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Eric-Emmanuel Schmitt define 'El libertino' como vodevil filosófico

El dramaturgo francés Eric-Emmanuel Schmitt, de 43 años, asistió anoche al estreno en Madrid de su obra El libertino en el teatro de La Abadía. Un "vodevil filosófico" en el que cuenta que, al igual que en el enciclopedista Diderot, dentro de todos nosotros conviven un libertino enfrentado a un burgués y un revolucionario a un reaccionario: "La obra es la tensión entre esos polos", afirmó ayer el autor.

"Pensar no es conocer", es una de las pocas cosas que Schmitt tiene claro. Porque vive en continua y permanente duda, como Diderot, filósofo que le fascina desde que era adolescente. A él dedicó su tesis doctoral, su ensayo Diderot o la filosofía de la seducción y la obra El libertino. "Como filósofo, me gusta porque aceptaba equivocarse, revisaba continuamente sus ideas, sólo hablaba de hipótesis, no de verdades, y como hombre me atrae porque aceptaba sus contradicciones, tenía una moral para él, otra para su hija, otra para su mujer..., y todas eran distintas". Ése es el hombre que retrata en El libertino, que considera su texto más divertido. Sus obras, representadas en 26 países y traducidas a 22 lenguas, sólo han llegado en dos ocasiones a España, y no tiene ninguna traducida al español.

"La sociedad sigue siendo hipócrita, como en la época de Diderot, todo es un juego de máscaras e intereses, como esta guerra declarada bajo el pretexto de la liberación, cuando todos sabemos de sus objetivos económicos. El papel de los intelectuales y artistas, en cualquier tiempo y época, es quitar las máscaras, pero cuanto más ejerce un intelectual ese desenmascaramiento, más aislado se queda; por eso Diderot era pobre y vivía como un vagabundo". Schmitt se cuestiona permanentemente todo. Quiere compartir con los espectadores sus interrogantes: "Las preguntas nos unen, las respuestas nos dividen; trato de plantear que la verdad es una meta para todo filósofo, pero una meta inalcanzable". Educado en una familia atea, Schmitt se hizo agnóstico a los 20 años, a raíz de sus estudios filosóficos, pero a partir de los 29, tras perderse en el Sáhara y estar a punto de morir, tuvo "una confianza absoluta" en algo que no podía emanar de su interior: "Era la confianza en la existencia, en la creencia de un dios que no es propiedad de ninguna religión". A partir de ahí lee todo lo que puede sobre las grandes religiones, sobre Jesucristo y escribe uno de sus libros más populares, El evangelio según Pilatos. "Era una forma disfrazada de contar lo que me pasaba a mí".

Eric-Emmanuel Schmitt, ayer en Madrid.
Eric-Emmanuel Schmitt, ayer en Madrid.BERNARDO PÉREZ
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