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Crítica:FLAMENCO | Enrique Morente
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La audacia de un gran cantaor

Había expectación por escuchar a Morente. Siempre la hay, pero en este concierto quizás más, a pocas semanas de publicar un disco, El pequeño reloj, con el que de nuevo está provocando elogios apasionados y, también -¿cuándo no?-, alguna crítica negativa. Siendo un disco en el que hay mucho trabajo de estudio, difícil de trasladar a un escenario, existía además la curiosidad de saber cómo el cantaor resolvería el problema.

Lo resolvió con lógica, seguramente de la única manera posible. Echando mano de los recursos empleados en el estudio. Así, las grabaciones antiguas de Montoya, Manolo de Huelva y Sabicas se oyeron por el sistema de amplificación del recinto, con toda su carga de un aparente primitivismo y deficiencias técnicas insoslayables, pero con su eco inigualable de genios que en su día hicieron avanzar considerablemente el arte de tocar la guitarra flamenca. Y sobre esos toques Morente puso su voz sin alardes de hoy, buscando un acoplamiento, una propiedad de sonido contemporáneo a los toques.

Veranos de la Villa

Cante: Enrique Morente. Toque: Niño Josele, Manuel Parrilla y Pepe Habichuela. Bajo: Alain Pérez. Percusiones: Bandolero. Cajón y baile: Gabarre hijo. Coros: Falo, Ángel Gabarre y Antonio Carbonell. Conde Duque. Madrid, 13 de julio.

Por supuesto que en un escenario no se pueden lograr en operaciones de este tipo resultados tan afinados como en el estudio de grabación, pero la experiencia tiene un interés extraordinario y es previsible que unas posibilidades de futuro de gran calado. Los temas así interpretados fueron ligados a su término, sin solución de continuidad, con la guitarra de Niño Josele, acompañando a su vez el cante de Morente ya en sus registros habituales. En este capítulo, como continuidad de la rondeña de Montoya, hay que señalar la bellísima creación morentiana sobre el tema que da título al disco, El pequeño reloj, con versos de León Felipe. Estrategia compleja, pues, sólo al alcance de un genio creativo con la audacia de Morente, quien cuenta para ello con un guitarrista como Josele que, pese a su juventud, acierta a secundarle admirablemente.

También a la grabación recurrió el cantaor para su Alegato contra las armas, otro de los temas fundamentales del disco, sobre música del Claro de luna beethoveniano. La letra es del propio Morente, y se refiere como cabía esperar a los tremendos acontecimientos que vivimos en el mundo actual, terminando con un impresionante ¡Los niños son inocentes! que el cantaor dice vaciándose. Tema profundo, un tanto sofisticado y de no fácil recepción para el público, que sin embargo lo acogió con un clamor de entusiasmo.

Sello intransferible

El resto del concierto de Morente en el Conde Duque, ya al margen de ese disco de referencia, fue más convencional, siempre por supuesto teniendo en cuenta lo raramente convencional que es el cante de Morente. Porque todo lo que él interpreta, aun esos tientos con letras populares conocidísimas, o las siguiriyas que le acompañó Pepe Habichuela, tienen siempre ese sello intransferible del cantaor que le distingue de cualquier otro. Así, a las siguiriyas de El Planeta, las más primitivas que han llegado hasta nosotros y se siguen cantando hoy, él les da un cambio espectacular de ritmo insertándolas en una secuencia de cabales. O el tema Dos gardenias, de Machín, que flamenquiza con acierto y una dosis de gracia.

Morente, siempre Morente. Incluso el que su voz le responda mejor o peor -y me parece que en este concierto tuvo algunos momentos no particularmente brillantes- es secundario ante el inmensso legado de los contenidos y su manera de interpretarlos.

Enrique Morente, en una imagen de archivo.
Enrique Morente, en una imagen de archivo.EFE
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