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Reportaje:El fenómeno de la inmigración

Los que no llegan en cayuco

La mayoría de los 'sin papeles' que se quedan en España entran como turistas en avión o autocar

El hombre, de 19 años, es boliviano y llegó a España hace cuatro meses. Entró por el aeropuerto de Barajas desde La Paz y al pisar tierra y ver a los policías del control de fronteras del aeropuerto se arrugó un poco. Pero aguantó el tipo y se forzó a aparentar tranquilidad.

"Me dio miedo, claro, porque si empezaban a preguntar, pues igual me ponía nervioso, y metía la pata, y descubrían que yo no venía a hacer turismo, sino a trabajar, y me devolvían para La Paz y adiós al viaje y a los 1.700 dólares que me había costado", relataba el viernes, en Madrid, sin querer confesar su nombre. Avanzó en la cola, el policía le ojeó el pasaporte, le reclamó la preceptiva carta de invitación de alguien conocido en Madrid, el dinero que justificaba su estancia... y le indicó que siguiera adelante. A dos venezolanos que iban detrás en la cola el mismo policía les comenzó a interrogar más exhaustivamente. "Seguro que les devolvieron, pero yo no me enteré, porque salí de ahí lo más rápidamente que pude", añade, con una sonrisa.

En 2006 la policía ha obligado a volver a sus países a 8.446 personas en los aeropuertos

La ley permite a los ciudadanos bolivianos entrar en España como turistas sin necesidad de visado por un tiempo de tres meses. Pero este boliviano, como él mismo confiesa y como muchos otros compatriotas, no tenía ninguna intención de hacer turismo. De hecho, a los pocos días ya estaba buscando un empleo. Ahora trabaja en la construcción. Desde hace un mes su situación es irregular y corre el riesgo, si la policía le descubre, de ser repatriado. Pertenece a esa ingente e incuantificable bolsa de inmigrantes sin papeles que trabajan sin contrato y cuya presencia, desde el punto de vista estadístico, es muy difícil de rastrear.

En lo que va de año han llegado ya a España casi 20.000 personas a bordo de cayucos o pateras. En 2005 fueron 11.700. El drama de un viaje por medios casi medievales en el que se pone en juego la vida con tal de llegar a la orilla rica del mundo acapara las portadas de los periódicos y las imágenes de los telediarios. Sin embargo, la cifra representa un porcentaje casi insignificante del volumen de inmigrantes en situación irregular que, como este boliviano, viven y trabajan en España. La inmensa mayoría de los extranjeros sin papeles ha entrado y entra en España a bordo de aviones, trenes y autobuses, con un pasaporte en regla y disfrazados -con más o menos éxito- de turistas.

El número exacto es imposible de calcular. Desde 2002 y hasta 2005, el padrón municipal registra, aproximadamente, 600.000 altas cada año. Registrarse en el padrón permite al inmigrante, aunque no tenga permiso de trabajo, acudir al médico, y hoy por hoy, es el único medio de calcular el número de personas extranjeras en situación irregular que hay en España. De hecho, el cruce de los datos de los extranjeros no comunitarios empadronados con los que tienen tarjeta o permiso de residencia, permitió saber en julio que en España hay más de un millón de sin papeles. El PP, basándose en otros cálculos, elevaba esa cifra a 1.644.000; el Gobierno, apelando a la cantidad de personas que tramitan la renovación de tarjetas de residencia, la rebaja a menos de 700.000.

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Carlos Martín, economista y uno de los responsables de Inmigración de CC OO, considera perfectamente asumible esta cifra de 600.000 nuevos inmigrantes al año y apunta su causa: "Encuentran trabajo y no se les pide visado". "Hace unos años, no se exigía visado a los colombianos y a los ecuatorianos, y por eso llegaron tantos. Hoy, ellos no vienen, porque se les pide visado, pero acuden los bolivianos, los argentinos y los venezolanos, a los que les basta aparentar que son turistas", explica Martín. A su juicio "falta verdadera voluntad política para acabar con este problema, pero tal vez lo que se persiga es que exista una cantidad enorme de mano de obra barata".

