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Columna
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Los principios del PP

Josep Ramoneda

El Partido Popular ha alardeado siempre de ser un partido de principios. Es recurrente en sus discursos de oposición presentarse como adalid de la coherencia ideológica frente a la frivolidad de Zapatero y el radicalismo del PSOE. El partido de los principios, durante la jornada del martes nos deleitó con unos curiosos ejercicios de estiramientos de su musculatura moral. Sus portavoces dedicaron sus intervenciones públicas a despotricar contra la falta de principios del PSOE que tiene alianzas con un partido -Esquerra Republicana- que cuenta entre sus miembros a personajes como Tardá capaces de decir: "Viva la República, muera el Borbón". Y, al mismo tiempo, sus senadores votaron el veto a los Presupuestos presentado por el partido de Tardá. Con lo cual, cabe deducir que los independentistas catalanes tienen una peculiar naturaleza que les permite pasar en cuestión de segundos de apestados con los que es indigno tener a trato, a parlamentarios responsables que merecen incluso el apoyo del voto. Para que el absurdo fuera todavía mayor, el texto que la derecha validó decía cosas como que "el PP y CiU son responsables de las graves deficiencias que presenta el sistema actual de financiación", que es lo que el tripartito catalán ha repetido una y mil veces. Mal lo tendrá el PP para defenderse de una acusación ratificada con su voto. Con tal de darle una patada al Gobierno, el PP está dispuesto a cualquier cosa. Incluso a hacer el ridículo. Aunque la patada sea insignificante: ésta -la devolución de los Presupuestos al Congreso- es de las que ni siquiera requiere la asistencia del masajista.

Competir por el título de más duro contra ETA resulta ridículo

En la legislatura pasada, el PP dio toda una exhibición de sus principios con la vergonzosa utilización de la tregua y de la lucha antiterrorista para debilitar al Gobierno. Parecía que la derrota le había servido a Rajoy para entender que hay líneas rojas que un partido con voluntad de gobernar no puede cruzar. Pero la lección ha durado poco. Y con el asesinato de Uria se ha venido todo abajo. Rajoy aceptó la propuesta de Zapatero de visitar juntos la capilla ardiente de la última víctima de ETA. Es decir, se apuntó a la foto del ritual de la unidad. Pero, apenas se había disgregado el cortejo, volvió a las andadas: a la utilización del terrorismo como instrumento de desgaste del Gobierno, con la exigencia pública de que Zapatero disuelva los ayuntamientos gobernados por ANV. La unidad no es salir juntos en la foto, la unidad es apoyar al Gobierno en la lucha antiterrorista y compartir con él las iniciativas legales. Rajoy ha preferido jugar al oportunismo, creyendo que así ponía al Gobierno entre la espada y la pared.

En un sólo gesto, el PP ha cometido tres irresponsabilidades. La primera, seguir con un vicio populista muy arraigado en la política española que es legislar a golpe de acontecimiento. Hay un asesinato: o forzamos la ley o la cambiamos. Pocas cosas son tan dañinas para el Estado de derecho como las políticas y las leyes hechas en función de impactos emocionales. Es una práctica antidemocrática en la que el PP y el PSOE han incurrido un montón de veces, juntos y por separado.

La segunda, confundir a la opinión pública para presentarse como campeones de la mano dura contra ETA. Disolver un consistorio es una medida muy excepcional porque, como todo el mundo sabe, los ayuntamientos se forman sobre la base del sufragio universal. Los dirigentes de ANV no están allí porque hayan ocupado el ayuntamiento sino porque han sido votados por los ciudadanos, por muy doloroso que resulte tenerlo que aceptar. Y, precisamente por esto, la ilegalización del partido no comporta la pérdida de los puestos de concejales. La disolución no la puede decidir el Gobierno de un plumazo, como parece insinuar el PP. Hay muchas dificultades legales para conseguirla, y el PP lo sabe. Pero lo importante es transmitir una imagen de debilidad del PSOE ante los terroristas. Por suerte para todos, Rubalcaba supo aprovechar la tregua y gobernar el día después: los terroristas están cayendo uno tras otro. Nunca un jefe de ETA había durado tan poco tiempo: tres semanas. La competencia por el título de más duro contra ETA resulta sencillamente ridícula.

Evidentemente, la tercera irresponsabilidad del PP es usar la lucha contra el terrorismo como un instrumento más para atacar al Gobierno. Un recurso innoble y absurdo, porque muchas veces se vuelve contra el que lo practica. Los principios en el PP son pocos y simples, pero eso sí, constantes: todo vale contra Zapatero.

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