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Golpe de la Ertzaintza a ETA

Un valiente en la plaza del pueblo

Joseba Pagazaurtundua era uno de esos tipos que dan un paso al frente cuando el miedo se enseñorea de la plaza del pueblo, los ánimos se encogen y las gentes se refugian en los soportales de la prudencia. Pasó por ETA en las postrimerías del franquismo, y pronto descubrió que el huevo de la serpiente criminal y totalitaria anidaba en el seno de esa organización envuelta en las soflamas de la "Euskadi libre y socialista". Se integró entonces en Euskadiko Ezkerra, y luego en el PSE. Como otros que luego se batirían el cobre en las organizaciones cívicas Gesto por la Paz o Basta Ya, pensó que su vieja militancia invocaba doblemente a su responsabilidad social y su compromiso personal. Estudió Empresariales, pero su activismo laboral, cultural euskaldun y político; y su naturaleza inquieta de militante de todas las causas, le llevaron a abandonar y a buscarse la vida en la policía municipal. Para su sorpresa, el oficio le gustó. Tenía aptitudes: en 1980 halló la pista que permitió detener a los ultraderechistas del Batallón Vasco Español que mataron a cinco vecinos del área de Hernani-Andoain.

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Activista impenitente, estuvo siempre en el secreto de que las cosas sí se pueden cambiar con fe, inteligencia, coraje y perseverancia. Cuando ETA puso en marcha su estrategia de "socialización del sufrimiento" (acoso a los no nacionalistas), tuvo claro que había que poner pie en pared y aguantar. Estaba en todo y no se callaba. Como policía trabajó en el desmantelamiento de uno de los grupos de apoyo a ETA, y no se lo perdonaron. La banda quiso matarle en 1995, pero el comando encargado fue detenido por la Guardia Civil. Comprobó entonces que estaba en el tiempo de descuento, aunque no se arredró. Se guardó sus miedos en el silencio y en las cartas premonitorias que escribió en secreto y que su familia encontró tras su muerte. Fue consciente de que las cosas que merece la pena cambiar cuestan mucho, hasta la vida.

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