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Las claves del terrorismo 'yihadista'

En manos del juez del desierto

La suerte de los tres españoles secuestrados en Mauritania pende de Abú Hannas, un dirigente religioso que termina sus soflamas pidiendo morir por la 'yihad'

José María Irujo

La suerte de los secuestrados españoles por Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) depende en buena parte de un solo hombre: Abderramán, Abú Hannas, el denominado juez del desierto, un dirigente religioso del que sólo existe una fotografía, la que aparece en los vídeos, oculto bajo su turbante mientras lanza soflamas incendiarias sobre la necesidad de crear un nuevo califato y un Gobierno islámico en el Magreb. Discursos que siempre terminan con la coletilla: "Pido a Alá morir por la yihad".

Abú Hannas, de unos 30 años, jugaba en el Bohdid, un equipo de fútbol local de un barrio en Nuakchot, tenía novia y trabajo, pero su obsesión por los estudios coránicos le condujeron por el camino vidrioso y oscuro que lleva a la yihad. Era imán en una pequeña mezquita y su verbo fácil le convirtió en un referente para un ejército de fieles que escuchaba ensimismado sus discursos cada vez más extremistas. Nadie sabe quién lo captó para la nueva base de Al Qaeda en África, pero desde hace varios años se ha convertido en la voz religiosa del grupo salafista que atenta y secuestra en el desierto del Sahel.

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El joven mauritano es el "aliento espiritual" de un grupo terrorista que necesitaba un referente religioso propio y cercano y es quien marca los límites de lo que se debe o no hacer, según aseguran fuentes próximas a los salafistas. La fuerte expansión de AQMI ha obligado a sus dirigentes a tener un juez del desierto que explique sus acciones y decisiones y las bendiga para sentirse respaldados. Por ese motivo se cree que la posición de Abú Hannas será determinante en el futuro de los secuestrados españoles. "Están en sus manos porque él tendrá que autorizar y explicar la decisión que se adopte", aseguran varias fuentes consultadas.

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La Gendarmería mauritana atribuye a Abú Hannas la redacción de un documento titulado Manual sobre los prisioneros extranjeros, hallado en una operación policial en la capital. Un puñado de folios en árabe explica qué hacer y cómo tratar a los secuestrados: si hay mujeres se las puede tomar como esposas; si son militares, los yihadistas están autorizados a matarlos, y si son civiles, hay que pedir un canje de prisioneros o un rescate.

Las condiciones para formar parte de este ejército de terroristas escondido en los desiertos fueron también redactadas por Abú Hannas, según la policía mauritana. Se les pide tener conocimientos técnicos o informáticos, estar dispuestos a convertirse en suicidas y un documento de idoneidad firmado por el jefe de reclutadores de la región.

AQMI, según fuentes de la inteligencia francesa y mauritana, cuenta hoy con cuatro brigadas diferentes repartidas por el inmenso desierto del Sahel, una extensa región que va desde el océano Atlántico hasta el mar Rojo, un territorio de nadie donde Gobiernos débiles y fallidos no tienen medios para combatir el terrorismo. Agrupan a unos 300 hombres, en su mayoría argelinos, y sus nombres son: Tarek Ibn Ziyad, que en febrero de 2008 secuestró a varios turistas austriacos en Túnez; la Brigada de los turbantes, compuesta por algunos tuaregs, aliados de AQMI en Malí; Ansar, cuyo símbolo explica sin rodeos que su misión es secuestrar a cristianos; y Farkan. El dirigente religioso de todos ellos es este ex futbolista y recitador del Corán.

Abú Hannas tuvo problemas para ser aceptado por algunos argelinos y en sus primeros discursos llegó a confesar que se sentía más cerca de éstos que de sus paisanos mauritanos. Las dificultades terminaron cuando Abú Musad Abde I Wadud, el emir del Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC) argelino, le dio su bendición, le nombró juez del desierto y miembro del Consejo de AQMI. Wadud fue quien anunció en 2006 la alianza de los salafistas argelinos con Osama Bin Laden y es el auténtico impulsor de la expansión de AQMI, un grupo que ha logrado agrupar a yihadistas de, al menos, siete nacionalidades bajo la misma bandera.

El dirigente religioso mauritano no ha sido nunca detenido, su vida y andanzas por el desierto están llenas de leyendas que corren de boca en boca por las mezquitas más radicales de Mauritania. "Es muy inteligente y sabe cómo llegar a la gente. Sus discursos son muy agresivos y buscan despertar las conciencias y captar nuevos militantes", señala un joven próximo a los presos mauritanos de Al Qaeda. El pasado mes de junio, Abú Hannas lanzó un llamamiento a los mauritanos para que no acudieran a las urnas. "Todo es mentira. La democracia es una farsa. No vayáis a votar", reclamó.

¿Cómo se ha extendido el salafismo en Mauritania?, se preguntan muchos en este país de 3,3 millones de habitantes donde hace años era imposible ver a una mujer con burka. Muchas miradas se dirigen a las ruinas de la universidad Mohamed Ibn Saud, financiada por el Gobierno de Arabia Saudí, cerrada en 2003 y derribada hasta convertirse hoy en una escombrera en el centro de la ciudad. "Ahí empezó a cocerse todo", asegura Ahmed, un joven profesional mauritano. En 2004, el Gobierno secuestró los 2.000 ejemplares del periódico Al Khabar. El diario informaba de que Ayman Al Zawahiri, el escudero egipcio de Bin Laden, hacía un llamamiento a Mauritania para que se uniera a la yihad. "Nos llamaron mentirosos y manipuladores. Intentaron ocultar lo que ya estaba ocurriendo", explica Mohamed Lamil, hoy residente en España.

Escuchar los discursos claros y contundentes de Abú Hannas produce escalofríos. En su última grabación, con el preludio de una música de fondo que anima a la lucha, el juez del desierto mauritano, el tipo que puede decidir sobre el futuro de Alicia Gómez, Roque Pascual y Albert Vilalta, decía frases como éstas: "No hay un Gobierno islámico de verdad. Todos son teatros y cristianos... Estamos aquí para construir el mundo islámico de nuevo... Nuestra alianza es una pesadilla para nuestros enemigos. Vamos a ganar esta guerra contra el ejército de Satán". Y terminaba con su remate final: "Pido a Alá morir por la yihad".

Imagen de un vídeo de Abú Hannas.
Imagen de un vídeo de Abú Hannas.

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Sobre la firma

José María Irujo
Es jefe de Investigación. Especialista en terrorismo de ETA y yihadista, trabajó en El Globo, Cambio 16 y Diario 16. Por sus investigaciones, especialmente el caso Roldán, ha recibido numerosos premios, entre ellos el Ortega y Gasset y el Premio Internacional Rey de España. Ha publicado cinco libros, el último "El Agujero", sobre el 11-M.

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