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La tiránica banda de los rompehuesos

El juez Santiago Torres, en el marco de sus investigaciones sobre el caso Guateque, decidió abrir una pieza separada, que ha estado secreta mucho tiempo, cuando se topó con la banda de Laurentino Sánchez, conocido como Lauro. Colombiano de 34 años, de Lauro, que se halla preso desde enero, la Guardia Civil sostiene que es el cabecilla "de una tupida banda de presuntos delincuentes implicados en la comisión de delitos de tráfico de drogas, extorsiones, secuestros...". El informe indica: "Son conocidas las actuaciones estelares de su banda en materia de provocar luxaciones, hematomas, roturas de huesos a individuos que se muestran remolones a la hora de abonar los pedidos de cocaína servidos y no pagados".

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Los agentes llegan hasta esta banda porque Acisclo Fernández, hijo de uno de los implicados en el caso Guateque, se puso en contacto con Lauro para que le presentase personas que hiciesen llegar a su padre un teléfono móvil a la cárcel, lo que logró tras pagar casi 500 euros a intermediarios.

Lauro dirigía a su banda desde un gimnasio situado en la madrileña calle de Corazón de María. "Allí se entrenan muchos de los púgiles profesionales y expertos en artes marciales que luego utiliza para pegar palizas y realizar secuestros a acreedores y competidores; es decir, una cantera de matones dispuestos a todo". El gimnasio "es la cuna de una considerable colla de quebrantahuesos que realiza funciones de seguridad" en discotecas, y "controlan el tráfico de cocaína, evitando la intromisión en el negocio de camellos espontáneos no sujetos a la disciplina de la banda", dice el informe.

Los agentes descubrieron en solo un año, 2006, que entre Acisclo y Lauro había 284 llamadas, si bien comprobaron que durante un tiempo las relaciones entre ambos fueron frías y solo se recuperaron en 2007 cuando surgió el tema del teléfono en la cárcel. Las relaciones se habían roto porque, siempre según la Guardia Civil, "Lauro envió a unos sicarios a casa" de un socio de Acisclo en la discoteca Dink "para que lo vapulearan en condiciones".

Los matones se confundieron de persona y le dieron la paliza al sobrino del juez.

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