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Reportaje:La situación en el País Vasco

El pueblo donde gobernó la muerte

Varios concejales de Andoain recuerdan los años de terror bajo el mandato de Barandarain y Ozaeta

Natalia Junquera

Es viernes. Doce de la mañana. Un enjambre de hombres aguarda en la puerta del bar Elizondo, frente al Ayuntamiento de Andoain. No es que el local esté lleno. Al contrario, hay dos hombres fuera por cada uno dentro: dos escoltas por cada concejal. Es la huella del terror. Presente en cada rincón de este pueblo, en cada rincón de la memoria de los amenazados. Como el socialista José Luis Vela. Él lo recuerda.

- Agur, ten cuidado.

- No. Cuídate tú, que van a ir a por ti antes que a por mí.

Fueron las últimas palabras que Vela escuchó de su amigo José Luis López de Lacalle, fundador del Foro Ermua. Era el 5 de mayo de 2000 y se despedían después de tomar unos vinos. Dos días después, un pistolero de ETA le mataba de cuatro tiros por la espalda frente a su casa.

"Dábamos miedo. Cambiaban de acera al vernos. Luego nos pedía perdón"
Podían entrar y matar cuando quisieran. Hacían copias de sus llaves
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Hace ya ocho años de aquello, pero Vela no puede olvidar la rabia que sintió cuando aquella misma tarde el entonces alcalde, José Antonio Barandiaran (Euskal Herritarrok), y Ainhoa Ozaeta, su mano derecha, se negaron a condenar el asesinato. Ambos fueron detenidos esta semana: Barandiaran, en su casa de Andoain; Ozaeta, en Burdeos, compartiendo piso con la cúpula de ETA.

Con Barandiaran y Ozaeta en el poder llegaron los escoltas para todos, excepto para ellos y los del PNV, que no los necesitaban. "Dábamos miedo", recuerda Vela, ahora segundo teniente de alcalde. "La gente se cambiaba de acera cuando nos veía. Luego, te llamaban para pedirte perdón", añade. "A mí me decían que parecía que iba detenido", recuerda Estanis Amutxastegi, actual primer teniente de alcalde (PSE).

Ambos daban miedo porque los etarras y sus simpatizantes los querían muertos y porque durante los años en que Barandiaran gobernó el municipio se emplearon a fondo en que todo el mundo lo supiera, colocando dianas en las fachadas de sus casas, empapelando el pueblo con carteles que les llamaban "asesinos", "fascistas" y "enemigos del pueblo vasco", sentenciándoles de muerte en cada pared de Andoain (15.000 habitantes).

"El día que me pusieron escolta, cuando Barandiaran empezaba la campaña, en 1999, se me cayó el mundo encima", recuerda Vela. "En ese preciso momento te das cuenta de que has perdido tu libertad, y que el único espacio libre que te queda son las cuatro paredes de tu casa".

Y ni siquiera eso. A todos los concejales socialistas de Andoain les han quemado la casa alguna vez. Amutxastegi lo recuerda con pavor: "Casi queman a mi hija. Yo estaba en Asturias y me llamaron para decirme que habían incendiado la casa y no sabían si ella había conseguido salir". Incendiaron sus viviendas y la de algunos vecinos, porque la primera vez solían equivocarse -"enseguida te enviaban otro mensajito de 'la próxima no vamos a fallar", explica Amutxastegi-. También les gustaba dejar una copia de las llaves de las casas de sus víctimas en el felpudo, con amenazas de muerte para que los concejales supieran que ellos podían entrar, matar y salir, en cualquier momento.

"Lo fácil habría sido marcharse, pero había que mantener el tipo, porque había gente que nos apoyaba y porque esa gente tenía miedo", asegura el actual alcalde, el socialista José Antonio Pérez Gabarain. Ahora los socialistas de Andoain se reúnen como supervivientes en la Casa del Pueblo, un edificio recién reformado que enseñan con orgullo y en el que tuvieron que construir una trampilla para poder salir vivos del sótano si les incendiaban la sede con un cóctel molotov. Son supervivientes porque saben lo que es enterrar a un compañero -lo único que cuelga de las paredes son dos enormes retratos de Pagazaurtundua y De Lacalle- y sobre todo porque han sabido sobrevivir a la certeza de que les quieren muertos y al miedo permanente a que lo consigan.

