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Reportaje:

"El niño no vuela a España"

Brasil retiene a una mujer con su hijo de 22 meses, ambos españoles, en plena crisis por el control migratorio en Barajas

"Todo el mundo te mira. Te hacen sentir como un delincuente, como si hubieras hecho algo malo". Ese es el regusto que le quedó a Lucía Silva, brasileña con pasaporte español, después de que la Policía Federal brasileña le impidiese a ella y a su hijo Leonardo, de 22 meses, tomar el avión de vuelta a Barcelona el pasado sábado. Tras un viaje de 150 kilómetros con el niño y el equipaje a cuestas, los agentes del aeropuerto de Salvador de Bahía les impidieron viajar. El motivo, le dijeron, "el refuerzo de las medidas de seguridad con los pasajeros españoles". "El niño no viaja a España sin una autorización de su padre", ordenaron los policías que la dejaron en tierra con todos los bártulos mientras Leonardo no dejaba de llorar.

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Las represalias ordenadas por Brasil ante el rechazo y consiguiente retorno de decenas de sus ciudadanos desde el aeropuerto madrileño de Barajas habían provocado hasta el momento la devolución de al menos 13 españoles a los que se prohibió la entrada en el país suramericano en "trato recíproco", en palabras del presidente brasileño, Luis Inázio Lula da Silva. Pero el caso de Lucía y su hijo va más allá, al impedirse su vuelta a Barcelona con la documentación de ambos en regla. "Hace unos meses hice este mismo viaje también con mi hijo y nadie me puso ningún problema", recuerda Lucía, que espera poder tomar su avión el jueves.

Sólo lo logrará si los agentes que le impidieron volar el sábado dan por buena la carta de autorización autenticada y en portugués que su marido, el barcelonés José Ramón Algora, le enviará hoy por fax tras pasar por el consulado brasileño en la capital catalana. "Antes de darme esta posibilidad, los policías me dijeron que sólo podría volver si mi marido venía a Salvador y daba su permiso ante un juzgado brasileño de menores", cuenta Lucía que, debido al incidente, faltará tres días al trabajo, aunque no perderá el dinero del billete, ya que la compañía (la portuguesa TAP) ha accedido a retrasárselo cuatro días sin coste.

"Lo que hace todo esto más ridículo es el hecho de que fue la doble nacionalidad de Lucía y Leonardo lo que creó el problema", asegura José Ramón, el padre del niño, desde Barcelona. "Estamos convencidos que si no hubieran mostrado sus pasaportes españoles no habrían tenido ningún problema para coger ese avión", añade. Lucía también tiene esa impresión. "La señora del mostrador de facturación sólo nos negó la tarjeta de embarque cuando supo que éramos españoles", asegura desde la casa de sus padres en el Estado de Bahía.

El Ministerio de Asuntos Exteriores español hizo pública una nota el jueves en la que recomienda a los españoles que quieran viajar a Brasil que se pongan en contacto con la embajada o los consulados de ese país antes de partir ante "el mayor rigor en los controles de inmigración" en los aeropuertos brasileños. Los requisitos para entrar en su territorio, según el Consulado General de ese país, son: tener un pasaporte en regla o documento equivalente, prueba de medios de subsistencia durante la estancia, contar con un billete de vuelta y rellenar una tarjeta de entrada que facilitan las autoridades brasileñas.

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El embajador español en Brasil, Ricardo Peidró, aseguró el pasado jueves en el Senado brasileño que sólo el 1% de los 800 brasileños que llegaron en los 12 aviones que unen cada día Brasil y España fueron rechazados por incumplir los requisitos de entrada en 2007, y que el porcentaje de repatriaciones desde Barajas y El Prat es similar al de los otros 21 Estados del espacio Schengen.

Hasta ahora la crisis consular entre los dos Estados se ha saldado con al menos 13 viajeros rechazados y devueltos a España desde aeropuertos brasileños. Lucía y su hijo Leonardo también se encuentran entre los damnificados, pero en su caso, la represalia no consiste en no poder entrar. Ellos dos, por el momento, no pueden salir.

Lucía Silva, con su hijo Leonardo, en su casa de Barcelona
Lucía Silva, con su hijo Leonardo, en su casa de Barcelona

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