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Reportaje:

El río los separa, el Duero los une

175 pueblos fronterizos de España y Portugal se agrupan para crecer juntos

Pablo Linde

En muchos pueblos de Zamora y Segovia hay más postes de alta tensión que vecinos. El mapa de luz nocturna del país, que señala con colores las zonas más activas, tiene varias sombras negras: una surca la frontera con Portugal, a la altura del Duero, que junto a sus afluentes alimenta una decena de centrales hidroeléctricas. La población allí es cada vez más anciana y menos numerosa.

El río separa dos realidades muy parecidas. En los pueblos de Portugal sucede lo mismo. Y "para idénticos problemas, idénticas soluciones", dice João Henriques, vicepresidente de la cámara municipal de Mogadouro. Con esta idea se puso a trabajar José Luis Pascual, alcalde de Trabanca (Salamanca, 270 habitantes). Atraído por la posibilidad de crear una Agrupación Europea de Cooperación Territorial (AECT), figura con entidad jurídica que la Unión Europea inventó en 2006, comenzó a reunirse con alcaldes de los dos lados de la frontera.

"Estamos en Europa, superemos las fronteras", dice el alcalde de Trabanca

Son frentes con una historia común. Los lugareños recuerdan el contrabando, antes de la apertura de fronteras. "De allí traían café y telas; nosotros llevábamos productos agrarios y ganaderos, de lo que vive esta zona", explica una vecina de Mámoles, una pedanía pegada al río, de 30 vecinos. El trapicheo decreció tras la dictadura y se mantuvo de forma residual hasta el libre comercio.

Café, textil, aceites y carnes siguen siendo la base de la relación comercial en los pueblos fronterizos. Pero ya no hay que aprovechar las noches más oscuras para cruzar el Duero en barca. Basta con pasar en coche al otro lado, a Miranda do Douro, por ejemplo, donde los fines de semana sólo se oye hablar español.

Pero el comercio, la agricultura y la ganadería no mantienen la población de estos pueblos, que los jóvenes abandonan para vivir en las capitales. Hay quien no se resigna. Uno de ellos es José María Martín Patino, presidente de la Fundación Encuentro. En 2004 se propuso agrupar pueblos de la zona para luchar contra este fenómeno. A sus 83 años, confía ciegamente en Internet: "Con las nuevas tecnologías podemos saber las necesidades de cada localidad sin tener que reunirnos y propiciar que los jóvenes se queden. Con un ordenador y una conexión puedes montar una empresa en cualquier parte". Algunos pueblos no cuentan aún con ADSL. En otros, han creado centros informatizados para luchar contra la brecha digital.

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A este proyecto, bautizado como Raya del Duero, se unieron medio centenar de municipios. Fue el germen que el alcalde de Trabanca aprovechó para la AECT. En un trabajo incansable de reuniones para convencer e informar a sus alcaldes vecinos ha logrado conseguir la adhesión de 175 localidades. Ya han presentado los estatutos para crear la primera AECT de Europa. "Tenemos que fomentar proyectos comunes". Cuenta con una fe absoluta en la posibilidad de darle la vuelta a una situación que amenaza a muchas poblaciones. La nueva entidad pretende aprovechar los fondos de cohesión de la UE y pedir ayudas directamente a Bruselas sin pasar por los Estados.

Algunos pueblos habían intentado crecer por su cuenta con el incipiente turismo rural. Un ejemplo es Sendim, un municipio portugués que tiene en las fiestas su principal foco de atracción. María Falcon, de 63 años, presume de "uno de los festivales de música celta más importantes", además de "una concentración motera, el carnaval, los festejos patronales...".

Las fiestas son, con el comercio, los puntos de encuentro de portugueses y españoles. En una se conocieron hace 12 años Américo y Marta, uno de los muchos matrimonios mixtos de Fermoselle, localidad junto a uno de los cuatro puentes que atraviesan el tramo de unos 100 kilómetros del Duero que hace de frontera. Ahora viven en una casa tan cercana a Portugal que la cobertura de móvil es portuguesa y española a la vez. El matrimonio, como el de los otros tres hermanos de Américo, que también se casaron con españolas, se entiende en castellano. Como casi todos en la zona. Los portugueses manejan el idioma vecino mucho mejor que los españoles. "Los dibujos animados ayudaron", sonríe Américo.

Pero el predominio del castellano no es sólo culpa de la televisión. Carlos Pacho, concejal de Trabanca, explica que los españoles siempre miraron "por encima del hombro a los portugueses" y que las necesidades comerciales hacen que sean ellos quienes se esfuercen. Pero María, la señora de Sendim, es más categórica: "Los españoles son más burros". En su pueblo, como en todos los del Portugal fronterizo, el reto es doble: la emigración no sólo se va a las capitales de su país, sino también a las españolas. Leonor Cardoso, que habla a su lado, es un buen ejemplo: sus hijos estudian en institutos de Zamora. "Y allí se quedarán a vivir, aquí sólo quieren volver para pasear", asegura.

España es su referente. "Eso es lo que hay que aprovechar ¿no estamos en Europa? Pues hagamos proyectos que trasciendan fronteras", reclama el alcalde de Trabanca. Los estatutos de la AECT ya están en poder del Gobierno y espera la luz verde a fines de junio. Podrá entonces presentar proyectos: de infraestructuras, tecnologías, educación. Faltan las ayudas. El nombre ya lo tenían. No podía ser otro: Duero-Douro, el río que los separa y los une.

João Henriques, vicepresidente de Mogadouro; José Luis Pascual, alcalde de Trabanca, y José Aires, vicepresidente de Torre de Moncorvo, posan en la frontera hispano-portuguesa.
João Henriques, vicepresidente de Mogadouro; José Luis Pascual, alcalde de Trabanca, y José Aires, vicepresidente de Torre de Moncorvo, posan en la frontera hispano-portuguesa.ULY MARTÍN

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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