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Reportaje:

El ciclón Winslet

Sensible y peleona, la actriz británica llegó al cine como un vendaval. Desde 'Titanic', ha sido candidata tres veces a los Oscar, la dirigen los mejores directores y ahora espera el estreno de su último filme, 'Descubriendo Nunca Jamás'.

Kate Winslet es insistente. Peleona también. Una amiga le ha invitado a un concurso radiofónico que promete 14.000 euros a la celebridad más votada por los oyentes. Y la actriz inglesa, con tres candidaturas al Oscar, quiere asegurarse, a sus 29 años, el apoyo de todos los que se cruzan estos días en su camino. "Mi amiga es pobre y va a perder su puesto de trabajo. Necesita el dinero. Si ganamos, yo me llevo 1.400 euros que donaré a mi fundación benéfica, un refugio para mujeres y niños que huyen de maridos violentos", explica.

El nivel de los concursantes es alto. Winslet compite en el concurso con Judi Dench, Angelina Jolie, Charlize Theron, Bill Nighy, Chris Martín (cantante de Cold Play), Ewan McGregor y muchos más. Jolie parece tomar la delantera, pero la heroína de Titanic no se achanta. Echa leña al fuego y, haciendo gala de su buen humor, ofrece enviar al programa una pieza íntima de su vestuario. Al mismo tiempo, en el hotel londinense donde transcurre la entrevista una tarde de octubre, horas antes del estreno de gala de su última película, Descubriendo Nunca Jamás, se pelea por ganar adeptos a su causa particular. "Necesito tu voto y el de tus colegas", reclama exaltada.

"Lo curioso es que no soy competitiva, pero quiero ganar el concurso. Mi amiga se lo merece". Típico en Kate. Lleva desde los 17 años en el foco del huracán mediático, con Hollywood y el cine independiente reclamando su talento, pero ella no se deja camelar por los caprichos de la fama. Ha madurado mucho y adiestrado la risa floja de adolescente, pero no ha perdido el gusto por mostrarse como una más. En su caso, como una profesional, madre de dos hijos, con aficiones similares a las de millones de personas.

"Me encantan los reality shows. Gran Hermano, Operación Triunfo, La selva de los famosos… todos me enganchan. La última edición en Gran Bretaña de Gran Hermano la ganó Nadia, un transexual portugués. Fue emocionante ver a esa mujer tan extravagante, que se había operado un par de años atrás, y que se sentía aceptada socialmente por el hecho de estar en la casa de Gran Hermano. Voté por ella cientos de veces", desvela.

"A veces me odio por ver este tipo de programas", continúa. "Es como fisgar en las vidas de otras personas. Me parece una invasión absoluta de la privacidad, pero, bueno, ellos eligen participar en el juego. Se enredan en este tipo de situaciones por su propia voluntad. Y nos enseñan culebrones de vidas reales. Mi límite son los reality shows de cirugía plástica", añade. "Proliferan en Estados Unidos con cientos de concursantes que se prestan a someterse a una cirugía total, a modificarse la nariz, los labios, el pecho… Dan miedo".

Winslet ha sufrido las consecuencias de la moda anoréxica, tan implantada en la industria de los famosos. El año pasado, la revista británica GQ manipuló digitalmente unas fotografías de la actriz para suavizar sus famosas curvas y, aparentemente, mejorar su silueta. "Estiraron y exprimieron mi figura de tal forma que parecía altísima y delgadísima. Me disgusté mucho. Había visto las fotografías originales y estaba encantada con ellas. Al margen de la sorpresa que me llevé, fue una acción irresponsable por parte de la revista. No se deben publicar fotos manipuladas de cuerpos extrañamente esbeltos y esqueléticos. Explotan una idea de perfección que no existe y que han construido en el ordenador. Pura basura. Desgraciadamente, muchísimas jovencitas aspiran a parecerse a las estrellas del cine o a los famosos que ven en las portadas de las revistas de moda", advierte.

