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Reportaje:FÍSICA | Acelerador de partículas ILC

Un proyecto tan caro como el ITER

Ignacio Zafra

El coste del ILC será parecido al del ITER", afirma el científico estadounidense Barry Barish. "Se trata de cosas distintas, y el precio probablemente también lo será, pero estamos hablando de esa escala". El ITER, el reactor termonuclear experimental que la UE y otros seis socios construirán en Cadarache (Francia) para intentar producir energía limpia y barata mediante las mismas reacciones de fusión de las estrellas, costará aproximadamente 5.000 millones de euros. Y es la referencia que Barish, investigador del Instituto de Tecnología de California (Caltech), utiliza varias veces para referirse al proyecto internacional, todavía embrionario, del Colisionador Lineal de Electrones y Positrones (ILC, en sus siglas en inglés), cuyo diseño dirige al frente de un equipo de más de 60 personas. Un gigantesco acelerador de partículas que vendría a completar, más que a relevar, el Gran Colisionador de Hadrones (LHC) que se inaugurará el año próximo en el Laboratorio Europeo de Física de Partículas, el CERN.

Como el ITER, el ILC es un proyecto global, en el que están implicados, por ahora, 30 países. Pero ahí terminan las similitudes. Y empiezan las diferencias. El reactor de fusión despierta un claro interés estratégico en los Gobiernos por su finalidad práctica. El objetivo del ILC es la investigación fundamental, profundizar en el conocimiento del microcosmos, de las partículas elementales y sus interacciones.

Los científicos de todo el mundo llevan algunos años perfilando el diseño del nuevo acelerador lineal de partículas. 400 de ellos, encabezados por Barish, se reunieron la semana pasada en Valencia para ir avanzando en los detalles técnicos del proyecto. El anfitrión del encuentro, Jesús Fuster, director del Instituto de Física Corpuscular (centro mixto del CSIC y de la Universidad de Valencia) cree que el nuevo acelerador podría arrojar algo de luz sobre el nebuloso terreno de las llamadas dimensiones adicionales, la materia y la energía oscuras.

"Todos recordamos el ITER y todos los intentos que hubo por obtener la sede, incluyendo a España. Esto es un poco diferente, porque habrá menos demanda", explica Barish. "El ITER se construirá sobre la superficie de la Tierra y es físicamente pequeño. O digamos que es grande, pero que la superficie que requiere es pequeña. El ILC se instalará a mucha profundidad bajo tierra y es muy largo: al menos 35 kilómetros. De modo que será necesario construir túneles e instalaciones muy avanzadas. En el modelo que manejamos ahora, el país que lo acoja será el encargado de hacer esos túneles. Así que es verdad que cualquiera querría tenerlo, porque significará que científicos de todo el mundo viajarán a él y las cosas ocurrirán allí. Pero se trata de una inversión realmente grande".

Los principales países impulsores son Estados Unidos, Japón, Alemania -que es donde ha surgido la tecnología esencial- y otros países de la UE, como Francia y Reino Unido. Barish destaca también el papel de Corea del Sur - "un país que está funcionando muy bien económicamente y en el que resulta que hay expertos en aceleradores"-. Y luego están China e India. Dos países que por "su tamaño y potencial económico serán probablemente, a largo plazo, socios importantes". El último gran actor es Rusia: "Uno de los países que quieren albergar la máquina y que nos ha traído su propuesta aquí, aunque no se la habíamos pedido. Tienen lo que consideran un emplazamiento muy bueno no demasiado lejos de Moscú", dice el científico.

La idea de Barish y su grupo es decidir la sede antes de afrontar las cuestiones técnicas más comprometidas y decidir también los aspectos políticos: qué cometido tendrá cada país en la construcción de la máquina y cuánto dinero pondrán sus gobiernos.

"Confiamos en que dentro de un año podremos anunciar las sedes candidatas", explica Barish, quien reconoce que ya se está estudiando, "sin comparar cuál es mejor", la ubicación en lugares de EE UU, Japón y Europa. Su esperanza es que dentro de dos o tres años se decida la sede. Luego, con el diseño completo, alrededor de 2010, se podrá saber el coste. Después se examinarán los resultados que haya ido ofreciendo el LHC del CERN, lo que podría llevar a introducir "algunos cambios" en el nuevo acelerador. La máquina se empezaría a construir en 2012 o 2013 y estaría terminada en 2020. "Son plazos muy largos", concede Barish, "pero son los que requieren estos proyectos".

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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