una vez, fue confundido por las víctimas con los marroquíes y que actuaba con un pariente suyo. El juzgado se negó a la reapertura asegurando que la violación de 1991 había prescrito. Borraz insistió. Presentó un escrito ante la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña en el que explicaba que, por las circunstancias en las que se cometió la agresión -con uso de armas y por más de una persona- se trataba de un delito agravado de violación que prescribía no a los 15 sino a los 20 años. No es jurista, pero tenía razón. El juzgado rectificó y reabrió el procedimiento penal.

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Sobre la firma

Mónica Ceberio Belaza
Reportera y coordinadora de proyectos especiales. Ex directora adjunta de EL PAÍS. Especializada en temas sociales, contó en exclusiva los encuentros entre presos de ETA y sus víctimas. Premio Ortega y Gasset 2014 por 'En la calle, una historia de desahucios' y del Ministerio de Igualdad en 2009 por la serie sobre trata ‘La esclavitud invisible’.

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