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Reportaje:

"La revolución de la normalidad"

Euskadi deja de ser la comunidad que más y mayores pulsos plantea al Estado

Luis R. Aizpeolea

La presencia del País Vasco en los medios de comunicación de ámbito nacional ha caído sustancialmente en los últimos meses y empieza a ser un tópico extendido en las tertulias vascas que la vida política está poniéndose muy aburrida. Esta percepción, que también llega al palacio de Ajuria Enea, ha cristalizado en una definición en la presidencia del Gobierno vasco: "La revolución de la normalidad", que es como Patxi López define el cambio en Euskadi, cuatro meses después de su toma de posesión como lehendakari.

Parece historia lejana que en Euskadi había un Gobierno que retaba al Estado con planes soberanistas, como los del lehendakari Juan José Ibarretxe en sus diez años de mandato. ETA, más débil que nunca, está al acecho pero no marca la agenda.

"No se ha mirado debajo de las alfombras", explica Jesús Eguiguren
El PSE quiere evitar que su paso por el poder sea efímero, como el del PSdG

Ahora, por el contrario, hay un Gobierno que en cuatro meses ha puesto a Euskadi rumbo a la normalidad. Coloca la bandera española junto a la vasca y la europea en las instituciones. Retira de las calles fotos de presos condenados por terrorismo. Hay protagonismo de las víctimas de ETA. Se ha recuperado el 25 de octubre, aniversario del referéndum del Estatuto, como día de Euskadi, tras su interrupción en la etapa de Ibarretxe. Hay un acercamiento a Navarra y comunidades vecinas y una normalización de las relaciones con el Ejecutivo central con el desbloqueo de traspasos pendientes desde hace 30 años.

La consecuencia es la desaparición de la crispación política y la apertura de una etapa de distensión desconocida en Euskadi. "Lo mejor de estos meses es la naturalidad con que la gente se ha tomado el cambio de un Gobierno nacionalista, que parecía eterno, a otro socialista", señalan en Ajuria Enea. De tal modo que, en el campo de la tensión territorial, Euskadi resulta ahora menos problemática que Cataluña, donde hasta 60 municipios han pedido organizar un referéndum sobre la soberanía con el telón de fondo de la incertidumbre sobre la sentencia del Constitucional sobre su Estatuto.

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Los intentos que hubo en Euskadi por parte de los sindicatos abertzales ELA y LAB de complicar la vida al recién constituido Gobierno de López, con la convocatoria de una huelga general a los 15 días de su toma de posesión, fracasaron. Mostraron que el intento abertzale de considerar ilegítimo al Gobierno socialista apoyado por el PP vasco no cuajaba y abandonaron esa estrategia.

Uno de los termómetros para medir cómo la normalidad está cuajando en la sociedad vasca es el comportamiento del PNV. Al perder el poder en el pasado mayo tras 30 años ininterrumpidos, se instaló en la bronca. Pero en junio, tras su mal resultado en las elecciones europeas, reaccionó e hizo a López una oferta de colaboración contra la crisis. "Hay algo más que propaganda en la actitud del PNV. Ha reaccionado más rápidamente de lo que cabía pensar porque estaba abocado al desastre. Se ha dado cuenta de que la sociedad vasca quiere normalidad", dice el presidente de los socialistas vascos, Jesús Eguiguren.

Una clave que explica que el cambio en Euskadi no haya generado crispación es que el Gobierno de López no ha sido revanchista. "No se ha mirado debajo de las alfombras y sólo ha cambiado la cúpula política de la Administración vasca. La inmensa mayoría de los empleados públicos han mantenido sus puestos en las instituciones. Se han respetado las normas y la gente del PNV comprueba con sorpresa cómo muchos de nuestros cargos hablan euskera", dice Eguiguren.

En la Ertzaintza apenas han surgido resistencias al cambio. Existe más bien una sensación general de revalorización de su papel, de abandono de ese complejo que tenía de policía de segunda en la etapa de Ibarretxe, una vez que se ha implicado a fondo en todas las funciones como policía integral, incluida la lucha contra el terrorismo.

La decisión de Patxi López de retirar los carteles de presos condenados por terrorismo no ha encontrado resistencias en los ambientes nacionalistas moderados. La política de deslegitimación social de ETA seguirá, en una segunda fase, en el ámbito de la educación y de los medios de comunicación públicos vascos.

El Gobierno vasco está encontrando buenos aliados en la generación joven del mundo cultural. En las elecciones del 1 de marzo dos de cada tres jóvenes votaron a López. El empresariado vasco, que ejerce mucha influencia sobre el PNV, ha sido cómplice del cambio y ha presionado para que los nacionalistas colaboren con el Ejecutivo en época de crisis.

Otra clave de la situación vasca es que apenas existe oposición. Cuenta con el PP como aliado preferente, en fase de evolucionar hacia una derecha vasquista, que promueve Antonio Basagoiti. El PNV está en tránsito a la moderación, tras una primera fase de bronca al pasar a la oposición.

La izquierda abertzale está en el desconcierto, tras el fracaso de su estrategia. Calculó que del 1 de marzo saldría un Gobierno PNV-PSE y el polo soberanista que promovía se constituiría en primer partido de la oposición. Por añadidura, los últimos asesinatos de ETA -el del policía Eduardo Puelles y de los dos guardias civiles en Mallorca- han echado una losa sobre su plan soberanista a corto plazo. La desaparición de la escena de Arnaldo Otegi, su antiguo portavoz, lo dice todo. El Gobierno le ha colocado en la tesitura de condicionar su vuelta a la política a la ruptura con el terrorismo.

El socialismo vasco quiere aprovechar esta etapa para consolidarse y que su paso por el Gobierno no sea efímero, como el del socialismo gallego. "Tenemos que visualizar nuestra apuesta por la centralidad, por el socialismo vasquista, que es la defensa de la identidad vasca sin romper con España, con la que se identifican la mayoría de vascos", señala Eguiguren.

Pero, al final, la clave del éxito o fracaso del Gobierno de Patxi López estará ligada a su actitud ante el reto de la crisis que, con retraso, se ha ensañado en el tejido industrial vasco. Es otra muestra de normalidad que asemeja las preocupaciones vascas a las de las demás comunidades.

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