¿Por dónde llegan? "Por los aeropuertos los latinoamericanos; por tierra, por Hendaya, los inmigrantes del Este, los rumanos y búlgaros, que tampoco necesitan visado", añade Martín.

No se sabe cuántos entran. Sí cuántos se rechazan: en lo que va de año han sido interceptadas en los aeropuertos españoles 8.446 personas -la mayoría latinoamericanos- a las que se ha devuelto a su país de origen, un número parecido al del año anterior.

César Pinto, de 40 años, es abogado y desde 1998 pertenece al grupo de letrados que defiende en Barajas a estos extranjeros que se quedan a un paso de entrar en España. "Es una especie de lotería a la inversa", cuenta. "Como la policía no tiene medios, pues no para a todos los inmigrantes, sino que elige a un número determinado en cada vuelo, muchas veces fiándose del aspecto: cuanto más rasgos indígenas, o peor vestido vayas, más posibilidades hay de que te interroguen".

En enero de 2005, la policía interceptó a Laura Huarachi, de 29 años, procedente de Bolivia. A las preguntas de los agentes, la mujer respondió que el motivo de su viaje era el de hacer turismo, que quería "conocer las ciudades de Madrid, Sevilla y Granada" y que su propósito era quedarse en España "cinco días". Aseguró no "conocer a nadie en España" pero contar con "noches pagadas de hotel". Los policías no consideraron que esa mujer iba a hacer turismo y la obligaron a coger un vuelo de vuelta. "Es cierto que la inmensa mayoría no viene de turismo. Pero el filtro de la policía 'a este interrogo y a este no' me parece injusto y aleatorio. Que conste que todos han empeñado sus vidas, en muchos casos vendiendo sus casas, para poder pagarse el viaje y vienen a trabajar, no a delinquir", añade el abogado.

Fernando Vázquez, secretario general de la Unión Federal de la Policía (UFP) y vocal del consejo de la policía, coincide en señalar que faltan medios para controlar "a todos los que pasan por los aeropuertos". "No hace falta más que darse una vuelta por Barajas. Además, aunque tuviéramos medios, necesitaríamos al menos 10 minutos con cada persona para controlarla bien, para descubrir si los documentos que traen son los correctos, si las reservas de hotel están bien hechas etc., en una palabra, para descubrir con una cierta fiabilidad si vienen como turistas o no. Y si empleáramos más de 10 minutos con cada persona, colapsaríamos Barajas, y AENA no nos lo permite", explica. "Éste es un país eminentemente turístico y no podemos permitirnos eso", añade este policía, que concluye: "Haría falta crear una policía de fronteras, especializada, que luchara contra este fenómeno".

Los inmigrantes no sólo emplean vuelos directos para acceder a España. La policía también se ve obligada a desplazarse con frecuencia a aeropuertos franceses u holandeses a fin de controlar a los inmigrantes latinoamericanos cuyo origen final es España pero que prefieren dar un rodeo porque los controles son menores. "Cada vez que vamos a un aeropuerto de ésos interceptamos a un buen número de inmigrantes. Después se corre la voz de que estamos allí y ya no emplean esa vía", explican fuentes de la Comisaría General de Extranjería. Estas mismas fuentes aseguran que en este año los controles se han intensificado "por todos los accesos" y los aeropuertos y los autocares "han dejado de ser el coladero que eran hace unos años".

Y sin embargo, en la frontera francesa, el flujo de autocares procedentes de Rumanía o Bulgaria por el paso de La Jonquera es constante. El principal problema de esta frontera, que separa Francia y España, es que ya no lo es.

"¿Usted busca una frontera? Pues tendrá que seguir un poco más adelante, hasta llegar a Austria", dice un agente del Cuerpo Nacional de Policía enfrascado con los pasaportes de los ocupantes de un autocar que hace la línea regular Bucarest-Madrid.

El policía se refiere a que desde la firma de los acuerdos de Schengen, en abril de 1995, Europa ya no cuenta con fronteras interiores. "Los controles que hacemos no son fronterizos, porque está prohibido, sino de seguridad", añaden fuentes de la Comisaría General de Extranjería. "Estamos en un espacio Schengen y si todo el mundo hiciera las cosas como debe [en referencia a la policía austriaca] nadie en situación irregular llegaría a La Jonquera", explica Francisco Busquets, subdelegado del Gobierno en Girona.