Winslet tiene conciencia de la influencia que ejerce en otras mujeres. Concede importancia a su papel como modelo social y procura transmitir una imagen lo más natural posible. "Hay tantas jóvenes con problemas a causa de las revistas que alguien debe hacer algo para enmendar la situación", dice. "A mí misma me han hecho sufrir. La mayoría de las mujeres pasan tarde o temprano por una fase de desconcierto o inseguridad respecto a su figura. A todas nos gusta estar guapas. Yo lo pasé mal con mi peso. De adolescente no podía controlarlo. Engordaba y adelgazaba constantemente, aunque no comiera en exceso. La prensa se cebó en mí. Se pasaron de mezquinos. Lo bueno es que ya no me hacen daño. Me tiene sin cuidado lo que puedan decir de mi silueta".

Winslet incluso sonríe al recordar su relación con los medios británicos: "¡Qué locura! Cuando la gente se tropieza ahora conmigo, especialmente en Estados Unidos, lo primero que me dicen es: 'Oh, Dios mío, resulta que eres pequeñísima. ¡Has adelgazado tanto!'. Pues no. No es cierto. Físicamente no he cambiado nada en los últimos seis años, salvo por los dos embarazos. Todas esas historias sobre mi peso han creado una imagen de mí como si yo fuera una especie de vikinga enorme. Pero ya no lucho más en este aspecto. Además, últimamente, la prensa, en su retorcido estilo, se comporta más amablemente conmigo. Como he parido dos hijos, halagan ahora mi cuerpo. ¡Qué tontería!".

Winslet es la perfecta madraza. Dejó plantado a Woody Allen el verano pasado para no separarse de sus dos criaturas: Mia, de cuatro años, fruto de su matrimonio con Jim Threapleton, el ayudante de dirección al que conoció durante el rodaje de Hideous Kinky, en 1998, en Marruecos; y Joe, que nació en diciembre de 2003, pocos meses después de sellar su relación con Sam Mendes, rey Midas del teatro británico y del cine de Hollywood. "No he tenido que ajustar mi vida. Ser madre es, para mí, la cosa más natural del mundo. Somos cuatro hermanos y siempre he querido tener hijos. Sigo mis instintos y no me asusta la responsabilidad que lleva consigo el ser madre. Mi posición en este sentido es muy afortunada. No tengo que trabajar de nueve a cinco, 48 semanas al año, como muchas madres de familia. Ellas sí que valen. Cuentan con toda mi admiración. Yo querría suicidarme si tuviera que pasar tanto tiempo lejos de mis hijos. Preferiría vivir en la pobreza", explica.

Le cuesta dejar el tema de los hijos. "Cuando eres madre", continúa, "tienes que recuperar el espíritu infantil para conectar con los niños. Debes divertirte con ellos sin limitarte a mirarles mientras ellos disfrutan con cualquier cosa. Yo me meto a fondo en todos los juegos de mis hijos. Ellos me han ayudado a recuperar lo que quedaba de niña en mí. También a no concederme demasiada importancia y a olvidarme de mí misma".

Sin la experiencia maternal, Winslet piensa que no hubiera podido interpretar a Sylvia Llewelyn Davies en Descubriendo Nunca Jamás, una adaptación de la obra de teatro El hombre que fue Peter Pan, de Allan Knee. En ella, el realizador Marc Forster, conocido por su galardonada Monster's Ball, reconstruye la amistad entre J. M. Barrie y los pequeños Davies, que inspiraría al autor escocés a escribir la leyenda del niño que se niega a crecer. Johnny Depp da vida al célebre escritor en una actuación redonda y Winslet explora su faceta vulnerable y comprensiva. Representa a la madre de los pequeños, viuda en la película, y angustiada por la certeza de haber contraído una enfermedad terminal.

El guión de David Magee se aleja de la realidad en ciertos aspectos, incluida la viudez de la protagonista femenina, y simplemente roza cuestiones sin resolver sobre la relación entre Barrie y los niños. Abordar las nunca probadas presuntas intenciones pederastas del autor entorpecería probablemente el hilo de este trabajo de Forster, donde priman la fantasía y el ilimitado poder de la imaginación.

