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Tribuna:CIRCUITO CIENTÍFICO
Tribuna
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Proteómica, un nuevo palabro

Los avances y descubrimientos de la biología y biomedicina actual se deben en gran medida al empleo de metodologías y técnicas modernas que ha desarrollado la comunidad científica. La convergencia de las aproximaciones experimentales en ciencia con las nuevas tecnologías de la información ha permitido establecer un bagaje de conocimiento que no ha tenido parangón a lo largo de la historia de la humanidad.

Todo este cúmulo de técnicas, descubrimientos, metodologías, etcétera, ha generado un glosario que ha dado lugar a nuevas lenguas que raramente permiten la comunicación fluida entre científicos de distintas áreas y entre éstos y la sociedad. En muchos casos, la mayoría diría yo, la dificultad en el empleo de los vocablos no se corresponde con los conceptos que encierran que, por lo general, suelen ser bastante sencillos. Así ocurre con la proteómica que, sin dejar de ser un palabro como reza el título, tiene un significado bastante simple. La proteómica consiste en el estudio de las proteínas de los seres vivos: su identidad y las interrelaciones entre ellas. El desarrollo de este campo de la biología implica una serie de aparatos y técnicas que ayudan a conocer el contenido proteico de las células. Al igual que la explosión que tuvo hace unos años la genómica, como estudio de los genes de los organismos vivos, la proteómica es hoy en día una herramienta fundamental para el progreso de la biología y la biomedicina.

Mediante la investigación en genómica se ha conseguido secuenciar el genoma de diversos organismos, incluido el ser humano. Pero al igual que un arquitecto o un ingeniero que necesita de albañiles y/u obreros para llevar a cabo sus proyectos, los genes necesitan de las proteínas para poder desarrollar su potencialidad. Por tanto, las proteínas son los obreros de la ingente obra que es el metabolismo celular. Una vez conocidos los genes, los científicos han necesitado saber cuáles son activos y cuándo, cuáles prevalecen sobre otros, cómo se transmite su información, etcétera. Gracias a eminentes científicos como nuestro querido Severo Ochoa, se demostró que la información que está contenida en los genes se traduce en proteínas. Saber qué proteínas hay en cada célula es conocer cómo funciona ésta y cómo se regulan sus genes. Eso nos permite investigar cómo responden las células en determinadas circunstancias de anormalidad; esto es, en situaciones patológicas como en enfermedades generadas por disfunciones o por infecciones por patógenos, en casos de estrés, de envejecimiento, de desarrollo, de nutrición deficiente, y otras. Significa eso que la proteómica nos acerca al verdadero funcionamiento de la célula.

Actualmente, muchas de las investigaciones biológicas dedican cada vez más atención a los estudios proteómicos. En España existen ya varios centros de referencia donde se llevan a cabo estos análisis y eso está propiciando que numerosos grupos de investigación puedan integrarse en el panorama científico internacional. Como en otros campos en los que el progreso de la tecnología permite generar un mayor conocimiento, la inversión en las diferentes subdivisiones de la proteómica favorecería un mejor abordaje de aspectos no sólo puramente científicos, sino de enorme interés aplicado.

Las proteínas sufren cambios una vez que se han sintetizado a partir de los genes. Así, aparecen nuevos términos (abordajes) como fosfoproteómica, que estudia las proteínas que unen fósforo; glicoproteómica, que estudia las unidas a azúcares; degradómica, encargada de analizar cómo se degradan las proteínas, y otras más. Siguiendo con el símil anterior de los arquitectos / ingenieros, los obreros nada podrían hacer si no hubiera material con el que trabajar. De igual forma, las proteínas no funcionarían si no hubiera metabolitos, o moléculas a las que transformar. La disciplina que estudia los metabolitos de la célula es la metabolómica. Se ha generado, así, un espacio en la biología actual que orbita en torno al concepto ómica, del que no convendría desentenderse en los futuros planes de investigación.

José Manuel Palma es investigador científico de la Estación Experimental del Zaidín (CSIC) de Granada.

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