Pocas luces

En esta nueva creación, los coreógrafos Runde y Berdayes no han utilizado la estructura habitual en ellos de dividir la velada en dos partes, sino que han unido sus materiales en una sola coreografía de algo más de una hora de duración con un resultado irregular, lento y críptico. Esto se ve empeorado por unas luces oscuras, fragmentadas en unas policromías geométricas que por momentos apenas ni dejan ver el trabajo corporal y que se rematan con un solo bastante inútil donde bailan los focos en un escenario vacío.

La música de Borja Ramos (colaborador habitual de la compañía y que ya firmó la partitura de Azul purísima, una anterior creación de Berdayes), de base electrónica (¿puede ser más acertado enclavarla en los territorios de la electroacústica a pesar del uso de las cuerdas? Esto es secundario, pero a la larga incide en el resultado) e ideario conceptual, no logra establecer un empaste creíble u orgánico con el material coreográfico, con lo danzado.

También hay un abuso de las evoluciones de suelo, se echa en falta la fuerza de 10 & 10 con el salto, con el riesgo; Mónica Runde apenas aparece simbólicamente y su casi ausencia también se nota.

Aun así, el nivel de baile es, como siempre, de altísima exigencia, de calidad; en tal sentido, es de justicia decir que 10 & 10 es uno de los pocos conjuntos estables que sigue contribuyendo a mantener el nivel de interpretación dentro de la nueva danza española.

Contraste

El nuevo elemento fichado por la compañía es Joaquín Hidalgo, un bailarín concentrado, de movimientos amplios y decididos, pero, sobre todo, poseedor de una inquietante ambigüedad que los coreógrafos saben usufructuar a lo largo de la obra y que sí aporta un sólido elemento de contraste.

La obra estará en cartel hasta el 30 de este mes.