El director presenta al escritor como un ser asexual, agobiado por un matrimonio sin futuro con su bella esposa -la actriz Rhada Mitchell-, y preocupado por el bienestar de la familia que acaba de conocer en los jardines Kensington de Londres. Barrie alegra sus vidas con juegos de indios y vaqueros, de piratas y saqueos, y les enseña a explorar su imaginación. Particularmente al pequeño Peter, que es quien más se resiente de la reciente muerte de su padre y teme quedar huérfano. Su interpretación recae en Freddie Highmore, veterano de la pantalla a pesar de su corta edad, quien supera con creces el reto de medirse frente por frente con Depp, con quien comparte numerosas secuencias.

El escritor, por su parte, redescubre en los pequeños la inspiración para crear su gran obra maestra, cuya puesta en escena, con Dustin Hoffman como empresario teatral, es una de las joyas de la película. Mientras, una genial Julie Christie, en su papel de abuela, intentará bombardear una amistad que está dando pie a habladurías en el Londres de principios del siglo XX.

"Es importante recuperar a Peter Pan. Vivimos en un mundo que descuida la función tan fundamental que tienen los cuentos infantiles. Sólo hay cine, televisión y juegos electrónicos basados en una idea de fantasía creada, no por la imaginación, sino por las máquinas. Yo disfruto jugando a Peter Pan y el Capitán Garfio con mi hija. Con cuatro años, entiende el significado del cuento. Le fascina la historia y quiere volar como Peter Pan. Pero yo también, con ocho años, pensaba que, si me lo creía con la suficiente convicción, podría echarme a volar por la habitación. Todavía pienso que sería fantástico convertirnos en seres voladores. Esta fantasía procede de Peter Pan. Si la obra no existiera, pensaríamos que es una idea ridícula. Peter Pan nos ha enseñado cuán mágica es la imaginación", dice Winslet entusiasmada.

"Es importante", añade, "que los niños crean en hadas, en Papá Noel… Yo creí en ellos hasta cumplir los 11 años, y espero que a mi hija le suceda lo mismo. Ahora pierden la inocencia a una edad mucho más temprana, y, con ella, la fantasía. La realidad es bastante horrible e intentaré ocultársela a mis hijos durante el mayor tiempo posible".

Kate Winslet preservó la ilusión infantil al tiempo que se aventuraba en la escena pública desde su ciudad natal de Reading, al oeste de Londres. Debutó de niña en el teatro, interpretando, entre otros personajes, a la Wendy de Peter Pan, y con 13 años ya trabajaba en televisión. Era algo natural en una familia de varias generaciones de actores. En el cine se estrenó, en 1994, de la mano del neozelandés Peter Jackson con la película Criaturas celestiales, basada, curiosamente, en un caso real sobre exceso de fantasía que llevó a dos escolares a cometer un asesinato. Al año siguiente, en 1995, Winslet obtuvo su primera candidatura al Oscar por Sentido y sensibilidad, de Ang Lee. Titanic, poco después, la convirtió en la jovencita más famosa y envidiada del planeta. Tenía 21 años y se sintió mareada por la fama.

"Entonces sí que eché a volar, pero no sabía si me dirigía hacia un entorno bonito o hacia un muro de ladrillo. El mundo a mi alrededor era una locura. Me estaba convirtiendo en una estrella de cine, en un personaje constantemente observado y escrutado. No estaba preparada. Era demasiado joven. Necesitaba volver a la realidad y reposar sobre algo que yo sintiera genuino y personal. Tuve que recordarme a mí misma que la razón por la que desempeño este oficio es porque me encanta actuar", rememora la actriz.

Winslet dio entonces la espalda a las promesas de Hollywood y apostó por una pequeña producción del escocés Gillies MacKinnon, Hideous Kinky. "Era lo que yo quería hacer, sin atender presiones de nadie. Fue mi botiquín de primeros auxilios, la herramienta para controlar de nuevo un poquito mi vida. Y, además, me lo pasé en grande haciendo esa película", ríe feliz recordándolo.

