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La Iglesia se enfrenta al Gobierno

Un preferido de Benedicto XVI

García-Gasco ha sido hecho cardenal superada ya la edad de jubilación

Buen orador, sin pelos en la lengua, alto, simpático, bien parecido -cuando era cura lo llamaban "el Paul Newman con sotana"- y martillo del Gobierno. Pocos desconocen el talante conservador y combativo de Agustín Gacía-Gasco entre la jerarquía católica. Cuando Benedicto XVI lo hizo cardenal apenas hace un mes, pese a haber superado ya, con creces, la edad de jubilarse, estaba subrayando esos matices, sin sutileza. Quizás para advertirle al Ejecutivo socialista que las buenas relaciones diplomáticas no excluyen las execraciones eclesiásticas.

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Lo comprobó pronto la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega. En contra de los usos diplomáticos, acudió en nombre del Gobierno a la toma de posesión en Roma del nuevo cardenal -y de otros dos españoles-, y en la cena protocolaria que organizó la Embajada España ante la Santa Sede, en la cara de la vicepresidenta, García-Gasco se quejó de que su Iglesia vive "acorralada" en España por el laicismo del Gobierno y por una sociedad que quiere "encerrarnos en las sacristías". "Ni España ni Europa tienen futuro si los hombres y mujeres cerramos el corazón al amor de Dios. La paz, la concordia, la justicia y la libertad; el progreso y la civilización del amor son fruto de la cercanía a Dios", añadió.

El cardenal contestaba a un discurso muy conciliador de la vicepresidenta, que llegó a citar en latín al obispo san Agustín para reclamar "lealtad entre ambas instituciones". "In necesariis unitas, in dubiis libertas, in ómnibus caritas" (En lo esencial, unidad; en lo dudoso, libertad; en todo, caridad). Los tres conceptos de esta reflexión agustiniana, unitas, libertas, y caritas, se hacen verdad esta noche", presumió De la Vega ante media docena de cardenales, entre ellos Rouco Varela (Madrid) y Antonio Cañizares (primado de Toledo).

Los que conocen a García-Gasco no se sorprendieron de que contestase con garrotazos a un dicurso protocolarío. Nunca perdió ocasión de decir lo que piensa. Ni ha ocultado sus preferencias políticas. El Ayuntamiento de Valencia, encabezado por Rita Barberá, del PP, ha iniciado los trámites para nombrarle Hijo Adoptivo de la Ciudad. Por ciento, la vicepresidenta Fernández de la Vega será la candidata del PSOE por Valencia en las próximas elecciones de marzo. La batalla dialéctica, como se ve, tiene más intenciones de las que aparecen a simple vista.

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También ha sido García-Gasco abanderado de las canonizaciones de víctimas católicas de la Guerra Civil de 1936. Ya en marzo de 2001, Juan Pablo II beatificó a 226 valencianos, y en la lista de espera hay mayoría de esa archidiócesis, en la idea del cardenal de que aquella terrible guerra fratricida, desatada por el general Franco con el apoyo y la bendición de los obispos, fue "la mayor persecución religiosa de la historia moderna".

García-Gasco quiere dejar huella imborrable de aquella historia. Para ello promueve la construcción de un templo llamado Parroquia Santuario de los Beatos Mártires Valencianos. Se levantará sobre una antigua nave de hormigón de la industria química, cerca de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, y cuenta con el apoyo del Ayuntamiento conservador.

García-Gasco nació en Corral de Almaguer (Toledo) en 1931 y fue nombrado arzobispo de Valencia por Juan Pablo II el 24 de julio de 1992. Sacerdote desde 1956, desarrolló sus primeras funciones eclesiásticas en la diócesis de Madrid, como párroco de Villamanta y, un año después, como delegado de Cáritas Diocesana y profesor de la Escuela de Cursillos de Cristiandad.

Licenciado en Teología por la Universidad de Comillas, fue entre 1958 y 1970 asesor religioso de la Comisaría de Extensión Cultural del Ministerio de Educación y Ciencia y de la Diputación Provincial de Madrid.

Obispo auxiliar del mítico cardenal Tarancón en Madrid (1985) e incluso secretario general de la Conferencia Episcopal durante cinco años, ahora es (desde abril de 2007) presidente de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, que es como se llama hoy la antigua Inquisición.

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