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Reportaje:

Buscando el límite entre mente y materia

Francis Crick, codescubridor de la doble hélice del ADN, explora la base física de la conciencia

S entado en el patio de su casa un día bochornoso del pasado junio, Francis Crick hablaba sobre el problema mente-cuerpo y el espinoso tema del yo humano. ¿Dónde se halla la línea entre la mente y la materia?, preguntó. Aparte de las neuronas del cerebro, el cuerpo humano contiene millones de neuronas en todo el sistema nervioso, que se extiende hasta el estómago y los intestinos. "Cuando digerimos la comida, ¿somos nosotros?", planteaba el científico. Aunque es por el descubrimiento de la molécula de la vida, el ADN, por lo que es más famoso, en sus 28 años en el Instituto Salk de Estudios Biológicos, su obra se ha centrado en la mente, y en particular en la conciencia.

Hasta hace poco, ese tema era observado con profunda suspicacia en los círculos científicos, pero Crick ha dirigido una campaña para hacerlo aceptable y hoy en día está de moda. Mientras que algunos filósofos afirman que la conciencia está fuera del ámbito de la ciencia material, Crick rechaza tales argumentos con la imperiosa confianza que forma parte de su leyenda. "El mecanismo es lo que importa; el resto no son más que juegos de palabras", dice.

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La carrera de Crick se ha caracterizado por celebradas colaboraciones, y desde hace una década trabaja con Christof Koch, profesor de computación y sistemas neuronales del Instituto de Tecnología de California (Caltech). Juntos, han desarrollado un marco, que Koch explica en su nuevo libro The Quest for Consciousness: A Neurobiological Approach. A finales del mes pasado, ambos se reunieron en San Diego (California) para analizar su trabajo reciente. Con 87 años y con un cáncer avanzado, Crick esta sometido a un nuevo tratamiento de quimioterapia. A pesar de ello, resulta tan agudo como siempre.

Casi desde el comienzo de su carrera estuvo obsesionado por dos problemas: "La frontera entre lo vivo y lo inerte, y la naturaleza de la conciencia". A finales de la década de 1940, empezó a investigar el primero de estos temas, estudiando la estructura de las proteínas. En 1951, formó equipo con Watson para determinar la estructura del ADN. Su artículo sobre la doble hélice se publicó en 1953; y en 1962 ambos obtuvieron el Nobel de Fisiología o Medicina, junto con Maurice Wilkins.

Después, Crick colaboró con Sydney Brenner en el problema de cómo se traducía el código genético en las proteínas del los organismos. A finales de la década de 1960, las bases de la biología molecular se conocían bien, y Crick estaba ansioso por pasar a su siguiente gran pregunta. En 1976, se trasladó al Instituto Salk, y se convirtió en neurocientífico.

Desde entonces, ha sido un incansable paladín del cerebro. En 1979, en la revista Scientific American, sostuvo que había llegado el momento de que la ciencia abordara el anteriormente prohibido tema de la conciencia. En su libro de 1994, La búsqueda científica del alma, fue más allá: "Usted, sus placeres y sus penas, sus recuerdos y sus ambiciones, su sentimiento de identidad personal y de libre voluntad, no son de hecho más que el comportamiento de un enorme conjunto de células nerviosas y de las moléculas que éstas llevan asociadas". Diseñó un enfoque empírico centrado en la conciencia visual y sus ideas han inspirado la investigación de Koch: el objetivo es encontrar "los correlatos neuronales de la conciencia" (CNC), los estados y procesos neuronales asociados con la percepción consciente. Koch y sus colaboradores están por fin encontrando pruebas experimentales de lo que Crick había denominado las "neuronas de la percepción" que nos permiten ver.

Las ideas de Crick, junto con las de otro premio Nobel, Gerald M. Edelman, contribuyeron a cambiar la dirección de la neurociencia. Hoy en día, los artículos sobre los correlatos neurológicos de la conciencia son cada vez más comunes. Incluso David Chalmers, filósofo (Universidad de Arizona) y uno de los principales críticos del estudio materialista de la mente, reconoce el valor del trabajo de Crick y Koch. "Ahora todo el mundo acepta que en el cerebro se dan procesos sistemáticos que deben de estar relacionados con la conciencia", afirma.

Muchos experimentos de Koch buscan lo que el cerebro registra tras la percepción consciente. Una herramienta es el condicionamiento de huella, en el que presentan a un sujeto dos estímulos consecutivos -por ejemplo una imagen y una ligera descarga eléctrica- separados por un intervalo temporal. Tras un periodo de entrenamiento, los sujetos empiezan a anticipar la descarga (medida por un aumento en la conductividad de la piel de las palmas) cuando ven la imagen.