De aquel rodaje en Marruecos, Winslet regresó a Londres con novio y planes de boda. Pero al año de nacer Mia, su matrimonio con Threapleton iba a la deriva. "No me arrepiento de las cosas, ni soy una persona negativa. Me preocupa el trabajo, pero mis asuntos personales no. Si algo se tuerce o no funciona, miro adelante y procuro avanzar hacia otra fase lo antes posible. Me enfrento a mis cosas mentalmente, pero no dejo que se entrometan en mi vida, ni afecten mi existencia cotidiana", dice con honestidad.

Winslet cambió con relativa rapidez de pareja. Con su segundo esposo, Sam Mendes, forma un equipo de primera línea, tan célebre y posiblemente más popular entre los británicos que las parejas compuestas por Madonna y Guy Richie o Gywneth Paltrow y Chris Martín. "Sam y yo nos turnamos a la hora de trabajar, de forma que uno siempre está cuidando a los niños. En ningún momento rompemos la unidad familiar. Son pequeños pactos que hemos acordado y que, de momento, funcionan bien. Si se diera el caso, yo desde luego nunca me alejaré de mis hijos", explica.

Pese a su alma de madraza, ha sabido combinar trabajo y familia. Elige con cuidado cada proyecto y tiende a rodearse de lo mejorcito del gremio. Es la recompensa a una entrega total que ayuda al público a olvidarse de la actriz para concentrarse en el personaje. Con Jim Carrey forma una extraña pareja en ¡Olvidate de mí!, con guión del maestro de las obsesiones mentales, Charlie Kaufman, una película que se proyectó hace poco en las salas españolas.

En sus últimos filmes, Winslet ha trabajado con Kevin Spacey en La vida de David Gale, y, antes, con Harvey Keitel, en Holy smoke. En Quills es la confidente del marqués de Sade que Michael Caine se encarga de castigar. La lista de profesionales con quienes Winslet ha trabajado es larga. Entre ellos figura Judi Dench, con quien compartió el papel de Iris Murdoch en Iris, la película que le brindó su tercera candidatura al Oscar.

Winslet ha pasado gran parte de los últimos años en Estados Unidos. En Nueva York rodó hace poco Romance & Cigarrettes, de John Turturro, con James Gandolfini y Susan Sarandon. La película, aún sin estrenar, muestra el look más sexy de la actriz, que aparece en ella con un vestuario reducido, según explica la actriz, a atrevidos juegos de lencería. Ahora aguarda con impaciencia la puesta en marcha de su próximo proyecto, All the king's men, una nueva versión del filme clásico de 1949, El político, sobre las penas y glorias de Willie Stark en su carrera hacia Washington. "El reparto es increíble: Sean Penn, Meryl Streep, Jude Law, Mark Ruffalo… No puedo dejar pasar esta magnífica oportunidad", exclama. Hace unas semanas, Streep sorprendió a todos anunciando su retirada de esta producción que aún confía en sacar adelante el guionista y realizador Steven Zaillian.

La entrevista se aproxima a su final y Winslet retoma el orden de sus prioridades. "Tengo que darte la dirección de la web del concurso. No se puede votar por teléfono; debes hacerlo por Internet. Pide a tus compañeros que voten por mí", demanda. ¿Será tan persuasiva en otros temas? En lo referente, por ejemplo, a las cacerías de zorros que transcurren en los alrededores de su finca de los Cotswolds, uno de los parajes más pintorescos de Inglaterra. "Sólo hago campaña sobre asuntos que realmente me apasionan. Estoy en contra de la caza del zorro, pero las clases altas llevan toda su vida cazando, no ven nada malo en ello, y es muy difícil convencerles de lo contrario. Prefiero mantenerme al margen de la polémica. Me parecería además una hipocresía hacer campaña en contra de la caza cuando yo misma como carne", explica.

Días más tarde, su esfuerzo por recolectar votos fue recompensado. Winslet ganó el concurso de popularidad. Judi Dench quedó segunda.

'Descubriendo Nunca Jamás' se estrena en España el próximo enero.

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