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48º FESTIVAL DE VALLADOLID

Costa-Gavras rescata 'Hanna K.' del silencio a que fue reducida

Ayer fue aquí el día de Costa-Gavras y del primer filme español, La suerte dormida, realizado por la guionista, debutante como directora, Ángeles González-Sinde, que muestra solvencia y sabe dar vuelo a buenos trabajos de Adriana Ozores, José Soriano y Félix Gómez. Por su parte, Costa-Gavras estrenó Hanna K., su gran película maldita, hecha en 1983 y luego reducida al olvido y el silencio.

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La suerte dormida es el primer filme español en concurso. Cuenta la historia verídica de la muerte de un minero víctima de la codicia y las ilegalidades cometidas por los dueños de la mina donde trabajaba. Y combina el relato de este desastre con un ejercicio introspectivo en el dolorido personaje de la abogada que indaga en la tela de araña empresarial y jurídica que deja impune, como casi todas, esta infame tragedia obrera cotidiana.

La película está bien realizada en el sentido mecánico. González-Sinde logra solidez y soltura en el continuo y sabe dar libertad y comodidad a los tres intérpretes principales, que son quienes verdaderamente sostienen la película, arrancando de ellos chispas de sinceridad y credibilidad. Pero, como conjunto, La suerte dormida no es convincente. La daña un desequilibrio: no hay engarce orgánico entre los dos hilos argumentales que combina; por un lado, el drama interior de la abogada, que acaba de perder a su marido y su hijo en un accidente de coche que ella conducía; y, por otro, la investigación de ese referido crimen patronal, que sirve a la mujer para afrontar su propio dolor.

El dispositivo secuencial, derivado del guión de Belén Gopegui y la propia directora, descansa más en lo que los personajes nos cuentan que en lo que les vemos hacer. La acción carece de crescendo y la intriga se resiente de un exceso de verbalización de los sucesos. Pero, sobre todo, hay una mayonesa cortada en el inútil intento de fusión de los dos sucesos matrices, desencadenantes, que tienen antecedentes tan claros como Erin Brockovich y Azul, relatos que se mueven sobre acordes muy distintos, casi opuestos y ciertamente no fáciles de reducir a uno.

Fuera del concurso, el día giró alrededor de Costa-Gavras y su desconocida Hanna K. El crítico e historiador catalán Esteve Riambau presentó De traidores y héroes, un diáfano y admirable libro con pinta de indispensable para el conocimiento de la figura de Costa-Gavras, que hoy cerró su tiempo en la Seminci flanqueado por Jorge Semprún, sin el que no se entiende plenamente su obra, de talla imperecedera por las imágenes, completamente necesarias, de La confesión, Missing, La caja de música.

Y ahora de Hanna K., filme premonitorio del desastre palestino, que fue rodada hace dos décadas y sigue casi inédita, a causa del falso anatema de antisemita que le colgó la extrema derecha sionista. Recuerda el cineasta: "Todos mis filmes se han estrenado más o menos regularmente en las salas, tanto de Francia como de todo el mundo. Hanna K. no se estrenó casi en ningún país salvo Francia, donde recibió amenazas de bomba que obligaron a desalojar los cines. Aunque con respaldo de la Universal, en EE UU se estrenó en una sola sala, una semana". Fue este silencio peaje de la osadía de presagiar la inmensa tragedia de Palestina, lo que da hoy a este viejo filme inédito una desazonadora vigencia.

Ángeles González-Sinde, delante, con Adriana Ozores y José Soriano.
Ángeles González-Sinde, delante, con Adriana Ozores y José Soriano.EFE
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