El 8 de febrero de 2003, ETA volvió a matar. Su víctima llevaba tiempo esperándoles. "Joseba sabía que estaba rodeado de gente que apuntaba sobre sus pasos y que sus días estaban contados", recuerda Maite Pagazaurtundua, hermana del jefe de la policía local de Andoain asesinado a sangre fría mientras leía la prensa en el bar de siempre.

"Cuando mataron a De Lacalle, Joseba empezó a escribir poemas. En uno, que le dedica a mi madre, decía que sabía que le iban a matar y pedía que su grito de libertad no se apagara, porque si todos se arrugaban, los terroristas se saldrían con la suya. Andoain era el epicentro del infierno. El lugar donde la presión era más fuerte, el proyecto piloto de los terroristas para intentar ahuyentar a los no nacionalistas hasta hacerles desistir", añade. Aquella mañana de sábado, Amutxastegi lo describía así: "Nos han condenado a la pena capital y en cuanto pueden ejecutan a uno de nosotros. Vivimos como si estuviéramos en el corredor de la muerte".

En el pleno que se celebró mientras Pagazaurtundua agonizaba con dos balazos en la cabeza y uno en el hombro, Barandiaran se negó a firmar una declaración de condena del atentado. "Nunca me he sentido tan frustrado. No sólo fueron incapaces de condenarlo, sino que nos metieron un discurso durísimo en defensa de la lucha armada y la liberación del pueblo vasco", recuerda Juan Carlos Cano, concejal del PP.

La moción de censura de Barandiaran, que había accedido a la alcaldía en 1999 con solo 63 votos de ventaja sobre el PSOE, fracasó porque PNV y EA se negaron a apoyarla. El portavoz peneuvista de entonces, Iñaki Egibar, no ha querido hacer declaraciones a este periódico. Así que la pesadilla continuó un poco más, con plenos en los que jamás se habló de tráfico o de urbanismo, y a los que socialistas y populares dejaron de acudir, entre otras cosas, porque Ozaeta se negaba a dejar entrar a sus escoltas. "No había gestión. Se dedicaban exclusivamente a hablar de la liberación del pueblo vasco y en torno a eso, todo estaba permitido. Lo único que hicieron", recuerda Amutxastegi, fue crear una comisión de derechos humanos que sirvió para comprarle un ordenador a un preso etarra (Asier Oyarzabal, Baltza, ex responsable de logística). Barandiaran fue condenado e inhabilitado por ello.

Por todo esto, las detenciones de Ozaeta y Barandiaran no han sorprendido a los concejales, especialmente la de Ozaeta, que antes de terminar la legislatura abandonó su acta de concejal supuestamente para aprender inglés en Irlanda. "Tengo dudas razonables de que Barandiaran estuviera metido en esta historia en aquella época, pero de Azoeta, no. Lo más jodido de esto es que nosotros sabemos siempre, de una forma u otra, quiénes están en el ajo. Y lo hemos dicho mil veces. No puedo entender que no se den cuenta de que aquí hay algo importante", aseguró Fernando Narciso, concejal socialista. Fuentes municipales aseguran que el pueblo es hoy la principal cantera de ETA.

El sábado, unas 200 personas se manifestaron en Andoain pidiendo la liberación del hombre "que solucionaba los problemas de los chicos" (Barandiaran) y "una luchadora" (Ozaeta). La concentración terminó con vivas a ETA.

Los concejales Amutxastegi y Vela pasan frente a un cartel de apoyo a Barandiaran y Ozaeta.
Los concejales Amutxastegi y Vela pasan frente a un cartel de apoyo a Barandiaran y Ozaeta.JESÚS URIARTE

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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.

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