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Cristina Fernández ataja el veto a Vargas Llosa

Soledad Gallego-Díaz

Mario Vargas Llosa aseguró a EL PAÍS que tiene la intención de participar en la inauguración de la Feria del Libro de Buenos Aires mientras que los organizadores no retiren su invitación. El Nobel de Literatura se mostró apenado por la polémica desatada por un grupo de intelectuales argentinos cercanos al kirchnerismo, que protestó por su presencia en el acto inaugural, y expresó su deseo de poder pronunciar su discurso. "Me parece lamentable que alguien quiera vetarme, porque la única vez en que me ocurrió eso fue durante la dictadura militar, cuando un general que se llamaba Harguindey prohibió mis libros, Pantaleón y las visitadoras y La tía Julia y el escribidor", afirmó desde México.

Vargas Llosa desmintió tajantemente que sean suyos los comentarios que han aparecido en una página de Facebook que lleva su nombre: "Ni conozco Facebook, ni lo practico, ni lo haré nunca. Yo no he contestado a nadie vía Facebook. Todo lo que se me atribuye por ese medio es obra de impostores y es falso".

La polémica sobre la participación del escritor adquirió un nuevo carácter cuando la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, pidió al titular de la Biblioteca Nacional, Horacio González, conocido intelectual kirchnerista, que retirara su propuesta de veto. González, iluminado seguramente por la presidenta y atraído por su idea de que "no se puede dejar la más mínima duda de la vocación de libre expresión de ideas políticas en la Feria del Libro", comprendió que no era ningún desdoro para los intelectuales argentinos que un Premio Nobel de Literatura inaugure una Feria del Libro y aceptó el consejo.

La decisión no implica que en Argentina haya terminado la polémica sobre si un escritor liberal, crítico con el peronismo y con el gobierno Kirchner, puede ser invitado a hablar en un acto como este. Decenas de intelectuales cercanos a la presidenta Cristina Fernández o militantes de grupos kirchneristas, como José Pablo Feinmann, Ricardo Forster y Diana Bellessi, hicieron oír su malestar por la presencia del Nobel. La guinda más curiosa la puso el conocido editor Daniel Divinsky, quien declaró que admitía la presencia estelar de Vargas Llosa, "siempre que haya un compromiso tácito de que no va a incursionar en la política nacional, sobre la que tanto se equivoca", es decir, siempre que se le advierta sobre de qué puede hablar y de qué no.

La polémica ha ayudado, sin duda, a aclarar cual es la posición política y el grado de tolerancia de algunos intelectuales argentinos y ha dado una especialísima relevancia a la presencia de Vargas Llosa, cuyo discurso inaugural podría convertirse en escenario incidentes o "escraches" de grupos kirchneristas enfadados con su visita. El escritor, por su parte, lamentó que alguien que ocupa la silla que tuvieron Lugones o Borges, "argentinos que son modelos de intelectuales independientes" proponga que se le vete en un acto. Se asombró también de la posibilidad de que alguien pretenda decirle de qué puede hablar y de que no. "Creo en la libertad, y la practico", afirmó.

Vargas Llosa explicó que tiene un cariño especial por Argentina y que sus críticas se deben a su deseo de que "Argentina vuelva a ser el gran país que fue y que tiene sus raíces intelectuales en personalidades como Sarmiento". "Creo que tengo muchos amigos en Buenos Aires y que quienes han pedido que se me vete no representan a los intelectuales argentinos", mantuvo.

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