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UN PAÍS DE CINE 2

'El rey pasmado', la divertida crónica de Imanol Uribe

EL PAÍS presenta mañana, por 5,95 euros, la adaptación de la obra de Torrente Ballester

A primeros de 1990, Imanol Uribe leyó de un tirón la novela de Gonzalo Torrente Ballester Crónica del rey pasmado, y al día siguiente le llamó pidiéndole los derechos. "El problema fue convencerle porque había tenido una mala experiencia con el cine y era muy reacio a repetir. Conversamos en distintas ocasiones desbrozando la novela, hasta que aceptó. Una de sus exigencias era que se mantuviese el nivel de erotismo que había en la novela. Decía que a pesar de los curas y de la Inquisición, la corte de Madrid del siglo XVII era en la que más se fornicaba de toda Europa. Nada más acabar la película, vio una proyección en Salamanca, le gustó y agradeció la fidelidad a la novela. Sólo habíamos añadido de nuestra cosecha la escena final".

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Presentada fuera de concurso en el festival de Berlín, El rey pasmado, según se dijo en este periódico, "provocó carcajadas, aplausos, y esa audible sensación de comodidad que crean en el público las películas que aciertan en el tono y que generan alta velocidad en el juego entre los estímulos de la pantalla y las respuestas de sala. La película de Imanol Uribe fue devorada por un público que estaba en ayunas de obras reconfortantes y divertidas, como ésta". En España, el público acogió igualmente con ganas esta inteligente "crónica del triunfo del erotismo frente a las tinieblas de la Inquisición", que cuenta cómo el Santo Tribunal se tomó muy a mal el empeño del joven Felipe IV, que a los 20 años pretendía ver desnuda a su esposa, igual que a las putas que visitaba. Torrente Ballester matizó en una entrevista: "No creo que esta historia sea un triunfo del sexo sobre la religión, sino sobre los curas, que no es lo mismo. Porque yo, aunque no lo parezca, soy creyente y, además, la Iglesia del siglo XVII era más laxa que la de ahora. Teóricamente no debería haber hoy día ninguna protesta de la Iglesia, porque ni la novela ni la película son anticlericales, creo yo. Pero si la hubiera, ¡allá los curas!".

La crítica fue muy elogiosa: "Es una película ligera y sin embargo honda; divertida, pero que da que pensar; directa y, no obstante, llena de entrelineados; concebida y hecha con la dificultad propia de un cineasta adulto que no necesita poner su huella dactilar en cada plano, lo que conlleva la sencillez. Uribe nos hace ver con rectitud una torcida fábula; y para ello la concibe como juego de personajes; da primacía a los intérpretes, que actúan con capacidad de convicción; y hay pocas cosas más gratificantes que ver a una decena de intérpretes que hacen cada uno su parte como parte de un todo, pero tan sueltos y dueños de sí mismos que logran transmitir una sensación de comodidad casi telepática", escribió Fernández-Santos. "Uribe ha entendido muy bien el tono que debía tener esta película de época y ha conseguido hablar de nuestros días sin citarlos y, sobre todo, ha hecho una película que es un canto a la libertad y una condena sin paliativos a la intolerancia", dijo Nuria Vidal en Fotogramas.

En Antología del cine español, se dice: "Todo este ajetreo en torno al cándido y normal deseo del joven rey de ver a su esposa desnuda está servido con buen gusto y sencillez. Lógicamente, una de las bazas fundamentales que se debía jugar en esta película coral era la elección de los actores que dieran vida a los diferentes personajes, y aquí reside uno de sus mayores aciertos. Gabino Diego se hace con un más que ganado papel protagonista al que presta un físico de lo más acertado para ese rey Felipe IV inmortalizado por Velázquez. Junto a él, Juan Diego lleva a cabo una soberbia interpretación del iracundo padre Villaescusa; Fernando Fernán-Gómez y Javier Gurruchaga (el conde-duque de Olivares) no dejan de guiñar un ojo pillín al espectador, y Eusebio Poncela y Joaquín de Almeida dan el porte de nobleza que sus papeles requieren. En cuanto al capítulo de actrices, al encantador desparpajo de María Barranco se suma la belleza y la picardía que aportan Laura del Sol y Anne Roussel a sus personajes, sin olvidar las breves pero eficaces intervenciones de Carmen Elías como la abadesa, Alejandra Grepi como Doña Bárbara o Emma Cohen como la duquesa viuda".

La dirección artística fue muy elogiada por Uribe ya que "recrear los edificios y las calles de aquellos años ha sido una laboriosa tarea, un auténtico puzle cuyas piezas ha hecho encajar Félix Murcia. El ya inexistente Alcázar de Madrid, donde supuestamente transcurre la mayor parte de la acción, se ha reconstruido a base de decorados y localizaciones varias como el Alcázar y el Museo de Santa Cruz de Toledo, el castellano Palacio del Viso o la sala de batallas de El Escorial, y un castillo de Guimaraes, en Portugal, ha servido como casa del valido real. En consonancia con la época, exteriormente muy puritana, el vestuario de Javier Artiñano fue 'más bien casto', y tanto él como el director de fotografía, Hans Burmann, se han servido de Velázquez como principal fuente de inspiración para sus respectivos trabajos".

El rey pasmado obtuvo ocho premios Goya de 1991: mejor guión adaptado (Joan Potau bajo la supervisión de un hijo del escritor), mejor actor de reparto (Juan Diego), mejor música (José Nieto), mejor dirección artística (Félix Murcia), mejor vestuario (Javier Artiñano), mejor producción (Andrés Santana), mejor sonido (Gilles Ortion) y mejor maquillaje y peluquería. Aquel año, Amantes, de Aranda, y Beltenebros, de Miró, fueron otras de las ganadoras. Más tarde, en el festival de Biarritz, Imanol Uribe fue considerado el mejor director y El rey pasmado la mejor película, en lo que coincidió el jurado, que volvió a destacar a Juan Diego como mejor actor de reparto.

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