Mediante toma de imágenes por resonancia magnética (MRI), el equipo de Koch ha demostrado que en el condicionamiento de huella se activa un área del cerebro conocida como corteza cingulada anterior. Han descubierto que cuando a los ratones se les elimina este área del cerebro, no es posible someterlos a condicionamiento de huella, lo que ha llevado a Koch a suponer que es básica para la conciencia. Koch señala que la MRI también ha permitido ver qué partes del cerebro están activas durante un percepto, como cuando alguien ve un rostro. Kanwisher ha demostrado que hay partes específicas del cerebro que registran la conciencia de los rostros y de los objetos.

Un pequeño grupo de pacientes epilépticos están permitiendo a los científicos observar cada vez más de cerca el cerebro. Trabajando con Itzhak Fried, neurocirujano de la Universidad de California (Los Ángeles), los colaboradores de Koch exponen a los pacientes a imágenes, y comprueban la actividad de las diferentes neuronas registrada por los electrodos implantados en su cerebro. El equipo busca pruebas neuronales de la "ceguera al cambio" en estos pacientes. Les proyectan una serie de fotografías en una pantalla, seguida aproximadamente un segundo después de otra serie en la que una de las imágenes ha cambiado.

"Puede resultar sorprendentemente difícil percibir conscientemente estas imágenes", dice Koch, aunque los indicios sugieren que las neuronas podrían estar registrándolo. No todos están convencidos de que comprender los correlatos neuronales vaya a explicar la percepción. "La cuestión es, una vez que tengamos estos correlatos neuronales, ¿qué vamos a hacer con ellos? No creo que la teoría de los CNC sea la definitiva", dice Chalmers.

Para abordar la conciencia, Crick y Koch han replanteado la pregunta básica. Tradicionalmente, el problema se ha planteado en función de la subjetividad. ¿A qué se debe, por ejemplo, que cuando una persona ve el rojo (que físicamente hablando son ondas electromagnéticas de una frecuencia determinada) tenga también un sentimiento subjetivo de la rojez? La rojez del rojo y la cualidad dolorosa del dolor son lo que los filósofos llaman qualia.

El vacío entre la objetividad de la ciencia material (las ondas electromagnéticas) y la subjetividad de la experiencia humana (los qualia) ha llevado a algunos filósofos a concluir que el abismo no se puede salvar mediante una explicación materialista. En lugar de empantanarse en el légamo poco profundo de los qualia, Crick y Koch dejaron de lado el asunto. En vez de plantear la cuestión filosófica de qué es la conciencia, se han limitado a intentar comprender qué ocurre en el plano neurológico cuando la conciencia está presente.

Aunque muchos científicos asumen que la conciencia es una propiedad global del cerebro Koch y Crik creen que sólo unas cuantas neuronas son responsables en cada momento. De los aproximadamente 50.000 millones de neuronas que hay en el cerebro, Crick afirma que quizá sólo decenas de miles, o incluso unos cuantos millares, dan lugar al sentimiento de percepción consciente. "Creemos que es esencialmente un fenómeno local", dice. Esa postura es ciertamente polémica. "La idea de que hay una población especial de neuronas que median en la conciencia es una opinión minoritaria", señala Kanwisher.

Crick afirma estar convencido de que el origen de la conciencia es un problema resoluble, aunque complejo. El descubrimiento de la doble hélice condujo a la genética molecular, que ha generado enormes aplicaciones. El descubrimiento de la conciencia podría tener resultados igualmente portentosos, insinúa Koch. Una posible aplicación, afirma, es una especie de instrumento para medir su intensidad, quizá un conciómetro. Los anestesiólogos podrían usarlo para determinar cuándo un paciente sedado está realmente inconsciente. Pero en su libro, Koch plantea también la posibilidad de que se le den usos problemáticos, como la medición de los niveles de conciencia en niños gravemente retardados y en pacientes con demencia senil. O, pregunta, "¿cómo sabemos que un niño recién nacido es consciente?" Quizá la conciencia no comience con el nacimiento, plantea, sino que surja gradualmente. "No estoy convencido de que la gente quiera saber cómo funciona la conciencia".

Tras haber resuelto uno de los misterios básicos de la vida, Crick parece satisfecho con eliminar cualquier idea de que existe vida en el más allá. Para él, la deducción más profunda del conocimiento de cómo funciona la conciencia es que "conducirá a la muerte del alma". "La idea que tenemos de nosotros como personas es tan errónea como la idea de que el Sol gira alrededor de la Tierra", dice. Predice que "este tipo de lenguaje desaparecerá dentro de pocos cientos de años" y añade: "En la plenitud del tiempo, los instruidos creerán que no hay un alma independiente del cuerpo, y por consiguiente, que no hay vida después de la muerte".

© The New York Times.

Francis Crick en, el Instituto Salk (California), en 2002.
Francis Crick en, el Instituto Salk (California), en 2002.ULY MARTÍN

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