En la frontera de La Jonquera, los conductores de los autocares rumanos esperan fumando un cigarro hasta que la policía "examina" la documentación de los viajeros. Si hay algún problema, darán la vuelta. El autobús entero. En teoría, hasta Rumanía.

Sólo en teoría. En la frontera pirenaica abundan los huecos por los que un autocar puede acceder a España con toda comodidad y sin someterse a ningún tipo de control. Prats de Molló-Camprodón, Costoja-Maçanet de Cabrenys o Las Illas-La Vajol son pasos cómodos, que haciendo unos pocos kilómetros de más (y alguna que otra curva) permiten atravesar la frontera sin problemas.

"Esto es un auténtico coladero", asegura otro agente en la AP-7 (La Jonquera-Alicante). "Aquí vigilamos y sin embargo entran, pero por la montaña pasan los que quieren", añade.

Los vecinos de Maçanet de Cabrenys, a pocos kilómetros de la frontera francesa, están acostumbrados a ver pasar, de día y de noche, autobuses, microbuses y furgonetas, mayoritariamente con matrícula de Rumanía.

Otro paso cercano al de Costoja e igualmente concurrido es el que proviene de Ceret y atraviesa la frontera por Las Illas, pasa por el monumento al presidente Companys, baja por La Vajol y en pocos kilómetros llega a la carretera nacional. "Es frecuente ver luces en esta carretera a las cuatro de la madrugada" asevera un vecino. El alcalde de Maçanet de Cabrenys, Lluís Carbó, asegura que el tráfico de autobuses por la carretera que cruza su pueblo, "ha disminuido mucho en los últimos tres o cuatro meses", aunque admite que "esto va por épocas".

Además, buena parte de los ciudadanos rumanos o búlgaros -que tampoco necesitan visado- entran en autocares de línea regular, con su pasaporte en regla, asegurando que son turistas. A los policías les es imposible demostrar si eso es falso o no.

Hasta para los propios inmigrantes es difícil: "Yo llegué hace tres meses", dice Elena, rumana de 30 años, vecina de San Fernando de Henares. "Y entré para visitar a una amiga y para ver qué tal me iba. He encontrado trabajo y me quedo. La semana que viene pasaré a ser ilegal".

Varios agentes realizan un control en el paso fronterizo de La Jonquera.
Varios agentes realizan un control en el paso fronterizo de La Jonquera.ASSOCIATED PRESS

25 invitados a casa

A veces, los policías de Barajas lo tienen fácil para demostrar que los inmigrantes que acaban de llegar, con pasaporte en regla, no tienen ninguna intención de hacer turismo. César Pinto, abogado de turno de oficio, que ha auxiliado desde hace años a estos extranjeros en el aeropuerto de Barajas, recuerda que en una ocasión se le presentó un caso "insostenible". "Dos latinoamericanos venían desde Ecuador con una carta de invitación de la misma persona para pasar tres meses en su casa en Murcia. ¡Pero sin conocerse entre ellos y viajando en asientos separados! Se suponía que un amigo común les había invitado a la vez", recuerda el abogado. En realidad, los dos habían acudido a un grupo organizado en Ecuador especializado en conseguir documentos para pasar la frontera.

Dos bolivianos llegados hace más de un año, que desde entonces trabajan sin contrato, en situación irregular, y que prefieren que no se publique su nombre, aseguran que en su país hay ahora mafias especializadas en falsificar pasaportes. "Como ahora los ecuatorianos necesitan visado, pues se falsifican pasaportes bolivianos y así un ecuatoriano llega a España sin muchos problemas", aseguran.

La policía está sobre aviso. "Las cartas de invitación para que un inmigrante venga a España deben de hacerse ante notario, a fin de que nosotros contemos con un registro y podamos saber si alguien ha invitado a 25 inmigrantes a su casa", explican fuentes de la Comisaría General de Extranjería. Estas mismas fuentes aseguran que desde hace meses la policía experimenta en el aeropuerto de Barajas con un programa piloto encaminado a detectar pasaportes u otro tipo de documentación falsificada.

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